Sorpresa
en la papelera
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Hace
unos días estaba trabajando en unas medallas, y ya era la tercera vez que las
contaba para asegurarme de que habíamos hecho 60. Las iba colocando en montones
de 10, y, efectivamente, a la tercera me quedé tranquila sabiendo que estaban
todas.
Así
pues, me puse al siguiente paso, que era limpiarlas. Pero de lo que no me di
cuenta fue que, al frotar, movía toda la mesa, y uno de los motoncitos de 10
estaba justo al borde. Claro, inesperadamente se cayeron las 10 al suelo.
Me
agaché, las recogí y, al tenerlas en mi mano, volví a contar. Solo había 9...
“¿Dónde
estará la que falta?”
Buscaba
y buscaba, por el suelo, la silla, las baldas... pero nada, no aparecía. Hasta
que, al final, me decidí a mirar en la papelera.
Y,
¿cuál fue mi sorpresa? Al mirar en el interior de la papelera me alegré, porque
al fin había encontrado lo que buscaba... pero descubrí también que había una
lagartija atrapada. La pobre debió de entrar por la ventana y, en su afán
aventurero, cayó en la basura sin poder escapar. La ayudé a salir de nuevo por
la ventana y recuperé la medalla.
Muchas
veces en la vida nos suceden circunstancias que llegan inesperadamente: una
enfermedad, un trabajo agotador, un dolor... Eso que, a los ojos del mundo, es
“una basura”, y podemos caer fácilmente en una pregunta: “¿Por qué?”
Hacerse
esta pregunta en circunstancias así solo conduce a un dolor mayor; es un
callejón sin salida. Esa pregunta solo necesita un pequeño giro. No se trata de
decir por qué, sino “¿para qué?”
Si
las medallas no se hubieran caído, no las tendría que haber buscado, y, si no
hubiese caído una en la papelera, no habría descubierto a la lagartija. En
Cristo siempre hay una respuesta para cualquier circunstancia, porque Él puede
transformar cualquier situación en Vida. Quizá otros necesiten de tu
testimonio, de tu alegría en medio del dolor, o quizá tu entrega te ayude a
crecer personalmente y a estar más cerca del Señor.
Porque
Cristo vino a encarnarse en nuestra humanidad para salvarnos, para redimirnos,
para que, al pasar Él por todas nuestras circunstancias más adversas, llenarlas
de sentido y de su presencia.
Hoy
el reto del amor es preguntarte para qué. Cuando solo ves tu dolor pierdes de
vista al Señor. Ábrete a descubrir que, con Él, todo lo que te pueda pasar
tiene un sentido.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma