Belarmino creía que hay un "arte" particular en bien morir que
nos permite realmente "descansar en paz"
Por mucho que tratemos de evitar o “engañar” a la muerte, prolongando nuestras vidas tanto como sea posible, la muerte llegará a tocar a nuestra puerta lo suficientemente pronto. Es ineludible en este mundo, por lo que la pregunta no es si moriremos, sino cómo moriremos.
La muerte es
algo que nos puede llegar inesperadamente, pero eso no significa que no podamos
prepararnos para ella.
Muchos de los
santos trataron de vivir todos los días como si fueran el último, y se
prepararon para la muerte todos los días. Para ellos, la muerte siempre
estaba a la vuelta de la esquina y la recibieron con los brazos abiertos.
En una línea de
pensamiento similar, san Roberto Belarmino escribió un libro en 1619
sobre El arte de morir bien. Detalla lo que creía que era la clave
para prepararse para la muerte, no solo cuando la muerte es inminente, sino más
importante: cuando tenemos buena salud.
Belarmino
reiteró una frase popular que se ha transmitido a lo largo de los siglos:
“El que vive
bien, morirá bien”.
Continúa
explicando:
“Debemos
reconocer que es muy peligroso disuadir hasta la muerte nuestra conversión del
pecado a la virtud: mucho más felices son los que comienzan a cargar el yugo
del Señor” desde su juventud, como dijo Jeremías”.
No podemos
posponer cambiar nuestras vidas hasta que seamos viejos, debemos comenzar a
hacerlo hoy. Belarmino reitera este hecho diciendo: “Esta primera gran
verdad ahora permanece establecida, que una buena muerte depende de una buena
vida”.
Curiosamente,
Belarmino continúa explicando que si deseamos morir bien, primero debemos morir
al mundo.
Para que
podamos vivir bien es necesario, en primer lugar, que muramos al mundo
antes de morir en el cuerpo. No podemos comenzar a vivir para Dios, a
menos que primero muramos al mundo.
¿Qué significa
esto?
El Nuevo
Testamento está lleno de referencias a morir a nuestro pecado, para que
podamos vivir en Jesucristo. Debemos sumergirnos en la muerte del bautismo
para que podamos resucitar a una nueva vida. Si deseamos vivir bien, primero
debemos morir a nuestras formas pecaminosas.
Además de vivir
una vida de virtud, una clave central para morir bien es separarse de todas
las cosas terrenales. Esto requiere un reconocimiento de que cualquier
riqueza que una persona pueda poseer no es para su propio beneficio personal y
que solo es una administradora de tales riquezas.
Belarmino
explica:
“Todo hombre
rico de este mundo debe reconocer que las riquezas que posee … no son suyas:
que si se adquieren con justicia, él es solo el administrador de ellas”.
Esto a menudo
es difícil de poner en práctica ya que la riqueza puede fácilmente generar un
sentido de posesión egoísta. Queremos mantener nuestro dinero y cosas
materiales para nuestro propio beneficio y no compartirlas con otros.
Sin embargo,
una verdadera comprensión cristiana de la riqueza es que es un regalo dado por
Dios para el bien de todos. Solo somos administradores de ese don y tendremos
que proporcionar una cuenta de nuestra administración al final de nuestra vida
en la tierra.
A medida que
avanzamos en nuestra vida cotidiana, recordemos que la muerte está cerca, y si
deseamos morir bien, primero debemos vivir bien.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia