¿Buscamos certezas? Aquí está la más sólida de todas. Del amor de Dios
podemos estar siempre seguros, completamente seguros
Experimentas una gran decepción. Surgen en la mente todo tipo de preguntas. Te
cuestionas si fuiste tú el culpable. Dudas de todo y de todos. Como Jeremías,
tu también dices: Maldito el hombre que confía en el hombre (Jer
17, 5) y como el salmista: Mejor es confiar en Yahvé, que confiar en el
hombre. (Salmo 118)
Hay personas que en éstas circunstancias se desmoronan, caen en profunda
depresión, otros incluso se suicidan. Son situaciones difíciles, a veces muy
difíciles, pero también pueden ser muy provechosas. Yo creo que, por más
dolorosas que se presenten, son oportunidades de oro para afianzarse y crecer.
Cuando se te desmorona un edificio, es una oportunidad privilegiada para
construir, ahora sí, sobre roca firme. He tenido experiencias de éstas en mi
vida y he podido acompañar a muchas personas en momentos similares y los he
visto madurar y superarse como nunca.
Lo que se echa de menos en estas situaciones es la fidelidad. Viene una gran
nostalgia de un amor que sea fiel, que no falle, que no pueda fallar. Algo o
alguien que dé garantías de estabilidad. El amor no puede pisar sobre arenas
movedizas, necesita tierra firme: FIDELIDAD. Y entonces nos acordamos de Dios. Una universitaria me decía: En estos momentos, sé y entiendo que
si estoy con Dios, nadie puede afectar mi estabilidad.
En el contexto bíblico, la fidelidad es sobre todo un atributo divino: Dios
se nos da a conocer como Aquél que es fiel para siempre a la alianza que ha
establecido con su pueblo, no obstante la infidelidad de éste. En su fidelidad,
Dios garantiza el cumplimiento de su plan de amor, y por esto es también digno
de fe y veraz. (Benedicto XVI, 11 de junio de 2012)
No porque Dios sea fiel se acabaron los problemas. El es fiel, pero sus designios
no dejan de ser misteriosos. Por nuestra parte, seguimos siendo libres: otro
gran misterio. Nuestra relación con Dios, nuestro fiarnos de Dios, no está
completamente resuelto en Él. Somos libres y por ello nuestra relación con Él
mantiene un carácter fundamental de pregunta.
Si vivimos estos momentos como personas humildes, profundas y coherentes, en
lugar de caer en un hoyo, son oportunidades excelentes para crecer en el
conocimiento de Dios y en amistad con Él. En tiempos de "arenas
movedizas" creo que hay que buscar espacios de silencio y soledad y hacer
oración. Este es el consejo de Santiago: ¿Sufre alguno entre vosotros?
Que ore. (Santiago 5, 13)
En la oración experimentamos a Alguien que sí es fiel, la Roca firme en la que
podemos confiar. Y no es que haya que ir a la oración como un escape o en busca
de un sedante, sino en busca de Alguien, del único que es eternamente fiel. A
la oración vamos a pisar Roca firme, vamos a abrazarnos a un Amor seguro, a
descansar en un Amigo eterno. Dios es y será fiel a su Alianza.
¿Buscamos certezas? Aquí está la más sólida de todas. Del amor de Dios podemos
estar siempre seguros, completamente seguros. Lo sintamos o no lo sintamos. A
veces dudamos del amor de Dios porque no nos concede lo que pedimos, pero no es
que diga "no" sino "te tengo algo mejor"; otra cosa es que
no lo entendamos. Creo que Cristo tampoco entendió que el Padre guardara
silencio en su oración en Getsemaní. Pero más tarde resucitó.
Por: P Evaristo Sada LC
Fuente:
www.la-oracion.com