Colocando
cuadros
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Tuvimos
que vaciar dos espacios grandes para pintar. En un monasterio que se precie por
su antigüedad... no pueden faltar los cuadros, las figuras... ¡el arte!
El
proceso de vaciado fue rápido: sacamos todo, lo dejamos en el claustro y,
después de los días necesarios para que pintasen, llegó el momento de limpiar y
volver a meter todo.
Oh,
oh... Cogimos un cuadro y... ¿dónde iba? ¡Todo parecía igual y todo pegaba en
todos los sitios!
Empezamos
a preguntar a unas, a otras... Finalmente fuimos a buscar a las que habían
limpiado años atrás esa zona y a las que lo decoraron, hasta que conseguimos
que todo volviese a su sitio. Ahora sí que está como antes.
Me
impresionó, porque es una sala que frecuentamos casi a diario, y pensaba: “Qué
poco me fijo; si hubiese mirado con atención, lo habría sabido poner”.
A
veces nos pasa con las personas: nos encontramos con alguien, le saludamos, le
contamos, nos despedimos... y, después, un amigo nos cuenta que esa persona
está pasando un mal momento. “Si nos hubiésemos fijado, si le hubiésemos
visto...”
El
ritmo de vida muchas veces nos impide ver a las personas, saber cómo y dónde
tienen cada “cuadro...” Sin embargo, para eso no hace falta mucho: solo mirar y
escuchar.
Tendemos
a vaciar corriendo la sala, a contar, a hacer... pero olvidamos pararnos
primero a mirar, a escuchar para saber después dónde colocar cada cuadro, cada
palabra, cada gesto hacia esa persona.
Jesús
siempre iba con calma: miraba, escuchaba, se sentaba, preguntaba. Ahora sigue
haciendo lo mismo. Su presencia en el Sagrario espera, te mira, te escucha;
quiere saber en qué lugar tienes cada cosa para que te sientas amado y
entendido.
Hoy
el reto del amor es que veas a esa persona con la que te vas a encontrar.
Observa, escucha: ¿Cómo se siente? ¿Qué necesita de ti? Y dedícale un rato de
tu tiempo.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma