En este domingo de la Solemnidad del Cuerpo y la
Sangre de Cristo, el Papa Francisco, después de celebrar la misa en la Basílica
de San Pedro, propuso una reflexión sobre "el efecto místico y comunitario
de la Eucaristía"
“La unión con Cristo y la comunión entre los que se
alimentan de Él, genera y renueva continuamente la comunidad cristiana”. Tras
celebrar la Santa Misa en la Basílica Vaticana en la Solemnidad del Cuerpo y la
Sangre de Cristo, el Papa Francisco se asomó desde la ventana del Palacio
Apostólico para rezar la oración mariana del Ángelus. Antes de la oración,
reflexionó sobre esta Solemnidad a partir de la segunda lectura de la liturgia
del día, con la que San Pablo describe la celebración eucarística, quien “hace
énfasis en dos efectos del cáliz compartido y el pan partido", a saber,
"el efecto místico y el efecto comunitario”.
El efecto
místico, dejarnos transformar
«¿La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso
comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el
cuerpo de Cristo?» (v. 16). Estas palabras
– dijo el Papa - expresan el efecto místico o espiritual de la
Eucaristía: se trata de la unión con Cristo, que se ofrece a sí mismo en el pan
y el vino para la salvación de todos. Jesús está presente en el sacramento de
la Eucaristía para ser nuestro alimento, para ser asimilado y convertirse en
nosotros en esa fuerza renovadora que nos devuelve la energía y el deseo de
retomar el camino después de cada pausa o caída. Pero esto requiere nuestro
asentimiento, nuestra voluntad de dejarnos transformar, nuestra forma de pensar
y actuar; de lo contrario las celebraciones eucarísticas en las que
participamos se reducen a ritos vacíos y formales.
“Muchas veces alguno va a misa, pero porque hay que ir
"como acto social", respetuoso, pero social. Pero el misterio es otra
cosa: es Jesús presente que viene a alimentarnos.”
El efecto
comunitario, un signo efectivo de unidad
«Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo
cuerpo somos» (v. 17): el efecto comunitario de
la Eucaristía es expresado con estas las palabras. Francisco explicó que se
trata de la comunión mutua de los que participan en la Eucaristía, hasta el
punto de convertirse en un solo cuerpo, como lo es el pan que se parte y se
distribuye.
“Somos comunidad, alimentada por el cuerpo y la sangre
de Cristo.”
La comunión con el cuerpo de Cristo – continuó – es un
signo efectivo de unidad, de comunión, de compartir. No se puede participar en
la Eucaristía sin comprometerse a una fraternidad mutua, que sea sincera. Pero
el Señor sabe bien que nuestra fuerza humana por sí sola no es suficiente para
esto. Sabe, por otro lado, que entre sus discípulos siempre existirá la
tentación de la rivalidad, la envidia, los prejuicios, la división... Por eso
también nos ha dejado el Sacramento de su presencia real, concreta y
permanente, para que, permaneciendo unidos a Él, podamos recibir siempre el don
del amor fraterno. «Permaneced en mi amor» (Juan 15, 9), decía a
sus amigos; y esto es posible gracias a la Eucaristía.
Que la
Eucaristía haga a la Iglesia
La unión con Cristo y la comunión entre los que se
alimentan de Él, es el “doble fruto de la Eucaristía”, concluyó el Santo Padre,
puesto que “genera y renueva continuamente la comunidad cristiana”. Es la
Iglesia la que hace la Eucaristía, pero es más fundamental que la Eucaristía
haga a la Iglesia, y le permita ser su misión, incluso antes de cumplirla.
“Este es el misterio de la comunión, de la Eucaristía:
recibir a Jesús para que nos transforme desde dentro y recibir a Jesús para que
haga de nosotros unidad y no división.”
“Que la Santa Virgen - finalizó - nos ayude a acoger
siempre con asombro y gratitud el gran regalo que nos ha hecho Jesús al
dejarnos el Sacramento de su Cuerpo y su Sangre.
