El Pontífice advirtió que no se puede conciliar la
vida cristiana con la vida del mundo
El Papa Francisco celebra la misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta (Vatican Media) |
Dos lecturas que hablan de destrucción y de confianza;
de derrota y de victoria. Son las propuestas por la liturgia del día y que
Francisco comentó ayer en la mañana en su homilía de la misa celebrada en la capilla
de la Casa de Santa Marta. El Pontífice advirtió que no se puede conciliar la
vida cristiana con la vida del mundo
El fin del mundo y nuestro fin que un día llegará para
cada uno de nosotros. Es el tema que el Santo Padre trató al comentar las
lecturas propuestas por la liturgia de este último jueves de noviembre. De la
primera – tomada del Libro del Apocalipsis de San Juan Apóstol –
Francisco destacó que describe la destrucción de Babilonia, la ciudad
bella, símbolo de la mundanidad, “del lujo, de la autosuficiencia y del poder
de este mundo”. De la segunda – tomada del Evangelio según San Lucas – explicó
que relata la devastación de Jerusalén, la Ciudad Santa.
La caída de Babilonia, la corrupta
En el día del juicio, Babilonia será destruida con un
grito de victoria. La “gran prostituta” caerá, condenada por el Señor y – dijo
el Papa – dejará ver su verdad: “Cueva de demonios, refugio de todo
espíritu impuro”. Bajo su magnificencia mostrará la corrupción, sus fiestas se
presentarán como falsa felicidad. Su destrucción será violenta y “nadie más la
encontrará”:
El sonido de los músicos, de la cítara, de la flauta y
de la trompeta, ya no se oirá en ti – ya no
habrá fiestas bellas, no… – todo artesano de cualquier oficio ya no se
encontrará en ti – porque no eres una ciudad de trabajo sino de corrupción
– el rumor de la moledera ya no se oirá más en ti; la luz de la lámpara
ya no brillará más en ti; – será tal vez una ciudad
iluminada, pero sin luz, no luminosa; ésta es la civilización corrupta – la
voz del esposo y de la esposa ya no se oirán más en ti”.
Llegará el día – dijo Francisco – en el que el Señor
dirá: basta. “Ésta es la crisis de una civilización que se cree orgullosa,
suficiente, dictatorial y termina así”.
Jerusalén ha abierto las puertas a los paganos
Jerusalén – prosiguió diciendo el Papa – verá su ruina
por otro tipo de corrupción, “la corrupción de la infidelidad al amor; no ha
sido capaz de reconocer el amor de Dios en su Hijo”. La Ciudad Santa “será
pisoteada por los paganos”, castigada por el Señor, porque ha abierto las
puertas de su corazón a los paganos.
Existe la paganización de la vida, en nuestro caso,
cristiana. ¿Vivimos como cristianos? Parece que sí. Pero en verdad, nuestra
vida es pagana, cuando suceden estas cosas, cuando entra en esta seducción de
Babilonia y Jerusalén vive como Babilonia. Quiere hacer una síntesis que ya no
se puede hacer. Y ambas serán condenadas. ¿Tú eres cristiano? ¿Tú eres
cristiana? ¿Vives como cristiano? No se puede mezclar el agua con el aceite.
Siempre diverso. El fin de una civilización contradictoria en sí misma que dice
ser cristiana y vive como pagana.
La salvación es para quien espera en el Señor
Retomando el relato de las dos lecturas, el Papa dijo
que después de la condena de las dos ciudades, se oirá la voz del Señor,
después de la destrucción vendrá la salvación: “Y el ángel dijo: ‘¡Vengan,
bienaventurados los invitados a las nupcias del Cordero!’. ¡La gran fiesta, la
verdadera fiesta!”.
Hay tragedias también en nuestra vida, pero ante
éstas, hay que mirar el horizonte, porque hemos sido redimidos y el Señor
vendrá a salvarnos. Y esto nos enseña a vivir las pruebas del mundo, no en un
pacto con la mundanidad o con el carácter pagano que nos lleva a la
destrucción, sino con esperanza, despegándose de esta seducción mundana y
pagana y mirando el horizonte, esperando a Cristo, el Señor. La esperanza es
nuestra fuerza: vayamos adelante. Pero debemos pedírsela al Espíritu Santo.
Todo se derrumba: sólo permanecen los humildes
En fin, Francisco invitó a pensar en “las Babilonias”
de nuestro tiempo, en los tantos Imperios poderosos, por ejemplo del siglo
pasado, que se han derrumbado. “Y así terminarán también las grandes ciudades
de hoy – afirmó el Pontífice – y así terminará nuestra vida, si seguimos por
este camino de paganización”. Permanecen – concluyó – sólo aquellos que ponen
su esperanza en el Señor. Entonces: “Abramos el corazón con esperanza y
alejémonos de la paganización de la vida”.
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
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