2. La flagelación
Dios Bendito ¡cómo! es
demasiado
Ofende el flagelo tu
rostro y costado
Los brazos, las piernas,
los hombros
Otro pecado, otra
herida, una por uno
Rojo se tiñe todo, el
pecado es pagado.
No todos los golpes
fueron en la espalda, alguno se habrá ido al rostro, al costado y muchos a las
extremidades, muchos. Ofende el flagelo tu rostro y costado, los brazos, las
piernas, los hombros.
Algunas representaciones
del Señor en su pasión apenas muestran señales de sangre, otras son más impactantes:
incluso se puede ver alguna costilla al descubierto. De los escritos de los
santos, varios de ellos místicos, se puede concluir sin dificultad que el
segundo modo de representar a Cristo doliente es más apegado a la realidad.
Si se mira la sábana
santa, en la que se aprecia un hombre flagelado y crucificado, se descubren
tremendas heridas en todo el cuerpo. Dios bendito ¡cómo! es demasiado.
¿Por qué tanto? ¿Por qué
sufre Jesús? ¿Por qué carga con tanto DOLOR? Expiación, Él sufre por los pecados
y los pecados son muchos. Otro pecado, otra herida, una por uno.
Cuando se pierde la amistad
con Dios por el pecado, el Demonio nos puede hacer pensar: ya no estás en
gracia, no importa que peques más. Pero sí importa, cada pecado es un acto de
libertad con el que paradójicamente nos esclavizamos y damos la espalda a Dios.
Con cada acto hablamos, si es bueno es una flor, si es malo es un flagelo.
Tener horror al pecado,
dame esa gracia Dios mío, pero igualmente que sepa que entre Tú y yo el pecado
no tiene la última palabra.
Tú siempre me vas a
perdonar cuando me acerque a Ti con buenas disposiciones, cuanto antes mejor.
Toda la sangre que derramaste, que nuevamente tocó el suelo, ha sido
suficiente. Rojo se tiñe todo, el pecado es pagado.
Con permiso del autor: Juan Pablo Lira
Fuente: 20 palabras para meditar los misterios del Rosario