“Descubrí mi vocación al sacerdocio siendo
numerario del Opus Dei. Me pasó como a tantos otros numerarios. Como también le
pasó a la Virgen"
El padre Pablo Lucena
forma junto a sus compañeros
de promoción en la
Academia de Oficiales de la Guardia Civil
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De servir a Dios y a su
Patria como Guardia Civil a hacerlo como sacerdote. Este es el principal cambio que experimentó Pablo Lucena, cuando decidió pedir la excedencia como
miembro del Instituto Armado para responder a la llamada que Dios le hacía.
Ahora, este religioso ha sido destinado a Valencia, concretamente a la iglesia
de San Juan del Hospital, y ha contado su historia al Arzobispado de Valencia.
Durante su etapa como
guardia civil que dejó siendo teniente ejerció su profesión en el País
Vasco en los años que el terrorismo de ETA hacía estragos y posteriormente
en Tarifa, donde luchó de manera incansable contra el narcotráfico y el
contrabando.
Guardia Civil en el
interior del País Vasco
“Estuve en dos destinos a
cual más interesantes. Primero estuve mandando los cuárteles de Murguía y
Llodio, en Álava, de julio de 1993 a noviembre de 1995. Después marché
a Algeciras y mandé la unidad de información”, explica el sacerdote al
semanario Paraula.
Pablo Lucena explica que “la
verdad es que disfruté en el País Vasco y pude conocer de primera mano las
miserias del terrorismo y del narcotráfico”, y que hasta su partida al
seminario vivió siempre en una casa cuartel de la Guardia Civil, pues él mismo
era hijo de oficial de este cuerpo policial.
La potente llamada al
sacerdocio
Este oficial en excedencia
de la Guardia Civil pertenece a la prelatura del Opus Dei. Fue
precisamente en esta realidad donde descubrió una vocación que sobrepasaba la
que él creía que “era absoluta”. Pero el servicio a Dios al final prevaleció.
“Descubrí mi vocación al
sacerdocio siendo numerario del Opus Dei. Me pasó como a tantos otros
numerarios. Como también le pasó a la Virgen. En su primer ‘sí’ a Dios Padre
estaba todo incluido, ¡incluso un cambio de planes! En la cruz, Jesús le pidió
que fuera nuestra Madre. A mí también me pidió un cambio de planes: que
fuera sacerdote ministerial. Pero esto no se entiende si no partimos de la
llamada que Jesús me hizo al Opus Dei como numerario cuando tenía quince años y
a mi respuesta afirmativa”, explica este sacerdote de 51 años natural de Baena
(Córdoba).
"Mi entrega quería ser
total"
Con el paso del tiempo
–añade- “le había dicho a mi obispo, don Javier (Javier Echeverría, fallecido
prelado del Opus Dei) que mi entrega quería ser total, incluso por delante
de mi vocación profesional a la Guardia Civil” hasta que finalmente dio el
paso para dejar el cuartel por el seminario. Fue ordenado sacerdote el 1 de
septiembre de 2002 en Torreciudad.
Que un oficial de la
Guardia Civil cambiase el uniforme por el alzacuellos no pasó desapercibido en
el cuerpo. “Recuerdo que algún compañero de Tarifa me hizo llegar el
comentario de que era una pena con la carrera que llevaba en el Cuerpo… ¡Me
hizo sonreír! Primero se lo comuniqué a mis padres y a mis nueve hermanos.
Fliparon y me apoyaron felices, no se lo esperaban. Mi hermano Juan, el que me
sigue, quiso asegurarse de que no era una decisión del momento –había pasado
una mala racha profesional–. Después se lo dije a mi tíos y primos.
Y cuando estaba reuniendo
fuerzas para decirlo en la Comandancia, mi jefe me llamó a su despacho para
decirme que mi primo, entonces subdelegado del gobierno en Cádiz, se lo había
contado por teléfono pensando que ya estaba al corriente. Me invitó a tomarme
más tiempo en esa decisión porque veía que disfrutaba en el trabajo…",
recuerda.
Además, don Pablo se llevó
su sable de oficial a Roma y "ascendí por antigüedad a capitán con mi
promoción de la Academia estando ya en Roma. Como sigo estando en situación
de excedencia, podría volver al Cuerpo en un destino de capitán… Pero creo que
ese pluriempleo no es muy viable. Mis compañeros son ya veteranos tenientes
coroneles”.
Lo más feliz de su vida
sacerdotal
Ahora que también tiene ya
una dilatada experiencia sacerdotal afirma que lo que le hace más feliz es la
misa. Pablo cuenta que “esta mañana, por ejemplo, he ‘traído’ a Jesús a España
y lo traigo todos los días. El Señor me usa para renovar el sacrificio de la
Redención. Y también es muy satisfactoria la confesión. Ahí estás cara a
cara con las profundidades de la otra persona. Es una labor muy dedicada pero
muy bonita”.
Preguntado sobre qué diría
a un joven que se esté planteando ser sacerdote, Pablo afirma: “Que lo hable
con Jesús en la oración. Hay mucha experiencia vocacional en el Nuevo y en el
Antiguo Testamento. Que lo hable con quien le pueda ayudar. Que confíe en el
plan que Dios Padre tiene para su vida y la de miles de personas que se acercan
a Jesús a través del sacerdocio. Que experimente la felicidad de darse a
los demás con generosidad. Y que decida sin miedo en un sentido o en otro.
¡Viva la libertad! Y que procure no agobiarse porque el peso del mundo lo
soporta Jesús, nosotros más bien le estorbamos: nadie está a la altura de esa
misión. Por eso el sacerdocio es una vocación que da alas y hace tan feliz”.
J. Lozano
Fuente: ReL