Demos
un paso atrás en el tiempo a cuando Francisco era Jorge Mario Bergoglio un
jesuita
En
el volumen "¡Cambiamos!" publicado por Solferino, se presenta la
reflexión de Jorge Mario Bergoglio - Francisco sobre la experiencia de la fe
cristiana, que lleva a la escucha de Dios cuando está sin ficciones y los
deseos del corazón son despojados de las seguridades humanas.
Demos
un paso atrás en el tiempo a cuando Francisco era Jorge Mario Bergoglio un
jesuita, responsable de sus hermanos en Argentina, y acerquémonos a las raíces
de una "voluntad de cambio" que tanto entonces como ahora, en tiempos
de pandemia, marcaron su pensamiento. Esto es lo que nos ayuda a hacer el
volumen titulado "¡Cambiemos!", de las ediciones Solferino, que es
publicado hoy con el prefacio del Director de La Civiltà Cattolica, el
padre Antonio Spadaro, que lo presenta como una obra que "nos ayuda a
comprender la experiencia religiosa y los criterios de acción del primer Papa
jesuita en la historia de la Iglesia", que nos ayuda "a comprender al
Pontífice y su convicción de la importancia de la utopía entendida no como
abstracción, sino como fuerza vital y apertura al futuro a partir de lo real,
de lo que se es".
"Para
entender a un hombre, de hecho – se lee en el prefacio – se necesita ir a las
raíces de su formación, pero también investigar los puntos de inflexión, los
momentos de crisis y los puntos de cambio. Por eso este libro es importante
para entender al Papa Francisco: es una expresión de un tiempo de paso, en el
que ha madurado la capacidad de discernimiento y elección".
El deseo
¿Sobre
qué bisagras gira la reflexión? En primer lugar sobre el deseo que se discute
en la primera y segunda parte del volumen. "Cualquiera que sea la vida que
se decida sobre la capacidad de darse a sí mismo. Es allí donde se trasciende a
sí mismo, donde se hace fructífero", afirma en el Preámbulo firmado por
Jorge Bergoglio el día de Navidad de 1987. "Por el contrario – prosigue –
la vida y la muerte para uno mismo significan el cierre, la incapacidad de ser
fecundos. No vivir para sí mismo y no morir para sí mismo es, por lo tanto, la
condición de cualquier posibilidad de trascenderse a sí mismo. Sólo así la vida
es verdadera vida y la muerte verdadera muerte. De lo contrario sólo hay una
caricatura, una aburrida – y al mismo tiempo agotadora – cadena de egoísmo que
nos asfixia en la apatía espiritual.
Pensamientos
que, según el padre Spadaro, muestran la superación de "todo vitalismo
vacío" y se centran en lo que se "abre" desde dentro, es decir,
el deseo, una "fuerza interior que se abre al sentido de la vida". En
la primera de las seis partes que componen el volumen, surge cómo el futuro
Papa asimila la visión de San Ignacio de Loyola tal como surge en los
Ejercicios Espirituales. Afirma que "los deseos del corazón", es en
ellos que "se puede discernir la voz de Dios" en la historia de hoy.
"Como
se entiende, el deseo es el resorte que abre nuestra existencia y se modula en
el 'medio' de cada vida. Bergoglio – señala el padre Spadaro, siguiendo los
puntos principales del contenido del libro – nunca habla de un deseo heroico y
sublime, lejano del diario pasar de los días. Se basa en el simple
reconocimiento de nuestro ser criaturas, que es el "principio y
fundamento" de la vida espiritual.
Y
así comenzó el camino de la búsqueda de nuestra verdad a los ojos de Dios. Pero
también el camino en el que buscamos la verdad de Dios sobre nosotros.
Bergoglio es muy cuidadoso en reiterar el hecho de que el camino espiritual
nunca es el viaje "a otra parte", y no tiene nada que ver con uno
pseudo-místico que "promueve fábulas inventadas por nuestros corazones
ansiosos y no purificados". El verdadero camino interior implica 'hacerse
cargo' de nuestra época, de nuestra pobreza, de la historia que nos
pertenece".
Uno mismo y Dios
De
ahí el camino espiritual ante Dios y de uno mismo que el volumen trata en
particular en la tercera parte, en la que, al abordar el aspecto del
autoconocimiento – en este caso una serie de pistas y orientaciones útiles para
acompañar la formación de los novicios – el autor invita a buscar la
autenticidad de este camino de crecimiento, que puede ser válido para todos los
caminos de la fe.
"El
hombre que va hacia Dios – observa Bergoglio – debe aprender a conocerse a sí
mismo, debe conocerse en sus más íntimas aspiraciones. Debe buscar a Dios con
su realidad precisa, y no con una máscara. Debe crecer en su interior, con su
propio esqueleto, y no pedirle fuerza a una armadura". "El lector –
comenta el Padre Spadaro – aquí se encontrará en primer lugar con el misterio
de sí mismo en relación con su Señor. Ninguna lectura imparcial y objetiva
podrá abrir la urna de estas páginas. La única forma de leerlos, de
entenderlos, es la implicación personal".
Para
Bergoglio, el misticismo nunca es abstracto, sino que está ligado a la
concreción de la historia, de hecho de su propia historia. Por lo tanto, el
conocimiento de Dios y el autoconocimiento van de la mano". El seguimiento
de Cristo para el entonces responsable de los jesuitas argentinos se compone
básicamente de un abandono radical "en las manos del Padre y dar la propia
voluntad de ser abandonado por el Padre". En resumen, "estar
dispuesto a 'perder' a Dios para estar verdaderamente con Él. Es sobre este
abandono que se funda la misión y la misma naturaleza misionera de la
Iglesia".
Vaciarse de sí mismo y al
servicio de Dios
Al
principio de la cuarta parte, en un pasaje Bergoglio afirma: "Los
cristianos se dividen en dos categorías: los que se mantienen firmes y los que
no se mantienen firmes. Estos últimos son seducidos". En esta sección,
titulada "Palabras de Navidad", la indagación interior se centra en
el silencio, la comunidad, el amor y la fortaleza, el "deseo de ser
bueno", pero está precedida por una visión concreta del valor de la
"perseverancia en la vocación". "Resistir, soportar, paciencia,
tolerar – escribe el autor – significa ser firme frente a los 'movimientos' que
intentan hacernos fracasar". Mientras que la quinta parte, "Algunos
aspectos de la vida religiosa", sondea la criticidad de las debilidades e
indica el punto de llegada ideal, entre los párrafos que van desde "La
seducción del bienestar" o "Infidelidad e incertidumbre" hasta
"Paz e identidad", "Valentía y constancia apostólica". Con
esa dialéctica que Bergoglio identifica entre "Cruz y sentido de la vida
bélica".
Toda
la meditación de Bergoglio – se lee en el Prefacio – proviene de la
contemplación del corazón de Dios, que, por amor, se ha "vaciado".
Este vaciamiento, dijo el Papa Francisco el 3 de enero de 2014 a los jesuitas
reunidos en la Iglesia del Gesù, provoca "la inquietud de nuestro
abismo" que nos deja abiertos al Deus semper maior, al Dios que nos
sorprende sin cesar superando nuestros ideales y nuestros deseos. Y esta es
también la clave para entender lo que significó para Jorge Mario Bergoglio ser
miembro de la Compañía de Jesús, tema que encuentra amplio espacio en la sexta
y última parte del volumen, titulada "Los jesuitas" y articulada
entre la historia de la presencia en Argentina y los criterios de la vida
apostólica, con un espacio particular sobre el papel de los laicos y el
"pueblo".
El
libro se cierra con una meditación titulada "El Señor del milagro de
Salta" en la que el concepto de "gracia" se entrelaza con la
oración, la paciencia, la penitencia y la cruz encuentra espacio. Bergoglio
escribe:
"Es
la gratitud que arraiga una gracia en nosotros. Si el corazón no se nutre de la
gratitud, la esperanza cambia de signo: ya no es el sentimiento agradecido de
quien ha recibido y la mano que aún se extiende para recibir, sino la prisa
ingrata que lo rechaza todo porque todo le parece poco".
Alessandro
De Carolis y Gabriella Ceraso – Ciudad del Vaticano
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