Hoy
comienza la misión del Limosnero Apostólico, el Cardenal Krajewski, que lleva a
los migrantes y refugiados de Lesbos la preocupación y cercanía de Francisco
Con
él, Mons. Hollerich, Presidente de la Comece, y Mons. Rossolatos, Arzobispo de
Atenas. El viaje llega tres años después del abrazo del Papa a los inmigrantes
acogidos en la isla griega
Reabrir
el corazón a la esperanza. Es éste el sentido de la misión del Limosnero
Apostólico, el Cardenal Konrad Krajewski, que en nombre del Papa llega hoy a
Lesbos para renovar la preocupación y la cercanía de Francisco a los refugiados
y los prófugos de los campos de acogida locales, tres años después de la visita
del Papa a la isla griega, justo en frente de Turquía.Con el Cardenal, también
Monseñor Jean-Claude Hollerich, Arzobispo de Luxemburgo y Presidente de la
Comisión Episcopal Europea, la Comece, para expresar la solidaridad de toda la
Iglesia del Viejo Continente.
El
viaje, que finalizará el viernes 10 de mayo, está organizado por la Comunidad
de San Egidio y la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el
Servicio de Desarrollo Humano Integral. El programa incluye una visita a los
campamentos de Lesbos, en particular el más grande, el de Moria, el hot-spot que
es el centro de identificación y registro de migrantes, así como el encuentro
con las realidades locales y las asociaciones que trabajan en el campo.
No están solos
El
16 de abril de 2016, fue el Papa quien se encontró personalmente con los
migrantes del campo de refugiados de Moria, con el Patriarca Ecuménico de
Constantinopla Bartolomé I y el Arzobispo de Atenas y de toda Grecia,
Ieronymos.
A
los refugiados y desplazados presentes, Francisco les reservó inmediatamente un
consuelo: "No están solos", les dijo poco antes de recordar a todas
las víctimas de la migración. Un viaje, el de Lesbos, en la "mayor
catástrofe humanitaria después de la Segunda Guerra Mundial", dijo el Papa
refiriéndose a "tantas personas que sufren, que no saben adónde ir, que
tuvieron que huir", y al mismo tiempo una visita "a un cementerio: el
mar", el mar Egeo, una porción de ese mar Mediterráneo que sigue tragándose
los cuerpos, los sueños y el futuro de esas mismas personas.
El
Papa observó que ya entonces, en la isla y en otras partes de Grecia, muchos
refugiados "vivían en condiciones críticas, en una atmósfera de ansiedad y
miedo, a veces de desesperación" debido a las dificultades materiales y a
las incertidumbres. Ante una situación que se ha hecho aún más difícil tanto
para los refugiados como para la población local, ahora el Papa, al enviar la
delegación a Lesbos, repite de hecho aquel "no estás solo" elevado
hace tres años en Moria, apoyando el compromiso de satisfacer las necesidades
básicas de los migrantes, esperando una solución a la crisis y en vista de lo
que él mismo llamó "procesos seguros para el reasentamiento".
Una meta para la paz y la
dignidad
La
Iglesia "en salida", que va a las "periferias", prioridad
de este pontificado, concreta así su acción también con la misión a Lesbos,
querida por el Santo Padre, con la Iglesia europea, junto a la Iglesia local,
que en la isla griega estará representada por Mons. Sevastianos Rossolatos,
arzobispo de Atenas, así como con las realidades que operan desde hace tiempo
en el campo, como Cáritas Hellas, la Comunidad de San Egidio, la Comisión
Católica Internacional para las Migraciones. Porque después de todo Lesbos
sigue siendo, como dijo el Papa Francisco en su momento, "un lugar de
desembarco para muchos migrantes en busca de paz y dignidad".
Giada
Aquilino - Ciudad del Vaticano
Vatican
News