La
figura de esta química emerge como pionera de mediados del siglo XX. Su vida
está vinculada a México
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Guadalupe
Ortiz de Landázuri es la primera fiel laica del Opus Dei que es
beatificada por la Iglesia Católica. Antes que ella, de la Prelatura fue
canonizado el fundador, San Josemaría, y beatificado su sucesor, Álvaro del
Portillo, ambos sacerdotes.
La
ceremonia de su beatificación, en Madrid, tendrá lugar hoy 18 de mayo a
las 11.00 horas en el palacio de Vistalegre y estará presidida por el
prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, monseñor Giovanni
Angelo Becciu. Contará además con la presencia del prelado de la Obra,
monseñor Fernando Ocáriz.
En
las redes sociales, puede seguirse la información con el hashtag #beGOL y
acaban de salir al mercado dos biografías, “En vanguardia. Guadalupe Ortiz de Landázuri
(1916-1975)” de Mercedes Montero y “La libertad de amar. Guadalupe Ortiz de Landázuri” de
Cristina Abad.
Guadalupe
Ortiz de Landázuri nació en Madrid (España) en 1916. Se licenció en Ciencias
Químicas y cuando ya comenzaba su actividad profesional decidió entregar
su vida a Dios viviendo el espíritu del Opus Dei.
Su
vida es la de una cristiana “normal”, de la calle, emprendedora, que
trabaja, que viaja y que lucha por agradar a Dios en todas las situaciones que
la vida plantea: su profesión, la atención a su familia, el impulso apostólico
del Opus Dei, la formación de muchas mujeres… Sin saberlo fue una pionera del
avance de la mujer en la sociedad de mediados del siglo XX.
Fue
una de las tres primeras mujeres que en 1950 comenzaron el Opus Dei en
México, donde dejó una profunda huella. Por problemas de salud (concretamente a
causa de una patología cardíaca que le acabaría produciendo la muerte en 1975)
tuvo que regresar a Europa (Italia y de nuevo España). Ahí seguiría trabajando
como docente, con espíritu investigador, disponibilidad y a la vez un
gran sentido práctico de la entrega. Todo eso bañado en alegría: una expresión
con la que remataba muchas veces sus comentarios era “…y tan
contenta”.
Llevando
una vida plagada de incertidumbres que ella asumía como retos apasionantes,
fue creciendo en vida interior y sus deseos de santidad fueron tomando
forma en multitud de detalles que han relatado las personas que la conocieron.
Todo eso hace de ella un modelo que la Iglesia presenta ahora a los fieles
laicos para llegar al cielo. Una iniciativa en la que el Papa Francisco está
empeñado especialmente para transformar el mundo animando a los católicos a que
vean que es posible ser santos. Desde hoy es intermediaria ya como Beata,
para lo cual se ha probado además un milagro.
Guadalupe
Ortiz de Landázuri no escribió ningún libro de espiritualidad, pero algunos
textos de sus cartas así como el testimonio de otras personas nos permiten
esbozar trazos de su personalidad que la han llevado a los altares.
Su vocación al Opus Dei
“Recuerdo
(…) cuándo conocí al Padre (…). Una tarde de finales de enero del invierno
madrileño de 1944. Yo acababa de terminar la carrera de Ciencias Químicas y
estrenaba mi primer trabajo profesional dando clases (…). Nos sentamos y me
preguntó: ‘¿Qué quieres de mí?’. Yo contesté, sin saber por qué: ‘Creo que
tengo vocación’. El Padre me miraba… ‘Eso yo no te lo puedo decir. Si quieres,
puedo ser tu director espiritual, confesarte, conocerte, etc.’ Eso era
exactamente lo que yo buscaba. Tuve la sensación clara de que Dios me
hablaba a través de aquel sacerdote, no sólo con sus palabras, sino con su
oración de petición por mí, que se reflejaba en lo que pensaba mi cabeza y
hablaba mi boca.
Sentí
una Fe grande, fuerte reflejo de la suya y me puse en sus manos para toda
mi vida. En los días sucesivos fui descubriendo y conociendo el espíritu del
Opus Dei y el día 19 de marzo de 1944 pedí la admisión en la Obra”.
El
Padre: se refiere al fundador del Opus Dei, san Josemaría, que en aquel momento
tenía 42 años.
Confianza en Dios
12.XII.1945
“Padre:
hoy es mi santo. Soy muy feliz y estoy muy contenta. D. Álvaro me pregunta
siempre si de verdad estoy contenta y lo estoy más que nunca en mi vida. Aunque
veo que todo lo hago con muchos defectos (vanidad y amor propio, sobre todo)
noto tanto que me ayuda el Señor que estoy segura de que si Él se empeña
llegaré a agradarle de verdad.”
…Y
tan contenta
19.I.1947
“Me
esfuerzo en la oración y en el orden en todo (…), y cuando hago el examen por
la noche y veo tantos fallos (normas, presencia de Dios, momentos de genio o de
vanidad) me humillo mucho y tan contenta (…)”.
Normas:
se refiere al conjunto de prácticas del plan de vida espiritual que viven los
fieles del Opus Dei.
Esta
expresión, “y tan contenta”, la empleó de forma práctica siempre. Mostraba con
ella su alegría y su confianza en Dios.
Sencillez
28.IX.1952,
desde México.
“Te
escribo medio ‘postrada en cama porque hoy me levanté por primera vez de la
picadura de un bicho que, si me descuido, RIP, pero esta vez ya pasó, gracias a
las penicilinas… y a lo fuerte que soy, gracias a Dios”. Más tarde, en 1954,
sufrió la picadura de un alacrán y aquella situación la llevó a escribir en una
anotación: “No tengo miedo a la muerte”.
Fortaleza
Del
testimonio de Hortensia Chávez, que la conoció en México: ” (Un día) ella subía
unas escaleras y yo estaba arriba pero no me veía. Se notaba que subía
fatigada, tal vez porque ya el corazón le empezaba a fallar por la altura, pues
eran los últimos meses de su estancia en México, y, según subía iba diciendo:
‘Dios mío, no puedo más, no puedo más’. Y al acercarse arriba y verme, soltó
una carcajada y me dijo ‘¿te he asustado?. Y siguió como si nada. Esto, a mi
modo de ver, es la gran fortaleza que ella tenía ante cualquier dificultad”.
Deseos de santidad
12.XII.1955
“Para
todo esto, que Dios quiere que se vaya haciendo (…) sólo hace falta santidad
personal; yo quiero tenerla, pero comprendo que me falta mucho. Cumplo las
normas, tengo voluntad de servir, me trago mi genio (que lo tengo fuerte),
estoy siempre contenta, pero de eso a ser alma contemplativa y santa, falta
mucho todavía.”
Ocurrente
12.XII.1955
“Padre,
ya llevo muchos años haciendo cabeza, ¿no sería bueno empezar a hacer pies?
Pero ya sabe que aquí, o donde me ponga, estaré contenta sirviendo a Dios en la
Obra”.
Empatía
María
Ángeles Canel dejó escrito este testimonio. Recién operada del corazón, “subí a
verla y estaba llena de sondas y tubos, con los brazos abiertos, como en cruz.
Me sonrió, pero se dio cuenta de que yo me quedé algo impresionada al verla. Le
pregunté, por decir algo: ¿qué quieres que te traiga mañana? Y, riéndose, como
para quitarme la primera impresión, me contestó: ‘Tráeme chocolate con
churros’. No lo olvidé en toda mi vida”.
Valentía y filiación
divina
7.II.1960
“Yo,
como siempre, llena de ilusión en lo que hago ahora y en lo que en cada momento
dispongan de mí. Ya sabe, Padre, que humanamente soy un topo, pero con la ayuda
de Dios y de la Obra, nada me asusta”.
Amor a México
“Ese
México lindo, inolvidable, al que quiero con toda mi alma (…) No se me olvida
lo sabroso de los antojitos”. Seguramente no olvidaba que, en los comienzos de
la labor apostólica en esas tierras, ganó un concurso porque tomó 16 chiles,
más que ninguna otra persona. Su mexicanidad desde aquel día estaba a prueba de
bomba. En 1960, estando de vuelta en España, en su santo no faltaron los
frijoles, aguacates y mariachis.
Visión sobrenatural y
apostólica
12.II.
1962
“Esto
es lo único que ocupa mi cabeza y mi corazón; cosas pequeñas y concretas de
estos encargos que, al llevarlas a la oración, se agrandan pensando que estas
mismas cosas ocurren ya en todos los países.”
Dolors
Massot
Fuente:
Aleteia