Renovación
Carismática Católica
La
Renovación es una corriente de gracia que, suscitada por el Espíritu Santo, ha
surgido dentro de la Iglesia, y renueva las gracias de los sacramentos de la
iniciación cristiana, actualiza las experiencias y gracias de Pentecostés y
tiende a transformar toda la vida cristiana.
Por
medio del Bautismo en el Espíritu, el mismo Espíritu de Dios nos conduce a un
encuentro personal con Cristo resucitado, que es lo que realmente transforma la
vida, nos hace auténticos cristianos y nos lleva a vivir de manera vivencial la
realidad del Cuerpo de Cristo.
La
Renovación Carismática Católica (RCC) es una conversión y entrega
constante a Dios, una docilidad creciente al Espíritu Santo. De allí que para
la Iglesia, la Renovación es un Pentecostés actual para renovar la Iglesia de
hoy. La RCC, más que ser un movimiento en la Iglesia, es la Iglesia en
movimiento.
En
ese sentido se expresó el cardenal J. Suenens cuando escribió en su Carta
Pastoral para Pentecostés de 1973 lo siguiente: “Digamos de una vez que no
se trata de un Movimiento nuevo en el sentido usual del término, sino de una
corriente de gracias que el Espíritu Santo hace surgir por todas partes. La
Renovación Carismática no es un movimiento, sino el moverse del Espíritu
Santo”.
Personas
de todas las clases sociales y todas las pobrezas descubren a Cristo no cómo un
Dios lejano que se encarnó un día en la Historia, sino como alguien vivo y
resucitado que es centro de su vida.
Sin
fundador, sin especiales compromisos, la Renovación nos ha permitido descubrir
de nuevo esa profundidad del corazón donde Dios vive. Y, con ella, el asombro
de las conversiones personales, el resurgir de la oración, la lectura
enriquecedora de la Biblia y la liberación alegre de la alabanza.
Por
eso es posible anunciar hoy a los que tienen sed, a los que buscan, a los que
presienten algo más … que hay un lugar ilusionante y vivo en la Iglesia: LA
RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA.
La
forman grupos de todas las edades y condiciones -casados, solteros, religiosos,
jóvenes y mayores- que desean vivir la buena noticia del Evangelio dando al
mundo un testimonio de luz y esperanza.
Juan
Pablo II definió así la Renovación Carismática:
“ES
UNA MANIFESTACIÓN ELOCUENTE DE LA VITALIDAD SIEMPRE JOVEN DE LA
IGLESIA, UNA EXPRESIÓN VIGOROSA DE LO QUE EL ESPÍRITU ESTÁ DICIENDO A LAS
IGLESIAS AL FINAL DEL SEGUNDO MILENO”.
Para
comprender la Renovación en el Espíritu, hay que asomarse a la experiencia de
los Apóstoles en Pentecostés. El Cenáculo es el lugar donde los cristianos se
dejan transformar por la oración, en torno a María, para acoger al Espíritu. Y
es también el lugar de donde salen para llevar “hasta los confines de la
tierra” el fuego de Pentecostés. La misión de la Renovación Carismática es
hacer presente hoy en el mundo la experiencia de Pentecostés. Confirma así su
vocación de servicio a la Iglesia, que fue enriquecida con los carismas del
Espíritu desde su nacimiento en el Cenáculo.
El
Papa Francisco confirmó el Carisma de la Renovación Carismática en las palabras
que pronunció con motivo de la celebración del 50 aniversario: “Compartir con
todos en la Iglesia el bautismo en el Espíritu Santo, alabar al Señor sin
cesar, caminar juntos con cristianos de diferentes iglesias y comunidades
cristianas en la oración y en la acción por los más necesitados; servir a los
más necesitados y enfermos, esto espera la Iglesia y el Papa de vosotros,
Renovación Carismática Católica, de todos vosotros, de todos vosotros que
habéis entrado en esta corriente de gracia”.
¿Cómo surge? ¿Cuál es su
historia? ¿Quién o quienes lo fundaron?
La
historia de la Renovación Carismática Católica está unida al concilio Vaticano
II y al papel que en él se asigna a los laicos dentro de la Iglesia. En 1961,
Juan XXIII lo convocaba orando así al Espíritu Santo: «Renovad en nuestra
época, como en un nuevo Pentecostés, vuestras maravillas…»
El
18 de febrero de 1967, treinta estudiantes y profesores de la universidad de
Duquesne en Pensylvania, hacían un retiro espiritual para profundizar en la
fuerza del Espíritu, dentro de la Iglesia primitiva, ausente en el cristianismo
que ellos veían languidecer. La llamada tuvo una respuesta sorprendente: «Lo
que empezó allí, gracias a Él – explicó David Mangan- fue una capacidad nueva
para estar a su escucha… «Dios tomó de su mano el formarme para lo que Él
quería de mi».
La
experiencia de la efusión del Espíritu se repitió en las universidades de
Notre-Dame, en South Bend, Indiana, y en Michigan.
Grupos
que nadie planeaba, ni convocaba, se multiplicaron como pequeñas luces en un
estadio. Era la libertad del Espíritu que estallaba por todas partes: «la libertad
de los hijos de Dios».
Con
vitalidad sorprendente, la Renovación Carismática se ha difundido por todo el
mundo y en todas las confesiones cristianas, alcanzando en la Iglesia Católica
la cifra de 72 millones.
Fuente:
Pueblo de Dios en Salida