Los
católicos han estado muy presentes en las revueltas de Hong Kong contra la ley
de extradición
Desde el 31 de marzo, Hong Kong es
escenario de manifestaciones contra la ley que permitiría extraditar a sus
habitantes a territorios con los que no se han firmado convenios de extradición,
entre ellos Taiwán y la China comunista.
La región tiene un sistema
administrativo y legal propio dentro de China, en virtud de la transferencia de
soberanía acordada por Margaret Thatcher en 1984 y que entró en vigor el
1 de julio de 1997.
Las marchas y concentraciones han sido duramente
reprimidas por la Policía y a su vez han ocasionado en ocasiones revueltas
de gran trascendencia institucional y de orden público, como la ocupación de la
asamblea legislativa a principios de julio y del aeropuerto a finales.
El
seguimento es masivo y se teme incluso que si las autoridades no son capaces de
controlar las calles, Xi Jinping, que anima un proceso de regreso a las esencias del
maoísmo, decida enviar al ejército chino
para hacerse cargo de la situación.
La Iglesia está participando activamente
en el movimiento, aunque recientemente el obispo auxiliar de Hong Kong, Joseph
Ha Chi-shing, pidió un "alto el
fuego" de dos o tres meses para calmar las cosas y buscar
un diálogo fructífero.
El
importante factor católico
Los católicos son solo un 5% de la
población, pero tienen "un poder desproporcionado en la política, la
cultura y los medios", señala Massimo Introvigne, católico experto
en sociología de las religiones y director de Cesnur (Centro de
Estudios sobre las Nuevas Religiones, por sus siglas en inglés). En un artículo
titulado Las protestas en Hong
Kong: el factor católico, publicado en Bitter
Winter, portal que promueve la libertad religiosa y los
derechos humanos en China, Introvigne recuerda, por ejemplo, que la propia jefa
ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, "cuyos posicionamientos
favorables al Partido Comunista Chino [PCC] encendieron las protestas", es
católica y consulta habitualmente a los obispos cuestiones de gobierno.
Pero, sobre todo, "Hong Kong es un
puente tradicional entre el Vaticano y China" y donde había mayor
oposición a un acuerdo entre ambos estados. El cardenal Joseph Zen,
obispo de Hong Kong entre 2002 y 2009, había constituido -explica Introvigne-
un buen tándem con el arzobispo salesiano Savio Ho Tai-fai, "el
prelado chino más influyente en la Curia Romana, donde servía desde 2010 como
secretario para la Congregación para la Evangelización de los Pueblos".
Allí tenían el apoyo de monseñor Ettore Balestrero, firme bastión
anticomunista, puntal de la Secretaría de Estado como subsecretario para las
Relaciones con los Estados. Pero dos días después de la renuncia de Benedicto
XVI fue enviado como nuncio a Colombia.
Cambio
de orientación
Cuando Francisco fue elegido Papa en
marzo de 2013, situó entre sus prioridades alcanzar un acuerdo con Pekín. En
2009 a Zen le había sucedido el cardenal John Tong Hon, "menos
beligerante que Zen contra el Partido Comunista Chino y (a diferencia de su
predecesor) poco inclinado a criticar al Vaticano sobre cualquier punto".
En 2014, Francisco le nombró dos auxiliares, el citado monseñor Ha
Chi-shing, franciscano, contrario al PCC, y Stephen Lee Bun-Sang,
miembro del Opus Dei, más favorable al acuerdo. En 2016 monseñor Ho Tai-fai fue
enviado como obispo a Guam.
Al mismo tiempo, monseñor Bun-Sang fue
designado obispo de Macao, también región administrativa especial,
para lo que habría recibido "el visto bueno del PCC".
En 2017, el cardenal Tong, de 78 años,
dejó la sede de Hong Kong, y fue sustituido por Michael Yeung, muy
próximo a Carrie Lam: "Es difícil evitar la impresión de que fue nombrado
para impulsar el acuerdo Vaticano-China
que se firmaría en 2018". Pero Yeung fue un poco lejos en su entusiasmo
con el acuerdo, comenta Introvigne, hasta el punto de casi apoyar la
destrucción de cruces, poniendo en apuros al Vaticano. También porque es un
decidido adversario del lobby LGBTIQ+, demostrando, sostiene el experto
(como en el caso de Bun-Sang), que en China no tienen necesariamente que ir de
la mano los posicionamientos doctrinales (conservadores
o progresistas) con
los políticos (anti-
o pro- Pekín,
respectivamente).
Una
sorpresa... ¿y otra más?
Al morir Yeung el pasado 3 de enero a los
72 años, el Papa "sorprendió a todos" y en vez de decantarse
por Bun-Sang o Chi-shing, que parecerían los sucesores naturales, pidió a Tong,
ya octogenario, volver al puesto mientras se cubre la vacante.
Así que ha sido Tong quien ha liderado a
la Iglesia de Hong Kong en esta crisis. Aconsejó a Carrie Lam no firmar
la ley, y apoyó con prudencia las manifestaciones, permitiendo que
Chi-shing se convirtiera en uno de sus referentes populares. Al mismo tiempo,
ha dejado claro que no seguirá la línea del cardenal Zen, sumamente
crítica con el acuerdo Pekín-Vaticano, a pesar de intensificarse la persecución
religiosa en los últimos meses.
Pero tanto el Papa como Tong saben que su
misión es provisional, y "antes o después" el Vaticano tendrá que
romper su silencio sobre las protestas, que complican la sucesión porque nombrar
a uno u otro de los obispos auxiliares tendrá una significación política
mucho mayor que la que habría tenido de haberse hecho en enero, tras el
fallecimiento de Yeung. Citando "algunas" fuentes, Introvigne sugiere
que el polémico acuerdo, cuyo texto continúa siendo secreto, puede incluir la
salvaguarda de la aprobación de Pekín también al nombramiento del obispo
de Hong Kong.
De ahí que no descarte que "el Papa
Francisco sorprenda de nuevo a todos 'inventando' un tercer candidato,
sobre cuyo nombre no existen hasta ahora pistas ni rumores".
Fuente:
ReL