Luis del Val (Zaragoza, 1944) recibió el miércoles el Premio ¡Bravo! de radio, concedido por la Conferencia Episcopal Española
En sus comentarios, que pueden escuchar los oyentes de La Mañana
de COPE, le gustaría «poder decir que España tiene una de las tasas de paro
más bajas de la Unión Europea». A veces se le atraganta «la tontería
contemporánea».
Premio Ateneo,
Premio Ondas, Premio Café de Gijón… y este miércoles recogió el ¡Bravo! por
su trayectoria radiofónica. ¿Hace ilusión que le premien los obispos?
Me ha causado
una enorme sorpresa. Y satisfacción, claro. No conozco a nadie que trabaje para
que le den un premio, pero también me es desconocido que exista alguien a quien
no le halague recibir un reconocimiento. Si además existe una relación con una
de las empresas en la que trabajas, se añade una cierta comodidad emocional.
Al volver la
vista, ¿qué es lo que más satisfacción le produce?
Haber conocido
a mi mujer y a mis hijos. Son dos mujeres y un hombre que tienen unas
cualidades excepcionales, de las que yo carezco.
¿Qué ha
mantenido de su formación como profesor a lo largo de su carrera?
En el
subconsciente, aunque creamos que no, pervive un cierto sentido de la
didáctica, de explicar de manera clara lo que quieres expresar. Y, en el
consciente, el miedo a aburrir. Si una persona se ha gastado 20 euros en
comprar una novela tuya y no le gusta, eso no depende de ti. Pero, si le has
aburrido, le has estafado, y esa responsabilidad es del autor. Y lo mismo en la
radio o en el periódico. Una cosa es que coincida o rechace lo que dices, pero,
si aburres a quien te oye, has fracasado y no es justo que te paguen por ello.
¿Su paso por la
política [fue diputado por la UCD] le ha curtido a la hora de analizar qué
hacen los políticos o los de antes estaban hechos de otra pasta?
Solo se curten
las pieles de animales muertos. Y, sí, me siguen sorprendiendo algunos
comportamientos. Pero no estábamos hechos de otra pasta, ni éramos mejores, ni
peores. Lo que sucedió es que, en aquel aluvión, éramos profesionales de otros
lugares que pasamos por la política de manera circunstancial. Bastantes se
quedaron, pero no era una carrera que empezara en las juventudes del partido y
te llevara de concejal a diputado autonómico y de ahí a diputado o senador, sin
haber pasado nunca por una entrevista de trabajo en una empresa privada.
Comenta la
actualidad cada mañana. ¿Se le atraganta algún verso?
Se me atraganta
la tontería contemporánea.
¿Qué noticia le
gustaría dar?
Las mises dicen
eso de la paz en el mundo, pero, como soy más feo, más viejo y más escéptico,
no voy a caer en el tópico. Rebajando las expectativas, y ciñéndonos a lo próximo,
sería reconfortante, un día, poder decir que España tiene una de las tasas de
paro más bajas de la Unión Europea.
Un día del
Pilar dedicó unas sentidas palabras a la Virgen. ¿La tiene presente en su vida?
De niño, la
plaza del Pilar era una zona ajardinada, a donde me llevaba mi madre a jugar,
porque vivíamos cerca. Muchos días, íbamos a buscar a mi padre, que trabajaba
en un comercio a 100 metros del Pilar, luego entrábamos a ver a la Virgen, y
volvíamos a casa. Los últimos años de la vida de mi madre, siempre que iba a
verla a ella, bajábamos hasta El Pilar y, en la basílica, me apretaba con
fuerza la mano. Para mí la Virgen del Pilar es como de la familia.
¿Usted acude a
Ella con jotas o sí acostumbra a rezar?
Hay una jota
que dice así: «Entré un día a ver la Virgen / y como no sé rezar / canté una
jota espacico / y vi a la Virgen llorar». La columna que
sustenta a la Virgen, de mármol, puede besarse por detrás. Y, de tantos besos,
se ha horadado el mármol. ¿Hay alguna manera más bella de rezar?
¿Por qué da
gracias Luis del Val?
Por la vida.
¿Y qué pide?
Más ética y
menos egoísmo. Más justicia y menos vanidad. Empezando por mí, claro
Rodrigo Pinedo
Fuente: Alfa y
Omega