En 1937 el Papa Pío XII por medio de su secretario el Cardenal Pacelli (futuro Papa Pío XII) expidió un decreto por el cual decretaba que al templo del Señor de los Milagros de Buga se le concedía el título de Basílica
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Dominio público |
Al lado izquierdo del río había un ranchito de paja
donde vivía una india anciana cuyo oficio era lavar ropa. Esta mujer era muy
piadosa y estaba ahorrando y reuniendo dinero para comprarse un Santo Cristo y
poder rezarle todos los días. Reunió 70 reales que era lo que necesitaba para
comprarlo y traerlo desde Quito".
Precisamente
el día en que la piadosa lavandera iba a llevar su dinero al señor Cura párroco
para que le consiguiera la imagen, pasó por allí llorando un honrado padre de
familia a quién iban a echar a la cárcel porque debía 70 reales y no tenía con
qué pagarlos. La buena mujer se conmovió por esta tristeza de su vecino e
inspirada por un pensamiento caritativo se propuso dejar para más tarde el
conseguir su crucifijo, y le dio al pobre necesitado los 70 reales que tenía
ahorrados. Aquel hombre lleno de alegría y de agradecimiento le deseó que Dios
la bendijera y le ayudara mucho.
Unos
días después, la anciana estaba lavando ropa en el río, cuando una ola colocó
delante de ella un pequeño crucifijo de madera, que resultó para ella una joya
más valiosa que todo el oro y la plata y las esmeraldas que le pudieran
ofrecer. El crucifijo hallado de esta manera no podía haber pertenecido por
allí cerca a ninguna otra persona, pues hacia arriba, a las orillas del río no
vivía nadie. La feliz lavandera, llena de gozo y perfectamente tranquila en su
conciencia, respecto a su posesión, se dirigió a su choza e improvisó allí un
altarcito, sobre el cual colocó el santo Cristo que le había llegado de manera
tan misteriosa, guardándolo cuidadosamente en una cajita de madera.
Una
noche la anciana oyó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen y
averiguando lo que pasaba se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que el
Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente, pero se imaginó que eso
sería ilusión de sus ojos ya muy debilitados por la edad. Pero pocos días
después advirtió que la imagen tenía ya ceca de un metro de estatura.
Sorprendida por este milagro les avisó al Sr. Cura Párroco y a los señores más
importantes del pueblo, los cuales visitaron enseguida la habitación de la
anciana y comprobaron por sus propios ojos la verdad de lo que ella les había
contado, y que esta pobre mujer poseía un crucifijo de un tamaño muy difícil de
conseguir por aquellos alrededores, y que ella no tenía ni dinero ni amistades
para conseguir semejante imagen, y que por lo tanto la existencia de aquel
crucifijo allí no se podía explicar naturalmente y que tenía que ser un
milagro.
Y
resultó que la sagrada imagen se fue deformando porque los devotos le quitaban
pedacitos de madera para llevarlos como reliquia y porque todos la tocaban con
sus manos sudorosas, y se fue poniendo tan fea que ya a los muy amigos del
arte, más que devoción les causaba repulsión. Entonces un visitador especial
llegado de Popayán mandó que la dicha imagen fuera quemada y destruida por el
fuego. Los devotos se estremecieron de sentimiento al conocer esta orden, pero
era necesario obedecer.
Pero
lo maravilloso fue que la imagen al ser echada a las llamas empezó a sudar y a
sudar tan copiosamente que los vecinos empapaban algodones con aquel sudor para
llevarlos como reliquias y obtener curaciones. Este milagro fue comprobado y
atestiguado con la gravedad de juramento por numerosas personas. Y al terminar
el sudor, la Sagrada imagen se había vuelto mucho más hermosa de lo que estaba
antes, y se le fue lo que anteriormente tenía de desagradable.
La
señora Luisa Sánchez que vivió en aquellos tiempos declaró con juramento:
"El sudor duró dos días. Todos los vecinos de los alrededores venían con
algodones a recoger sudor y llevarlo como reliquias, y yo también recogí allí
de aquel sudor en algodones y todavía lo guardo. Y desde aquel milagro la gente
le empezó a tener gran devoción a esta santa imagen y a considerarla como de
hechura milagrosa y comenzaron a obtener favores de Dios que consideraron
sobrenaturales y milagrosos. Y no sólo en esta ciudad sino en muchas otras
ciudades y regiones de donde se han visto llegar muchos romeros y peregrinos a
visitar la sagrada imagen. A muchos de ellos les hemos oído contar que se
sanaron prodigiosamente de graves enfermedades. Otros narran que se libraron de
gravísimos peligros al invocar al Señor de los Milagros". (Firmado y
apoyado con juramento).
Sigue
diciendo la crónica de 1819. "Después de estos sucesos extraordinarios el
ranchito de la anciana se convirtió en sitio de oraciones y peregrinaciones. A
los anteriores milagros siguieron muchos más y fue tal la cantidad que la gente
le dio a esta imagen el nombre con el cual se le conoce desde hace siglos: El
Señor de los Milagros".
Después
de muerta la ancianita se pensó cual era el mejor lugar para colocar el Cristo.
Su ranchito quedaba frente a las aguas y he aquí que el río creció muchísimo y
cambió de cauce y se desvió hacia el sur, desde unas tres cuadras más arriba
del punto de la aparición, y dejó así el sitio libre para construirle el templo
al Santo Cristo, templo que al principio era un edificio pequeño y se le
llamaba la ermita.
Apenas
se fueron difundiendo las noticias de los maravillosos milagros que se
conseguían junto al Cristo de Buga se desató una corriente de peregrinaciones y
devociones (recordemos que quién hace los milagros no es la imagen que es de
madera o yeso, y que no puede hacerle milagros a nadie. El que hace los
milagros en Nuestro Señor Jesucristo cuya santísima Pasión y Muerte recordamos
cuando veneramos la imagen del Santo Cristo).
En
1907 tuvo lugar la construcción y consagración de un nuevo templo construido
con las donaciones de sus devotos agradecidos y se hizo una solemnísima
traslación de la milagrosa imagen hacia su nuevo altar.
En
1937 el Papa Pío XII por medio de su secretario el Cardenal Pacelli (futuro
Papa Pío XII) expidió un decreto por el cual decretaba que al templo del Señor
de los Milagros de Buga se le concedía el título de Basílica.
Fuente:
ACI