La
Navidad celebra que Dios se ha regalado al mundo, que lo más importante de la
vida nos ha sido dado gratuitamente
Hay personas que desean escapar de las fiestas de Navidad y año nuevo y otros corren detrás de una larga lista de imposiciones sociales para celebrar y comprar incontables regalos, pero sin saber demasiado si quieren celebrar o si tienen razones para hacerlo.
El problema de que las fiestas se hayan
vuelto parte de la fiebre consumista ha traído como consecuencia una permanente
invención de nuevos ritos y prácticas sociales que se imponen para darle
sentido a fiestas que no se sabe bien por qué hay que celebrarlas. O en todo
caso, el hecho de que existan es una oportunidad para reunirse y celebrar el
estar juntos.
En países de tradición
cristiana, los cristianos que creen y celebran el corazón de estas fiestas
suponen una minoría. Esto implica que los signos de la fe se conviertan también
en un montón de gestos sociales y meramente folklóricos vacíos de toda
significación.
Cuando las fiestas, hasta los
aniversarios y cumpleaños infantiles se vuelven mega producciones de alto
consumo y organización, y las formas exteriores se vuelven lo fundamental, cabe
preguntarse si hay un contenido real detrás de tantas apariencias.
En todos los aspectos de la vida, cuando crece desmedidamente el énfasis en las
formas, el contenido ha perdido importancia.
Y
esto no quiere decir que no sea importante organizar y dar lo mejor de nosotros
en la organización de una fiesta, cuidando los detalles por amor aquellos para
quienes deseamos agasajar y con quienes queremos alegrarnos y compartir. El
problema es cuando esto esconde la falta de sentido, el vacío existencial, la
ausencia de motivos para alegrarse y compartir. Peor aún cuando es algo más de
la agenda, que estresa “porque salga todo a la perfección” y no permite el
disfrute y el goce de la gratuidad, la alegría del agradecimiento.
El ser humano es festivo, porque celebramos desde siempre, en todas las
culturas. Celebramos la vida y la muerte, el nacimiento, el amor, los
aniversarios y los pasos fundamentales en las etapas de la vida. Y cuando
celebramos lo hacemos desde lo más hondo de nuestro corazón, haciendo que cada
pequeño detalle de una celebración esté lleno de vida y alegría.
El
valor de la gratuidad
La Navidad celebra que Dios se ha regalado
al mundo, que lo más importante de la vida nos ha sido dado gratuitamente. El
amor que nos han tenido no lo pudimos comprar, el tiempo que nos dedicaron los
que nos cuidaron nadie nos lo puede cobrar y no podemos devolverlo.
Regalar no tiene nada que ver
con compromisos ni con que esperemos que nos den algo. Regalar
es entregar gratuitamente aquello que no tiene un valor contable.Recuperar
el sentido de la fiesta equivale a recuperar el sentido de lo gratuito, de lo
que no es útil, de la importancia de compartir sin calcular, de entregarse sin
medida, de alegrarse de verdad, de dentro hacia afuera.
La gratuidad se aprende cada
día, en las pequeñas cosas, cuando aprendemos que amar no consiste en hacer
algo para que me paguen o me devuelvan. Cuando aprendemos a estar gratuitamente
con los demás, sin pedirles nada a cambio; cuando aprendemos a disfrutar de la
vida y a descansar sin que tenga que ser todo productivo, entonces podemos
acercarnos a cualquier fiesta con un corazón que sabe de gratuidad, de
celebración y de agradecimiento.
La palabra “gratuidad”
tiene su origen en la palabra gracia, gratis. De
allí también deriva gratitud. Lo
gratuito es invaluable, por ello solo le cabe como respuesta la gratitud, el
agradecimiento que alegra al que recibe como el regalar alegra al que dona por
amor sin esperar nada.
El
agradecimiento crea siempre una actitud positiva hacia la vida y nos abre a una
vivencia más gozosa.
Y es que las personas agradecidas son seres agradables con los que todo el
mundo quiere estar. Las personas agradecidas hacen más feliz y más alegre la
vida de los demás y la suya propia. Y es que no se puede ser agradecido e
infeliz al mismo tiempo. Los corazones agradecidos no pierden el coraje en las
circunstancias más difíciles y saben vivir lo que les toca vivir. En cambio,
las personas ingratas pueden hacer que la vida se vuelva insufrible para ellos
y para los demás.
En la religión judía el Talmud
enseña que “quien disfruta algo en este mundo sin pronunciar primero una
oración o una bendición, incurre en falsedad” y en su tradición incluyen
incontables bendiciones y acciones de gracias. La tradición católica está
centrada en la acción de gracias, eso significa la palabra “Eucaristía”, dando
gracias “siempre y en todo lugar”. El “Día de acción de gracias” en
Estados Unidos tiene una profunda raíz judeocristiana.
Agradecimiento vs. orgullo
El agradecimiento expresa el reconocimiento
de una dependencia, de que no todo es obra nuestra ni mérito propio. Por eso su
extremo opuesto es el orgullo que nos hace creer que todo es gracias a nuestros
propios esfuerzos y méritos. El orgulloso no puede dejarse amar, no puede
agradecer. Sin embargo, todo lo que somos es en gran parte gracias a otros.
Aprender a vivir con un corazón agradecido supone aceptar alegremente mis
límites y el amor de los demás.
El agradecimiento implica
confianza, porque celebra el vínculo que une al que regala y al que recibe. El
agradecimiento permite a otros entrar en mi corazón, por eso también llamamos
al regalo “un presente”, porque el otro se hace presente en mi vida. Regalar es
acercarse, estar con el otro a través de lo regalado. ¿Cuánto
hay de nosotros en los regalos que hacemos?
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LO HUMANO Y DIVINO
Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. (Génesis, 1,26-27)