Colgados
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
jueves me tocaba sacar adelante el lavado: poner las lavadoras, tender...
A
primera hora ya estaba todo tendido y, con el calor que hacía, calculaba que en
una hora estaría todo más que seco.
Al
rato, notamos que se empezó a levantar un viento muy fuerte. Como estábamos
entretenidas, tan solo me asomé a la ventana para ver si la ropa seguía ahí o
había salido volando. ¡Y no era para menos, menudo vendaval!
Poco
después volví a hacer lo mismo y, efectivamente, ahí seguía todo. Lo más era
que se había movido un poco a lo largo del alambre, pero las pinzas seguían
sosteniendo cada prenda.
En
cuanto nos quedamos algo más libres, decidí bajar a recoger la ropa, con la
certeza de que estaría seca.
Cuando
me asomé al tendedero, me quedé alucinada. Casi salgo yo volando y, sin
embargo, las prendas de ropa ahí seguían.
Mientras
iba retirándolas y metiéndolas dentro para doblarlas, recordé una frase que me
había dicho un sacerdote: “Solo tenemos dos seguridades: nuestra dignidad de
hijos de Dios y el amor del Señor. Esto es lo único que tenemos seguro”.
Y,
qué fuerte, porque parecía como si lo estuviera viendo ahí mismo: la mayor
parte de la ropa se sostenía por dos pinzas, y esto les hacía estar seguras por
muy fuerte que fueran los vientos.
Y
es que es real. Hagamos lo que hagamos, estemos como y donde estemos, solo
estas dos cosas tenemos seguras: la dignidad que nos ha regalado Cristo,
salvándonos y haciéndonos dignos de ser amados, y su Amor incondicional por
cada uno de nosotros.
Quizá
aún no lo sepas, o quizá lo hayas olvidado, da igual, Él siempre permanecerá a
tu lado, y estará ahí para dar firmeza a tu vida. Y, si nos dejamos sostener
por estos dos regalos, nuestra vida, aunque penda de un hilo, estará plenamente
segura en Él.
Hoy
el reto del amor es mirar al otro con los ojos del Señor. Hoy, cuando veas a
esa persona que quizá te cuesta más, deja por un instante tus razones y mírala
con los ojos del Señor, con esa dignidad que le regala Él y con la certeza de
que, al igual que te ama a ti, le ama a él o ella. O, cuando veas a ese
familiar enfermo, mírale desde la confianza de que ninguna de estas dos cosas
le van a faltar, ten la certeza de que Él le sostendrá. ¡Hoy cuélgate de
Cristo!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma