¡SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE!
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| Dominio público |
“En
aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: - Auméntanos la fe.
El Señor contestó: - Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?» ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lucas 17,5-10).
I. La Primera lectura
de la Misa nos dice que aun cuando en ocasiones pueda parecer que triunfa el
mal y quienes los llevan a cabo (Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4), como si Dios no
existiera, llegará a cada uno su día y se verá que realmente ha salido vencedor
quien ha mantenido su fidelidad al Señor. Vivir de fe es entender que Dios nos
llama cada día y en cada momento a vivir, con alegría, como hijos suyos, siendo
pacientes y teniendo puesta la esperanza en Él.
En la Segunda lectura, San Pablo exhorta a Timoteo a
mantenerse firme en la vocación recibida y a llenarse de fortaleza para
proclamar la verdad sin respetos humanos. La fortaleza ante un ambiente adverso
y la capacidad de dar a conocer, en cualquier lugar, la doctrina de Cristo,
viene determinada por la vida interior, por el amor a Dios, que hemos de avivar
continuamente, como una hoguera, con una fe cada vez más encendida. ¡Qué fuerza
comunica la fe! Con ella superamos los obstáculos de un ambiente adverso y las
dificultades personales, difíciles de vencer.
II. Existe una fe
muerta, que no salva: es la fe sin obras (Santiago 2, 17), que se muestra en
actos llevados a cabo a espaldas de la fe, en una falta de coherencia entre lo
que se cree y lo que se vive. Existe también una “fe dormida” que todos
conocemos con el nombre de tibieza. Necesitamos nosotros una fe firme, que nos
lleve a alcanzar metas que están por encima de nuestras fuerzas y que allane
los obstáculos y supere los imposibles en nuestra tarea apostólica.
Los Apóstoles, conscientes de su fe escasa, le piden a
Jesús: Auméntanos la fe (Lucas 17, 5). Así lo hizo el Señor. También nosotros
nos encontramos en ocasiones faltos de fe, como los Apóstoles, ante
dificultades, carencia de medios... Tenemos necesidad de más fe. Y ésta se
aumenta con la petición asidua, con la correspondencia a las gracias que
recibimos, con actos de fe.
III.
¡Señor, auméntanos la fe! ¡Qué estupenda jaculatoria para que se la repitamos
al Señor muchas veces! Y junto a la petición, el ejercicio frecuente de esta
virtud. Muchos actos de fe henos de hacer en la oración y en la Santa Misa:
diremos como Santo Tomás en el momento de la Consagración: “Tú eres el rey de
la gloria, Tú eres el Hijo sempiterno del Padre”.
O diremos como el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer: “Te
adoro con devoción, Dios escondido” No nos sorprendamos por nuestra debilidad.
Imitemos a los Apóstoles. Pidamos la fe con humildad. Nuestra Madre Santa María
será siempre nuestro punto de apoyo donde encontrará firmeza la fe y la
esperanza, especialmente cuando nos sintamos más débiles y necesitados.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org
