Puri Vicente, consagrada de Comunión y Liberación, se
presentó voluntaria desde el primer momento. Cuenta su día a día
Puri Vicente, atrás del mostrador, con sus compañeros |
Puri Vicente
no se lo pensó dos veces: "Cuando vi la cantidad de gente que se iba
contagiando de coronavirus, tantos
enfermos solos, tanta necesidad, sentí
un inquietud en mi interior: tenía que estar allí",
cuenta a Religión Confidencial.
Esta enfermera, consagrada de Comunión y
Liberación, trabaja como matrona en el Centro de Salud de Rivas
Vaciamadrid, centro que en este momento ha disminuido su afluencia de
pacientes.
Por eso,
cuando se enteró que iban a levantar un hospital de campaña en Ifema, comenzó a
mover sus contactos para ofrecerse como voluntaria. Y al final llegó el
esperado whatsapp en el grupo que tiene con sus compañeros del centro de salud:
se buscan voluntarios para Ifema de atención primaria.
De los
primeros cien voluntarios
"En
seguida llamé a la dirección asistencial sureste de enfermería y al día
siguiente me llamó mi jefe. Fui de los primeros cien voluntarios que
inauguramos el pabellón 5. Posteriormente, se han ido incorporando más
sanitarios que les han ido llamando de sus respectivos centros de salud",
explica a RC.
Lleva 10 días en Ifema, y a pesar de algunas críticas que se están
vertiendo y recogidas en distintos medios de comunicación y redes sociales,
para ella el hospital no puede funcionar
mejor en un tiempo récord. "A mi me parece excepcional",
indica.
Aún así, la primera sensación al entrar en el pabellón 5, fue
"impactante": "En un espacio grandísimo se
han colocado unas 250 camas. Como dice una doctora que trabaja allí: “Un mar de camas que parecen barcas
salvando a pacientes, intentando que no naufraguen”. Para mí es como entrar en un Santuario. Un
pabellón diáfano que se llena de belleza porque Él está caminando con
nosotros. Es una Obra de caridad gigante donde es sencillo reconocerle presente. Seguro que esto no estaba en la mente de los que lo
construyeron, pero para mí es esto", escribe. La foto describe su
experiencia.
Pacientes
con miedo pero agradecidos
Puri mira
con ojos de fe su encuentro con los enfermos, personas contagiadas llenas de
incertidumbre, solas, sin la compañía de su familia. En estos diez días,
ha visto morir a personas, ha mirado a los ojos de los pacientes asustados,
llenos de lágrimas, pero esperanzados, sin quejarse, y sobre todo, muy
agradecidos.
"Hay personas que han estado hasta 3 días en una silla de un
hospital, con problemas para ir al baño, comiendo dos sanwich en todo el día.
La soledad ha sido su compañía y muchos de ellos se han aliviado unos a otros. Cuando fueron trasladados a Ifema, han
encontrado más acompañamiento, más humanidad", relata.
En estas dos semanas ha experimentado vivencias preciosas de
pacientes, que son un canto a la humanidad. Como el de un hombre que cuando le
dieron el alta, fue a despedirse de otro paciente, al que conoció durante los
tres días que ambos estuvieron sentados en una silla, sin apenas poder recibir
atención sanitaria, en un hospital de Madrid.
La primera semana
del pabellón 5
La primera
semana en el pabellón 5, aquel pabellón inmenso de camas una detrás de otra,
cuenta su peripecia con el traje de protección: "Todos los sanitarios
íbamos enfundados con un traje diseñado para el virus del ébola, (cómo se ve en la foto) con
doble guante, mascarilla y pantalla en la cara. Como con aquel traje casi no se
podía maniobrar, se ha sustituido ese Equipo de Protección Individual (EPI) por
otro más cómodo y con mayor posibilidad de movimiento".
Ella
considera que, a pesar de lo que se dice, están perfectamente protegidos. "Personalmente,
creo que, en cuanto a protección se refiere, no estamos arriesgando nuestra
salud. También es verdad que cada uno tenemos que poner de nuestra parte:
desvestirnos con cuidados, lavarnos las manos y echar nuestra ropa a lavar
diariamente", relata la enfermera, que ayer atendió a RC en su día de
libranza. Su turno es de 3 de la tarde a 10 de la noche.
Pabellón 7:
más intimidad para los pacientes
Ahora en el
pabellón 7, la situación se ve también de otra manera. "Hay espacios para
diez pacientes que están separados por mamparas con el fin de proporcionar más
intimidad entre ellos". En este pabellón atiende a pacientes contagiados
que no están en UCI, pero que necesitan oxígeno y medicación. En cada control
hay 50 pacientes dos médicos y cuatro enfermeros. Pero se han dispuesto
habitáculos que albergan a diez pacientes, separados por mamparas.
"No se pueden ir a casa porque necesitan respiradores con
oxígeno para combatir la neumonía, una vigilancia constante. El coronavirus les
afecta a los pulmones. Además, son pacientes con otras patologías de base que
necesitan control", explica.
Recibió la
unción de enfermos
Entre las
pacientes que ha visto morir, relata la historia de de una mujer del Camino Neocatecumenal.
"El sábado pasado una mujer de 57 años que era del Camino, pidió recibir
la unción de enfermos que la recibió del capellán. Creo que no tenía ninguna
patología anterior. Un día antes su familia pudo ir a verla. Una pena grande.
El 70% de los enfermos son mayores de 65 años, pero hay un 30% que son más jóvenes".
El equipo de capellanes aguardan en una sala de oración dispuesta en
Ifema sin el Santísimo, y esperan por si les llaman del control de enfermería a
petición de algún paciente. "El otro día, el capellán me dijo que buscara
a una mujer nigeriana joven para decirle que su hijo de 5 años estaba bien
atendido en los servicios sociales. No tienen a más familia aquí",
relata.
Compañerismo
entre el personal sanitario
Como Puri,
muchos descubren lo que hay de positivo en esta pandemia. "Creo que se ha
reavivado el compañerismo en nuestra profesión, algo que parecía se estaba
perdiendo. Yo veo a grandes profesionales
en todos mis compañeros".
La carta que Puri escribió cuando comenzó a trabajar de voluntaria
en el Pabellón 5, está llena de esperanza y de fe en Cristo. Este es el texto
completo.
Fuente: ReligionConfidencial