El 6 de octubre de 1791 murió santamente. Y al año 1867 el Sumo Pontífice la declaró santa
Dominio público |
La mamá era una mujer extraordinariamente piadosa, la cual antes del
nacimiento de la niña, ante los tratos tan violentos de su esposo y ante el
misteriosos sueños que había tenido, le consultó el caso a San Francisco
Jerónimo, el cual le profetizó que tendría una hija a la cual Dios le hablaría
por medio de revelaciones.
Desde
muy pequeñita fue obligada por su padre a trabajar muchas horas cada día en su
taller de hilados. Pero la mamá aprovechaba todo rato libre para leerle libros
piadosos y llevarla al templo a orar.
El párroco, admirado de su piedad y
viendo que se sabía de memoria el catecismo, la admitió a los 8 años a la
Primera Comunión, y al año siguiente la encargó de preparar a varios niños.
Las
demás obreras de la fábrica comentaban: "María Francisca trabaja las
mismas horas que nosotras y hace el doble de hilados que las demás. ¿Qué será?
¿Vendrá su ángel de la guarda a ayudarla?." Y empezó a correr la noticia
de que esta jovencita recibía especiales ayudas del cielo. Lo cierto es que
cada día dedicaba cuatro o más horas a rezar, leer y meditar. Y cada mañana
asistía muy devotamente a la Santa Misa.
Un
domingo por la tarde, mientras preparaba unos niños a la Primera Comunión, de
pronto se quedó callada como mirando a lo lejos y luego dijo: "José,
Josecito: corra a su casa que su mamá lo está necesitando. Vaya allá
enseguida". El niño salió corriendo y encontró que a la mamá le había dado
un ataque y al caer había lanzado una lámpara encendida sobre un poco de ropa y
se iba a producir un incendio. A tiempo pudo apagar las llamas y salvar la vida
de su mamá. La noticia corrió por todo el barrio, y la gente empezó a comentar
que a esta muchacha le enviaba Dios mensajes extraordinarios.
Como
era hermosa, el papá le consiguió un novio de clase rica. Pero María Francisca
le dijo que ella había prometido a Dios conservarse soltera y virgen para
dedicarse a la vida espiritual y a ayudar a salvar almas. El papá estalló en
cólera y le dio violentos azotes. La encerró en una pieza a pan y agua por
varios días. La jovencita aprovechó este encierro y este ayuno para dedicarse a
orar y a meditar y a hacer penitencia. La mamá logró hacer que un padre
franciscano viniera a la casa y convenciera al furibundo papá para que dejara
en libertad a su hija para escoger el futuro que más le agradara. El religioso
logró convencer a Don Francisco Galo a que permitiera que su hija se dedicara a
la vida espiritual, en vez de obligarla a contraer matrimonio.
El
8 de septiembre de 1731 recibió el hábito de Terciaria franciscana y siguió
viviendo en su casa, pero con comportamientos de religiosa.
Como
la gente comentaba que esta muchacha avisaba el futuro y leía las conciencias,
un hombre de negocios le propuso a don Francisco que aprovechara las cualidades
de su hija para conseguir mucho dinero. El papá le propuso entonces a María
Francisca que se dedicara a adivinar la suerte a los demás y cobrara las
consultas. Ella le dijo: "¿Papá, es qué has creído que yo soy
adivina?" "No eres adivina", le respondió él, "pero eres
una santa y lograrás que Dios te comunique el futuro de la gente". La
joven le dijo humildemente: ¡Papá, yo no soy una santa. Yo soy una pobre
criatura que lo único que hace es tratar de rezar con fe, pero no soy la que tú
te estas imaginando. Y además nunca negociaré con lo que es de la religión!
Entonces
el papá la castigó ferozmente a latigazos y a duras penas la mamá logró sacarla
de sus manos. La joven corrió aterrorizada a casa del Sr. Obispo, el cual se
fue ante el juez y logró que a ese hombre le pusieran una sentencia de que si
en adelante azotaba a su hija tendría que pagar una multa. Esto hizo que no la
azotara más.
María
Francisca era muy devota de la Pasión de Cristo, por eso al hacerse terciaria
Franciscana tomó el nombre de María Francisca de las Cinco llagas. Y pasaba
horas y horas meditando en la Pasión y Muerte de Jesús.
Frecuentemente
mientras estaba en oración entraba en éxtasis (suspensión de la actividad de
los nervios y de los sentidos, acompañada con visiones sobrenaturales). La Sma.
Virgen se le aparecía y le traía mensajes. Pero también el demonio se le
presentaba en forma de perro rabioso que la aterrorizaba. Afortunadamente
descubrió que al hacer la señal de la cruz, y al pronunciar los nombres de
Jesús, José y María lograba que el demonio saliera huyendo. Este fue el consejo
que le oyó un día al crucifijo: "Cuando te asalten los ataques de los
enemigos del alma haz la señal de la cruz, y además de invocar los nombres de
las tres divinas personas de la Sma. Trinidad, debes decir varias veces:
"Jesús, José y María".
Una
señora la invitó a visitar un enfermo, pero la llevó a una casa en donde se
efectuaba un baile inmoral. Ella huyó precipitadamente y se libró de la
corrupción.
Cuando
la mamá se le murió, María Francisca se dio cuenta de que ante el temperamento
tan violento de su padre, ella tenía que abandonar el hogar. Y un santo
sacerdote le permitió que fuera atenderle la casa cural. Allí estuvo los
últimos 38 años de su existencia, y ese tiempo le sucedieron muchos hechos
misteriosos.
Un
día estaba barriendo la sacristía cuando oyó una voz que le decía: "María
Francisca, huya, salga huyendo rápido". Ella salió corriendo y minutos
después se desplomó el techo de la sacristía. Así salvó su vida.
Cuando
rezaba el viacrucis iba sufriendo algunos dolores parecidos a los que Jesús
sufrió en el Huerto de los Olivos, en la flagelación, en la coronación de
espinas, al llevar la cruz a cuestas y al ser crucificado. Cada Viernes Santo
entraba en agonía como si estuviera muriendo en una cruz. Y todo esto lo
ofrecía por la conversión de los pecadores, y el descanso de las benditas almas
del purgatorio. Las gentes decían: "María Francisca saca más almas del
purgatorio ella sola con sus sufrimientos, que todos nosotros con nuestras
oraciones".
Unos
de los fenómenos más extraordinarios de esta santa sucedieron durante la
comunión. En tres ocasiones la Santa Hostia voló a posarse en sus labios. Una
vez mientras el sacerdote decía: Este es el Cordero de Dios… la hostia que él
tenía en la mano salió volando y fue a colocarse en la boca de la santa. Otra
vez voló desde el Copón, y una tercera vez, al partir el celebrante la hostia
grande, un pedazo de ella voló hacia la fervorosa mística que estaba aguardando
turno para comulgar.
En
la Navidad de 1741, el Niño Jesús le habló y le dijo: "Quiero que seamos
amigos para siempre". Fue tan grande la emoción de ella al oírle esto a
Nuestro Señor, que quedó ciega por 24 horas. Después recobró otra vez la vista
y el resto de su vida lo dedicó por completo a amar a Jesús y a hacerlo amar
por los demás.
Le
aparecieron las cinco llagas o heridas de Jesús en su cuerpo. Su salud era muy
defectuosa y las enfermedades la hacían sufrir enormemente. Cuando su padre
estaba moribundo le pidió a Dios que le pasara a ella los dolores que el pobre
hombre estaba padeciendo, y así sucedió con espantables sufrimientos para la
santa mujer. Pero con estos sufrimientos logró convertir a su papá y a muchos
pecadores más. En sueños veía a varias almas del purgatorio que le suplicaban
ofreciera por ellas sus sufrimientos ya sí lo hacía.
Muchas
personas la trataron muy mal y ella ofrecía con paciencia estos malos tratos
rezando por quienes le ofendían, y tratando bien a quienes le trataban mal. Las
gentes murmuraban contra ella y le inventaban lo que no era cierto, pero ella
callaba, para asemejarse a Jesús que callaba en su Pasión. A su director
espiritual le dijo un día: "He sufrido en mi vida todo lo que una persona
humana puede sufrir. Pero todo ha sido por amor a Dios". Y le añadía:
¡Padre, sean muy bondadosos con las personas que los vienen a consultar. No
sean duros con nadie!.
Anunció
que iban a llegar muy pronto unos sufrimientos terribilísimos para la Iglesia Católica
(y en aquellos años llegaron las feroces persecuciones de la Revolución
Francesa que ocasionaron tantísimas muertes de católicos). Pidió a Dios que no
permitiera que ella presenciara estos desastres, y murió cuando estaban
empezando.
El
6 de octubre de 1791 murió santamente. Y al año 1867 el Sumo Pontífice la
declaró santa.
A
un sacerdote le prometió que se le aparecería pocos días antes de que él se
muriera. Así lo hizo. Se le apareció y a los tres días murió el padre.
María
Francisca: enséñanos a amar a Jesús Crucificado con el amor con el que lo
amaste tú.
Fuente: EWTN