MEDITACIÓN DIARIA: SÉPTIMO DÍA DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

RECUPERAR EL TIEMPO PERDIDO

Dominio público
I.
Un día de balance. Nuestro tiempo es breve. Es parte muy importante de la herencia recibida de Dios.
      
II. Actos de contrición por nuestros errores y pecados cometidos en este año que termina. Acciones de gracias por los muchos beneficios recibidos.
      
III. Propósitos para el año que comienza.

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. 

La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. 

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: - «Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Juan 1,1-18).

I. Hoy, es un buen momento para hacer balance del año que ha pasado y propósitos para el que comienza. Buena oportunidad para pedir perdón por lo que no hicimos, por el amor que faltó; buena ocasión para dar gracias por todos los beneficios del Señor. La Iglesia nos recuerda que somos peregrinos y que durante esta vida nos dirigimos hacia la eternidad.

El tiempo es una parte importante de la herencia recibida de Dios; es la distancia que nos separa de ese momento en el que nos presentaremos ante nuestro Señor con las manos llenas o vacías. Sólo ahora podemos merecer para la eternidad. Pasado este tiempo, ya no habrá otro. Esta vida, en comparación con la que nos espera, es como una sombra, nos dice San Pablo (1 Corintios 7, 31).

Hoy podemos preguntarnos si nuestro tiempo ha sido aprovechado o, por el contrario, ha sido un año de ocasiones perdidas en el trabajo, en el apostolado, en la vida de familia; si hemos abandonado con frecuencia la Cruz, porque nos hemos quejado ante la contradicción o lo inesperado.

II. Al hacer examen es fácil que encontremos, en este año que termina, omisiones en la caridad, escasa laboriosidad en el trabajo profesional, mediocridad espiritual aceptada, poca limosna, egoísmo, vanidad, faltas de mortificación en las comidas, gracias del Espíritu Santo no correspondidas, intemperancias, malhumor, mal carácter, distracciones voluntarias en nuestras prácticas de piedad...

Son innumerables los motivos para terminar el año pidiendo perdón al Señor, haciendo actos de contrición y desagravio. Y también terminar el año agradeciendo al Señor la gran misericordia que ha tenido con nosotros y los innumerables beneficios que nos ha dado, muchos de ellos desconocidos por nosotros mismos. Y junto a la contrición y el agradecimiento, el propósito de amar más a Dios, y de luchar más por adquirir las virtudes y desarraigar nuestros defectos, como si fuera el último año que el Señor nos concede.

III. El año que comienza nos traerá, en proporciones desconocidas, alegrías y contrariedades. Un año bueno, para un cristiano, es aquel en que unas y otras nos han servido para amar un poco más a Dios. Un año bueno es aquel en el que hemos servido mejor a Dios y a los demás, aunque en el plano humano haya sido un desastre.

Pidamos a la Virgen la gracia de vivir este año que comienza luchando como si fuera el último que el Señor nos concede.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Fuente: Almudi.org