“La Iglesia confiesa
su fe en los Ángeles Custodios, venerándolos en la liturgia con una fiesta
especial, y recomendando el recurso a su protección con una oración frecuente”,
señaló una vez San Juan Pablo II en una de sus catequesis sobre
los ángeles
Aquí 8 razones para que nunca olvides a tu Ángel de la Guarda,
cuya fiesta es el 2 de octubre.
1. Te acompaña desde la
concepción
Cada ser humano desde el momento de su concepción tiene un Ángel
de la Guarda. Dice el Catecismo en el numeral 336: “Desde su comienzo
hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su
intercesión”. Asimismo, añade una frase de San Basilio Magno: “Nadie podrá
negar que cada fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor para
conducir su vida”.
Con estas afirmaciones se entiende que la misión del Ángel de la
Guarda es la de velar por cada uno, protegiéndonos de los peligros y alentando
nuestra vida en Cristo. Por ello San Juan María Vianney (el Cura de Ars)
indicaba: “Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma cuando va
a Misa”.
2. Su existencia no es un
invento ni un cuento infantil, se fundamenta en la Biblia
La existencia de los ángeles, una verdad de fe. En la Biblia,
desde el Antiguo Testamento hay numerosas citas que hablan de los ángeles que
custodian, como en Éxodo (23, 20-21): “Yo voy a enviar un Ángel delante de ti,
para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he
preparado. Respétalo y escucha su voz”.
De igual manera en el Nuevo Testamento, Jesús dice (Mt. 18,10):
“Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que
sus Ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre
celestial”.
3. Son compañeros cercanos de
los Santos
Muchos santos han dado testimonio de la inseparable relación que
tuvieron con sus Ángeles Custodios. Entre ellos tenemos a San Francisco de
Sales, Santa Teresita del Niño Jesús, San Pío de Pietrelcina, San Josemaría
Escrivá, etc.
Se dice que Santa Francisca Romana (1384-1440), patrona de los
conductores, tuvo la fortuna de ver a su Ángel de la Guarda, quien velaba por
ella día y noche. La santa lo describe así: “Era de una belleza increíble, con
un cutis más blanco que la nieve y un rubor que superaba el arrebol de las
rosas”.
“Sus ojos, siempre abiertos tornados hacia el cielo, el largo
cabello ensortijado tenía el color del oro bruñido. Su túnica llegaba al suelo
y era de un blanco algo azulado y, otras veces, con destellos rojizos. Era tal
la irradiación luminosa que emanaba de su rostro, que podía leer maitines en
plena media noche”.
4. Es tu protector en los
momentos difíciles
En el siglo IV San Basilio Magno decía que "todo fiel tiene a
su lado un Ángel como protector y pastor, para llevarlo a la vida". Por su
parte, San Bernardo de Claraval enseñaba que los Ángeles Custodios son
demostración de que "el cielo no descuida nada que pueda ayudarnos",
por lo cual pone "a nuestro lado estos espíritus celestes para que nos
protejan, nos instruyan y nos guíen".
En una ocasión San Juan Bosco narró que el día de la fiesta del
Ángel de la Guarda, recomendó a sus muchachos que en los momentos de peligro
invocaran a su Ángel Custodio. En aquella semana dos jóvenes obreros estaban en
un andamio altísimo alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla y
ambos se vinieron abajo.
Uno de ellos recordó el consejo del santo y exclamó: “¡Ángel de mi
guarda!”. Cayeron sin sentido y cuando sus compañeros fueron a verlos,
encontraron que uno había muerto, pero el que había invocado al Ángel Custodio
recobró el conocimiento y subió la escalera del andamio como si nada le hubiera
pasado. Luego el muchacho contó que al invocar a su ángel sintió que le ponían
por debajo una sábana, que lo bajaban suavemente y que después de eso ya no
recordaba más.
5. Son poderosos servidores
de Dios
El Catecismo en el numeral 329 especifica que “con todo su ser,
los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan
‘constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos’ (Mt 18, 10), son
‘agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra’ (Sal 103, 20).
San Bernardo Abad en uno de sus sermones indicó que “ellos, los
que nos guardan en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y
menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué
espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y
viviremos así a la sombra del Omnipotente”.
6. Son veloces cuando se les
llama
Santo
Tomás de Aquino detalló en la Summa Theologica que “la rapidez de movimiento
del ángel no se mide por la cantidad de su poder, sino de acuerdo con la
determinación de su voluntad”.
Los
ángeles no están obligados por un cuerpo material como nosotros, para que
puedan moverse muy rápido, a la velocidad de “pensamiento”. Si se le pide al
ángel Custodio que ayude a alguien más, este estará de vuelta inmediatamente.
7.
La veneración a los Ángeles Custodios es legítima
En
el 2002 la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
declaró en el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia que la devoción
popular a los Santos Ángeles “es legítima y buena”.
Sin
embargo, precisó, el fiel debe tener cuidado con algunos pensamiento erróneos,
como: “creer que el mundo y la vida están sometidos a una lucha incesante entre
Ángeles y demonios, en la cual el hombre resulta arrollado por poderes
superiores a él, ante los que no puede hacer nada; o interpretar de una manera
esquemática y simplista, casi infantil, algunas acontecimientos de su vida
atribuyendo al Maligno incluso las pequeñas contradicciones, y por el
contrario, al Ángel Custodio los éxitos y logros”.
También
hay que rechazar, señala, “el uso de dar a los Ángeles nombres particulares,
excepto Miguel, Gabriel y Rafael, que aparecen en la Escritura”.
8.
Se les puede invocar en todo momento y lugar
Se
les puede invocar en todo momento. Sin embargo, la tradición de la Iglesia
recomienda saludar e invocar al Ángel de la guarda durante el día,
especialmente con las siguientes oraciones:
Ángel
de Dios, que eres mi custodio, pues la bondad divina me ha encomendado a ti,
ilumíname, guárdame, defiéndeme y gobiérname. Amén.
Oración
II
Ángel
de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me
dejes solo que me perdería. Hasta que amanezca en los brazos de Jesús, José y
María Amén.
Fuente: ACI