Sin
embargo, esa figura ha cambiado mucho con la reforma de 1983. Ahora, el proceso
de fiscalización se realiza por medio de varias comisiones de expertos
Plaza
de San Pedro del Vaticano durante una ceremonia
de Canonización. Foto: Daniel Ibáñez / ACI
Prensa
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Durante siglos, en concreto desde la
instrucción Causarum
canonizationis aprobada en 1588 por el Papa Sixto V, los
procesos de canonización contaban con la figura del Promotor de la Fe, conocido
popularmente como el “abogado del diablo”, encargado de buscar todo aquello que
impidiera que una persona fuera declarada beata y luego santa.
Esta
figura fue suprimida en el año 1983 por el Papa San Juan Pablo II con la
Constitución Apostólica Divinus
perfectionis magister y la reforma del Código de Derecho
Canónico para agilizar los procesos de canonización.
En
una entrevista concedida a EWTN, el postulador Andrea Ambrosi, quien impulsa
más de 30 causas en todo el mundo, señaló que el “abogado del diablo” era, en
realidad, “aquel que debía buscar los defectos contra el Siervo de Dios” en
proceso de canonización.
Ambrosi,
postulador también de la causa de beatificación del P. Michael McGivney, afirmó
que “mientras el abogado trabajaba a favor, él [el promotor de la fe] trabajaba
en contra. Y por eso se le llamaba ‘abogado del diablo’. Era el promotor
general de la fe y era muy severo en sus investigaciones. En ocasiones
encontraba defectos en apariencia pequeños, pero su función era encontrar
argumentos, aunque fuera que de vez en cuando se bebía un vaso de vino, para
inmediatamente formular una acusación contra la templanza. A veces eran muy
severos”.
Sin embargo, esa figura ha cambiado mucho
con la reforma de 1983. Ahora, el proceso de fiscalización se realiza por medio
de varias comisiones de expertos. Existe una figura similar, el promotor de la
justicia, pero su función es más notarial.
En
ese sentido, en función de si se trata de un proceso que afecta a un Venerable
fallecido recientemente, y del que existen testigos vivos, o si es un proceso
de una causa histórica, y por lo tanto no hay testigos directos, la positio -informe elaborado
por el postulador en la fase romana del proceso-, debe ser examinado “en primer
lugar un grupo de seis consultores historiadores, luego nueve consultores
teólogos, y después quince cardenales arzobispos”.
En
la entrevista el postulador del P. Michael McGivney explicó también la función
de los postuladores en la fase diocesana del proceso de canonización y la fase
romana. “En la fase romana el postulador asume el encargo de representar a los
actores en todo el mundo, mientras que, en la fase diocesana, al postulador lo
nombra el obispo y trabaja únicamente en aquella Diócesis por aquella causa”.
De
hecho, “yo tengo muchos casos en Estados Unidos, en Alemania y en otras
naciones. Comienzo siempre con la fase diocesana y luego, cuando llega a Roma,
la Congregación para las Causas de los Santos me avala, me reconoce el título
que ya me había dado el Obispo”.
“El
diocesano debe seguir la instrucción del proceso. La instrucción consiste en conseguir
testigos, aunque no está presente en los interrogatorios, porque son secretos.
Ayuda al tribunal eclesiástico local en la confección de la lista de textos y,
luego, aconseja a las comisiones históricas y teológicas sobre el trabajo a
hacer, pero siempre desde fuera. No puede estar dentro del tribunal”.
Luego, “cuando se llega a Roma, se toma
todo este material y se elabora la positio,
que la puede hacer el mismo postulador”.
Asimismo, destacó la importancia de que en
la fase final del proceso el postulador resida en Roma. “El hecho es que es
necesario estar cerca de Roma para estar cerca de la Congregación para las
Causas de los Santos”.
“Muchas veces la Congregación avanza en
instancias a las que hay que responder rápidamente y, si se está fuera de Roma,
es más difícil. Es verdad que está el correo electrónico, los medios de
comunicación, pero en Vaticano todavía se funciona con la comunicación
presencial, el vis a vis para
hablar juntos y resolver problemas”.
Incluso, “todavía es más importante cuando
se trata de milagros, porque los médicos están todos, o casi todos, en Roma y
es necesario reunirse con ellos. Antes de interpretar un caso que parece
milagroso siempre acudo a interrogar a un médico”.
Fuente:
ACI