Al
acabar los Ejercicios, en ese afán humano que a todos nos surge por hacernos
algún propósito para ser mejores, le preguntaba al Señor: “¿Qué quieres de mí?
¿Qué puedo hacer por Ti?”
Esperaba
que me dijera cosas como: “no hagas esto...“, o “haz aquello...”, o “a ver si
pones un poco más de esfuerzo en esto...”
Sin
embargo, su respuesta me llegó clara durante la última Eucaristía antes de finalizarlos:
“¡Que creas en mí! Te pido que tengas Fe en mí”.
Me
dejó clavada en el sitio. Eso sí que no me lo esperaba; sin embargo, me llegó
hasta lo más hondo, porque yo sabía bien de qué me hablaba.
Y,
sin embargo, yo tantas veces soy consciente de que mis razonamientos son como
un escudo que frena esas saetas suyas, impidiendo que me lleguen hasta el
corazón. Cuando creo más en mi lógica, cuando razono demasiado lo que Él me
pone en el corazón, cuando me llega una palabra suya pero comienzo a razonarme:
“será cosa mía”... en realidad estoy dudando de Él, estoy confiando más en mi
propia forma de ver las cosas que en su Palabra.
Así
que, aquí estoy, a Sus pies, pidiéndole que toda mi mente y mi corazón se
rindan ante Él y se dejen conquistar. La razón y la Fe han de ir de la mano;
sin embargo, llega un punto en el que la razón tiene que dejar volar a la Fe,
porque la lógica de Dios siempre va mucho más alto.
Hoy
el reto del amor es tener Fe en Cristo. Él te ve, te conoce, te ama de tal
manera que no cesará nunca de buscarte, estés donde estés, para volverte a
atraer, para conquistar tu corazón, y tan solo necesita de ti que le acojas,
que creas en Él, que te dejes alcanzar. ¿Quién ganará tu batalla? Por mi parte...
hoy me dejo vencer.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma