LA LUZ EN EL CANDELERO
II. Prestigio profesional.
III. Como luceros en medio
del mundo.
“Nadie
que ha encendido una lámpara, la oculta con una vasija o la pone debajo de la
cama, sino que la coloca sobre un candelero para que los que entran vean la
luz.
Porque
no hay oculto que no haya de manifestarse y hacerse público. Mirad, pues, cómo
oís: porque al que tiene se la dará, y a todo aquel que no tiene, incluso lo
que piensa tener se le quitará”. (Lucas 8,16-18)
I. Nadie enciende un
candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el
candelero para los que entren tengan luz (Lucas 8, 16-18) Quien sigue a Cristo
–quien enciende un candil- no sólo ha de trabajar por su propia santificación,
sino también por la de los demás.
Vosotros
sois la luz del mundo (Mateo 5, 14) dice en otra ocasión el Señor a sus
discípulos. La luz del discípulo es la misma del Maestro. Sin la luz de Cristo,
el mundo se vuelve difícil y poco habitable. Los cristianos están para iluminar
el ambiente en el que viven y trabajan. No se comprende a un discípulo de
Cristo sin luz.
El
Concilio Vaticano II puso de relieve la obligación del apostolado, derecho y
deber que nace del Bautismo y de la Confirmación (CONCILIO VATICANO II, Lumen
gentium). Este apostolado debe ser continuo, como es continua la luz que
ilumina la casa. Examinemos hoy si los que están cerca de nosotros reciben esa
luz que señala el camino amable que conduce a Dios.
II. El trabajo, el
prestigio profesional, es el candil en el que ha de lucir la luz de Cristo. La
vida entera nos hace entender que sin la diligencia, la laboriosidad y la
constancia de un buen trabajador, la vida cristiana queda reducida a deseos,
quizá aparentemente piadosos, pero estériles, tanto en la santidad personal
como en la influencia que hemos de ejercer a nuestro alrededor.
Desde
el comienzo de su vida pública conocen al Señor como el artesano, el Hijo de
María (Marcos 6, 3). Y a la hora de los milagros la multitud exclama: ¡Todo lo
hizo bien! Lo grande y lo pequeño.
Para
tener prestigio profesional es necesario cuidar la formación continua de la
propia actividad u oficio, y sin apenas darse cuenta el cristiano estará
mostrando cómo la doctrina de Cristo se hace realidad en medio del mundo, en
una vida corriente. Todos tienen derecho a nuestro buen ejemplo.
III. La doctrina de Cristo
se ha difundido a impulsos de la gracia y no a fuerza de medios humanos. Pero
la acción apostólica edificada sobre una vida sin virtudes humanas, sin valía
profesional, sería hipocresía y ocasión de desprecio por parte de los que
queremos acercar al Señor.
San
Pablo escribe a los primeros cristianos de Filipo y les exhorta a vivir como
luceros en medio del mundo. Para llevar la luz de Cristo también hemos de practicar
las normas de la convivencia, que deben ser fruto de la caridad y no solamente
por costumbre o conveniencia.
Todo
esto es parte de la luz divina que hemos de llevar a los demás con nuestra
vida.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org