¿Sabes
qué lleva en su interior?
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Uno
de los oficios en los que estoy de ayudante es el de refectorera. Es un oficio
muy sencillo, pero muy bonito. Después del desayuno, tenemos que dejar el
refectorio (comedor) preparado para la comida, y así sucesivamente.
En
esta habitación tan grande, monásticamente estamos sentadas en forma de U, y
por orden de profesión; es decir, cada monja tiene su lugar. De modo que
podemos cargar el carro-servidor con todos los utensilios necesarios
(cubiertos, platos, tazas, agua...) e ir pasando por el lugar de cada una
limpiando su mesa y mirando a ver qué es lo que le falta, qué necesita...
Esta
parte es la que me resulta muy bonita. Ayer mismo lo pensaba. Mientras iba
pasando por la mesa de cada una, añadiendo agua a las jarras que estaban
vacías, mirando qué cubiertos necesitaba cada una, o poniendo los platos
correspondientes para la siguiente comida, le decía al Señor: “Ojalá fuera tan
fácil como esto amar al otro, ojalá fuera tan sencillo como echar un vistazo y
ver en qué puedo ayudar al hermano o cómo servirle... “
Pensándolo
bien... puede que en realidad sí que sea sencillo. Tan solo necesitamos parar
en oración, e ir pidiéndole ojos al Señor para ver al hermano, y preguntarle
“¿Dónde está su corazón?”. Si el Señor nos muestra dónde está su corazón; es
decir, qué le preocupa, qué le gusta más, qué está viviendo en este momento o
cuáles son sus sueños... todo lo demás está hecho. Porque, al descubrir cosas
concretas en las que pueda ayudar al otro, ya solo queda el acercarme a él para
tenderle mi mano.
A
veces será algo tan sencillo como sorprenderle con su plato favorito cuando ves
que tiene un día un poco frustrado, o que simplemente sientes que necesita
saber que tú le cuidas; otras veces será animarlo con una conversación y
recogerle así esas “migajas de pan” que quedan en la mesa de su día; o darle
herramientas como el cuchillo y el tenedor, para que pueda aprender a no
tragarse las cosas enteras... y muchas veces será tan solo rezando por él, que
es como llenar la jarra de su vida con el Agua Viva.
Aquello
que me iba poniendo el Señor en el corazón me sorprendió un montón, porque es
verdad, muchas veces no sabemos cómo llegar al otro, cómo acercarnos, o
simplemente cómo convivir, y es que sencillamente desconocemos lo que está
viviendo el otro en su interior.
Hoy
el reto del amor es tener dos detalles de amor con esa persona que el Señor te
ponga en el corazón. Y, para ello, el mejor camino no es ir directamente a la
persona, sino ir primero a Jesús y pedirle que nos muestre cómo está su
corazón, presentárselo a Sus Pies y pedirle que, si algo podemos hacer, que Él
nos lo inspire.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma