Sin
agua
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Cada
día la hortensia estaba más amarilla. ¿Qué estaba pasando? Empeoraba a pesar de
que encendía el grifo del riego y había cuidado ponerla en un lugar con sombra.
Hace
unos días nos dimos cuenta de que el riego estaba estropeado: estaba bloqueado
el paso del agua, y no llegaba a mojar a sus raíces.
Arreglamos
el riego pero, por su color, entendí que la planta ya no sobreviviría. Al cabo
de unos días, me dirigí a la hortensia con la azada, dispuesta a dejar su hueco
a otra planta viva. Y... ¡no me lo podía creer! Por la parte de abajo están
saliendo multitud de hojas verdes; la planta no está perdida sino que está
rebrotando. Ahora, cada día que paso, admirada, contemplo las hojas que van
apareciendo.
Cuántas
veces me preocupo ante las plantas que a mi alrededor parecen amarillear,
parecen secarse: ante esas personas a las que quiero y pasan momentos
difíciles, ante mi propia debilidad, ante las situaciones complicadas... pero
miro a la hortensia que está volviendo a la vida y recuerdo que es cuestión de
desatascar el riego, de dejar que Cristo abrace esa situación para que pueda
volver a brotar, dejarle que pase y riegue la planta que parece no tener vida.
Estos días de Ejercicios hacen que le pongamos a Él en el centro, que
desatasquemos el riego para dejar que sea Él el que dé vida a todas las plantas
que amarillean.
El
fundamento de nuestra esperanza, lo más fiel y seguro que hay, es saberte amado
por Cristo, que vivas de la certeza de que Él se implica en tu vida, vela por
todo aquello que tienes en el corazón. Solo necesita que le dejes entrar en
ello, que le abras la puerta y pueda regar con su Amor todo lo que estás
viviendo, lo que te preocupa.
Hoy
el reto del amor es que no pierdas la esperanza. Cuando te venga a la cabeza
esa preocupación que no está en tus fuerzas solucionar o sobrellevar, dile a
Jesús: “Te entrego esto que me preocupa”; deja que Él riegue la situación.
Cristo está a tu lado, no estás solo y, con Él, no perderás la paz.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma