Cientos
de iglesias, monasterios, colegios y casas de cristianos han sido destruidos en
la guerra de Siria / ACN
Siria
continúa sumida en una guerra civil en la que se calcula que han muerto en
torno a medio millón de personas, entre las cifras dadas por diversas
fuentes.
Dentro de este conflicto, la comunidad cristiana se ha visto muy
amenazada, especialmente por los grupos yihadistas como el Daesh y Al Qaeda que
han tomado parte en el conflicto.
La
Iglesia local, a la par de su labor asistencial y pastoral, está llevando a
cabo un importante trabajo de documentación de los templos, centros pastorales,
casas parroquiales y otros lugares de culto que han sido objetivo de las bombas
y ataques infundados. El fin es poder recuperar estos lugares lo antes
posible para que la comunidad cristiana pueda seguir disfrutando de ellos y
se frene la hemorragia de miles de cristianos que se han visto forzados a huir
de sus lugares de origen ante la persecución.
Irmina
Nockiewicz, que trabaja en el equipo de Relaciones Institucionales
de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada
ante la Unión Europea, está apoyando a la Iglesia en esta labor investigadora,
que también está constatando cientos de casos de amenazas, secuestros y
asesinatos contra cristianos por el simple hecho de serlo. Da a conocer
parte de los datos que se han recopilado hasta ahora y el valor de estos
para que en Siria, el cristianismo no desaparezca.
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¿Cuáles son las cifras de estos ataques contra los cristianos en Siria?
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Aunque aún estamos en un proceso inicial de la investigación, se han calculado
ya unas 120 iglesias destruidas total o parcialmente por los bombardeos. Pero
hay otros muchos edificios también destruidos: monasterios, colegios, casas
parroquiales, centros juveniles. Estos edificios dan cuenta de que en Siria
la Iglesia juega un rol social y cultural muy importante, como en otros países.
Además se está haciendo un estudio de las casas de cristianos para poder
reconstruirlas, para que los que tuvieron que huir de la guerra, vuelvan lo
antes posible.
- Otra
parte importante de este estudio es dar a conocer los casos de ataques contra
personas, ¿cuántas personas han sido secuestradas o asesinadas por su fe
cristiana?
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Las Iglesias locales están aún contabilizando y recopilando los testimonios de
secuestros o asesinatos, pero los primeros datos hablan de unos 1.000
“mártires” cristianos en Siria. La Iglesia local denomina mártir a una
persona que ha muerto en un bombardeo sin haber tomado parte en los combates, o
alguien que recibió un disparo o falleció a causa de las heridas de un ataque.
No son mártires en el sentido estricto de la palabra, pero para la comunidad
cristiana sus vidas son igualmente muy valiosas.
- ¿Cómo
es el proceso para recopilar la información del estudio?
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Primero acudimos a los párrocos para conocer la situación de sus iglesias y
centros parroquiales. Ellos también nos dan unas cifras aproximadas de las
casas destruidas de familias cristianas y nos ponen en contacto con ellas. De
todo, pedimos fotos de antes y después de la destrucción, para conocer el
estado original de los edificios. Y el siguiente paso es reunirnos con las
familias afectadas para conocer sus necesidades, visitar sus casas y hacer una
estimación de los gastos de reconstrucción, a través de la valoración técnica
de manos de ingenieros y arquitectos cualificados. Las familias también dan
cuenta de las historias de sus familiares fallecidos y aportan también todos
los datos sobre casos de posible martirio.
- ¿Podrías
compartir algún testimonio de martirio?
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Por ejemplo, tenemos el caso del padre Frans van der Lugt, un misionero
holandés, jesuita, que fue asesinado en Homs en el año 2014. Llevaba en
Siria muchísimos años, hablaba árabe incluso mejor que algunas personas sirias.
Llevaba una labor de educación entre los jóvenes enorme, también para atender a
los desplazados, y en el diálogo interreligioso. Durante los peores años de la
guerra en Homs, él decidió quedarse junto con unas pocas decenas de cristianos
que no pudieron huir. Su vida ha sido un testimonio fuerte de fe y preferencia
por los más necesitados.
- ¿Cuál
sería el objetivo de este estudio?
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Se quiere dar a conocer una realidad olvidada por todos. Aquellos que han
dado su vida por la fe en Siria se merecen un respeto y que su testimonio no
caiga en el olvido. Cuando la guerra termine, esperemos que pronto, los
días de duelo pasarán. Pero no podemos dejar pasar que el cristianismo está en
las raíces de Siria. Los cristianos son una minoría muy vulnerable porque viven
en una sociedad totalmente musulmana y este estudio ayudará a la Iglesia local
a mostrar a próximas generaciones cómo respondieron tantos cristianos ante la
violencia. Además se pretende detectar casos que en un futuro puedan ser motivo
de beatificación y canonización.
- ¿Qué
te está aportando personalmente este trabajo?
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Creo que en Europa somos muy afortunados por tener paz, cuando parece que se
nos ha olvidado el pasado de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Creemos que
la paz es algo que está garantizado, pero hay que poner empeño en seguir
luchando por la paz. Vivir de cerca la guerra de Siria te ayuda a valorar la
paz, y darnos cuenta de que el terrorismo no es algo solo de aquí, que estamos
viviendo un “multiterrorismo” también presente en Europa. Esta parte de mi
trabajo también me ayuda a rezar, la Iglesia conmemora mucho aquí los días de
difuntos, y ellos enumeran las personas que han muerto de la comunidad.
Este trabajo me ayuda a rezar por todos los que han muerto.
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¿Qué te dicen las familias a las que estás entrevistando y los cristianos de
Siria con los que trabajas?
Que
por favor no nos olvidemos de ellos, y que nos acordemos de rezar por la paz en
Siria. Otra cosa importante que he aprendido es que ellos necesitan nuestra
ayuda, no solo que sus vidas nos produzcan sentimientos compasivos. A veces se
les hace vivir como si estuvieran en un museo, les hacemos fotos, se graban
vídeos para las noticias y se les hacen muchas preguntas. Pero ellos viven con
normalidad, van a llevar a sus hijos al colegio, acuden a la Iglesia a bautizar
a sus hijos, tratan de vivir con normalidad. Por tanto, ellos no solo
necesitan nuestra compasión, sino nuestra acción solidaria concreta. Mi
último mensaje sería trabajar y colaborar juntos. Conocí a una persona que me
dijo que lo que necesitaban eran personas que les visitasen, que convivieran
con ellos, de otras partes del mundo, para sostenerles, darles esperanza.
Josué
Villalón (ACN)
Fuente: ReL