¿EN QUÉ SE DIFERENCIAN DONES Y CARISMAS DEL ESPÍRITU SANTO?

La Iglesia católica cree que el Espíritu Santo puede conferir carismas, como hizo con los apóstoles el día de Pentecostés. Ya sean extraordinarios u ordinarios, son competencias que poner en primer lugar al servicio de Dios y de la Iglesia

Pentecostés es evocador de una velada en torno al fuego: aromas de la noche húmeda, alegría de los corazones, la llama. El fuego es fascinante, como un ser vivo.

El fuego existe, pero no existe. Quema a otro distinto de él, quema la madera, mientras que él mismo no es más que una llama ligera.

El Espíritu Santo no actúa de forma distinta con nosotros. Ilumina, arde, se eleva, consume. Nada podría contenerlo. Es invisible, se contenta con iluminar los rostros. 

Cuando la madera está ennegrecida, ¡el Espíritu Santo huye! Nosotros somos los troncos. Siempre encendidos, siempre consumidos…

Distinguir bien el don del carisma

Se habla mucho de los carismas del Espíritu Santo. Los carismas del Espíritu Santo no son magia para los cristianos. Son el efecto del sacramento de la Confirmación.

La Confirmación es, junto con el bautismo, un sacramento de carácter. Es una cualidad permanente del alma. Está siempre activa.

Los carismas del Espíritu Santo están en nosotros. No hay necesidad de ir a buscar lo inédito. Todo está ahí y gime por no ser asumido.

Los carismas –incluyendo los más espectaculares–, no son nada más que una actualización del sacramento de la confirmación. 

Hay que distinguir entre lo que corresponde al don y lo que corresponde al carisma. El don es una gracia que nos hace santos. El carisma es una gracia que nos permite hacer santos a los demás.

A menudo, los carismas espirituales se acoplan a cualidades humanas. Por supuesto, el Espíritu nos eleva más alto de lo que habíamos previsto, pero en la línea de aquello que somos.

San Pablo era un buen orador ¡y se convirtió en apóstol de Cristo!

El secreto para hacer crecer nuestro carisma

No obstante, los dones y los carismas necesitan crecer en virtudes. La virtud es la orquesta de los dones en los ensayos. Los ensayos son necesarios para el éxito del concierto.
El error estaría en correr de carisma en carisma –de hecho, de emoción en emoción, de Fe sentida en Fe sentida– y descuidar las virtudes.

Del mismo modo, la oración es una virtud que cultivar cada día. Puede perderse. El fuego se mantiene no con más fuego, sino con troncos.

Por fray Thierry-Dominique Humbrech

Fuente: Aleteia