"El divorcio para mí fue un infierno. Fui educado en un ambiente en que la familia lo era todo, en que hay que hacer sacrificios para sacarla adelante, amarla y respetarla por sobre todas las cosas"
Archivo personal |
Tommy es un chico de 22 años que
proviene de una familia común y corriente. Tiene un hermano con quien lleva una
relación armoniosa y unos padres que apoyan sus sueños.
Terminó una primera carrera en
biología y psicología con los máximos honres posibles: “Summa Cum Laude”.
Actualmente estudia la carrera de medicina y desea especializarse en
psiquiatría.
Al parecer no hay nada de
extraordinario en esto.
Sin embargo, no toda su vida ha
sido miel sobre hojuelas y para llegar hasta este punto tuvo
que vivir el infierno en persona, como él mismo le llama a esa
experiencia que más adelante él mismo nos comparte.
“Soy Tommy, un hijo de Dios y un
futuro Doctor, si es su voluntad. Intento ser una persona con mucho amor.
Deseo
seguirme educando y buscar siempre la “Verdad”, con una intención consciente de seguirla
y hacerla parte de mi vida. Siempre he sido muy curioso y eso me ha ayudado a
dedicar tiempo a buscar respuestas.
Fui un niño a quien le iba muy
bien en el colegio, pero también era muy inquieto y hasta
travieso, por lo que mis papás procuraban tenerme muy activo. No medía las
consecuencias. Tanto fue así que tuve varios accidentes serios.
Crecí
junto a mi familia siempre unida. Tuvimos varias mudanzas, lo que implicaba nueva casa, colegio,
amigos, nuevo todo… La única constante era mi familia junta. Fue una
niñez muy feliz de la cual no tengo queja, sino muchas
gratas memorias.
Mis padres, mi ejemplo de vida. Mis
papás han tenido toda la influencia en mí. Son las
personas que más admiro. Ellos me criaron y con ellos buscaba aprender y a
responder a preguntas que tenía.
Ellos fueron mi ejemplo de cómo
ser como persona, como mamá, como papá. Lo bueno y lo malo lo aprendí de ellos.
También del mundo, pero lo que allá veía lo traía a casa para que me fuera bien
informado.
Aún hoy, aunque yo soy quien
toma sus propias decisiones, ellos siguen teniendo mucha influencia sobre mí
porque los respeto mucho.
Además, estar
cerca de ellos me hace muy consciente de la humanidad y de la fragilidad de la
vida. Ver a tus papás que no son inmortales, tener dolores y
cansancio me hace abre los ojos a la gratitud.
Y un día desperté del sueño de
mi familia perfecta. Todo comenzó cuando me di cuenta de que
entre mis papás había problemas y empeoró cuando me enteré de que se iban a
divorciar.
Como mencioné antes, entre
tanta mudanza y pérdidas lo único constante era mi familia y al divorciarse ya
no tenía nada estable, un piso firme en quien apoyarme.
Mi
mamá, mi héroe me falló… Cuando
tenía 13 años ella se fue de la casa con el pretexto de estar
cerca de su hermana quien tenía cáncer. Y aunque sí era
verdad, esta no era la única razón.
Me quedé sin mamá por un par de
años. Luego, el siguiente año mi hermano se fue a vivir con ella. La
relación con mi papá se tornó hostil. Había muchos
problemas familiares y personales.
Mientras tanto yo seguía
estudiando en un colegio con un programa para alumnos de IQ elevado y me iba
muy bien, pero a partir del divorcio de mis papás todo se vino abajo: no me
enfocaba, me distraía mucho con los videojuegos porque estos eran mi
escape.
Caí en depresión clínica;
no salía, no comía y me quedaba despierto o a veces no dormía por jugar. Nada
estaba bien conmigo. Dejé de ir al colegio…
Recuerdo que un día
la policía tuvo que ir a sacarme de casa para obligarme a regresar al colegio.
Casi no logro graduarme de prepa. Ni siquiera había metido solicitudes para
estudiar carrera.
El
divorcio para mí fue un infierno. Fui
educado en un ambiente en que la familia lo era todo, en que hay que hacer
sacrificios para sacarla adelante, amarla y respetarla por sobre todas las
cosas.
Y de repente me salen con que en
la familia a veces ya no se quieren, ya no pueden estar juntos y se vale
deshacerla. ¿¡Qué!? Eso no tenía sentido para mí.
Aunque yo era prácticamente un
niño sí que captaba lo que pasaba. Lo que no sabía era qué hacer con tanto
dolor.
Yo pensaba: ¿cómo puedo confiar
en mis papás si ni siquiera ellos pueden cumplir con la palabra que entre ellos
se dieron de amarse, cuidarse y respetarse siempre?
Y entonces sentí que Dios
intervino… Mi mamá regresó a casa, pero no al hogar, y aunque
los problemas familiares seguían, mis papás no dejaron de apoyarme.
Buscaron ayuda emocional y
espiritual para todos. Tuve la capacidad de darme cuenta y de
aceptar que necesitaba ser ayudado.
Eso me ayudó para comenzar a
tomar responsabilidad de la parte que me correspondía y dejar
de culpar a los demás por lo que me pasaba.
Intenté mejorar y a cambiar
cosas de mi vida y fue cuando me di cuenta de lo mal que estaba mi
relación con Dios.
Y es que había llegado a un
punto de mi vida en que creía que Él no existía porque cómo era
posible que Dios hubiera creado un mundo con tanto dolor para mí.
Me queda claro que Dios siempre
protege a los niños de todos los errores que cometen los padres al destrozarles
la vida con sus decisiones.
El divorcio deja una huella
imborrable que solo Dios puede sanar. Pero… si los padres son los
representantes de Dios en la tierra, entonces, ¿cómo un niño puede saber
aceptar la ayuda de Dios, si ni lo puede llegar a conocer porque los que se
supone deben ser sus ejemplos de vida -sus papás- no lo están siendo?
¿Cómo salí adelante? Lo que
me sacó del hoyo en el que me encontraba fue que mis papás se volvieron a
juntar después de 5 años de separación y de un tormentoso
divorcio.
El
que ellos me volvieran a dar un piso firme, una base segura, una familia unida
en el amor y el perdón fue lo que hoy me permite ser quien soy.
Hay muchos estudios en
psicología que hablan sobre esto, el apego seguro y su
importancia. Ellos me enseñaron lo que es el amor y el perdón incondicional.
Todo eso me ayudó a que hoy
desee ser santo, esa es mi meta mayor. Y para llegar a esa meta elegí la
medicina como profesión.
Además, deseo ser un buen padre
de familia y dedicar mi vida a los demás. Este es mi -nuestro- llamado: servir.
Quiero enseñar a la gente, por
medio de mi servicio y de mi vocación, lo que hace el amor de Dios, un Dios que
nos ama aún en nuestros peores momentos…
Después de mi
experiencia me siento con la capacidad de aconsejar a los padres que pasan por
una crisis matrimonial: ¡No se divorcien!
Y mejor
procesen por qué quieren hacerlo; lleguen a la raíz de su
problema y sánenlo. Y luego, recuerden que juraron ante
Dios y ante la ley, dieron su palabra de que estarían juntos en
lo próspero y en lo adverso.
Por lo
tanto, deben luchar por su matrimonio siempre. Una relación no termina
hasta que alguno de los dos ya no está dispuesto a luchar.
Si tú eres la
parte que lo sigue intentando, aunque la otra no, no te des por vencido. Gran
parte de que mis papás volvieran fue que mi papá nunca se dio por vencido y se
mantuvo firme, amando siempre a mi mamá y respetando la palabra que le dio a
Dios, que se casaba para siempre.
Y él siendo una
roca mi mamá regresó. O sea, cumplan con su palabra, es así de
sencillo… No se casen si no están dispuestos a estar juntos hasta la muerte.
Por muchos
problemas que tenga, todo tiene solución. Nunca se den por vencidos. ¡Qué ejemplo
les dan a sus hijos si lo hacen! Si de verdad los aman tanto, den buen ejemplo
y no les destrocen la vida con sus decisiones.
A los hijos de
padres que pasan por esta experiencia les digo que no es su culpa, nunca es su
culpa, no es posible que lo sea porque ustedes no son los responsables de la
familia en el hogar.
Los
responsables son los padres quienes tienen la obligación de mantener a la
familia unida – siempre que no haya impedimentos graves que aconsejen
la separación. Por mucho que ustedes se comporten de una forma poco
adecuada, todo eso es consecuencia de las acciones de los padres.
Sin embargo, no
es el momento de sentirse o hacerse la víctima, sino buscar salir de ahí, de
ese estado y de decir, este es un ejemplo de vida que no deseo seguir.
Engánchense de
algo. Prometo que no hay nada mejor que hacerlo de Dios y de su amor
incondicional. Mantengan ese pensamiento firme, en ese amor. Este es el primer
paso y el más sencillo: buscar a Dios quien es Amor.
El quedarse
triste en casa es bueno, pero solo para procesar las emociones y no para
quedarse en ese estado. Eso no ayuda a crecer. Por lo tanto, también buscar
ayuda por fuera teniendo la certeza de que no están solos por muy solos que se
sientan. Y siempre recuerden: Dios es mayor que cualquiera de sus problemas.”
Luz Ivonne
Ream
Fuente:
Aleteia