«Por
pura gracia, no tengo ningún mérito especial para ser cura"
Iván Martín, Salvador Diánez, Álvaro Montilla, Antonio Salvago, José Luis López,
Ariel Figueroa, Francisco José Fernández y Francisco Javier López
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La edición sevillana del diario ABC ha
prestado atención a las historias de 7 nuevos sacerdotes diocesanos ordenados el
anterior fin de semana en la capital andaluza: Antonio Salvago, Salvador
Diánez, Álvaro Montilla, José Luis López, José Iván Martín, Francisco José
Fernádez y Ariel Figueroa. Hay que tener en cuenta que este año han muerto 23
sacerdotes de la diócesis.
Las hermandades, la JMJ
2011 y "un seminarista normal"
Iván
Martín (26 años) encontró la vocación en el mundo de las hermandades. "Soy
hermano de ocho cofradías: San Bernardo, el Calvario, la Reina de Todos los
Santo, San Gonzalo, la Paz, el Corazón de Jesús de Nervión, la Virgen de los
Reyes y la Sacramental de Camas". Participaba en el grupo joven. El
párroco de la Concepción de Nervión le propuso a los 17 años la posibilidad de
entrar en el seminario. «Le dije que ni loco», comenta.
Acudió
a la JMJ de 2011 en Madrid. «Allí vi cosas que fueron uniendo los caminos.
Conocí a un chaval seminarista. Vi que era una persona normal». Cuando llegó a
Sevilla, fue a ver al párroco, que le animó a conocer el seminario. «Uno no
entra cien por cien seguro de que de allí saldrá cura. Esto es como los
noviazgos, uno conoce a una chica y no puede asegurar que vaya a casarse con
ella». Así, poco a poco fue fraguando la amistad con Jesús, a través de la
oración y comprendió lo definitivo: no sólo era participar en Cáritas, «tenía
que entregarme por entero».
El secretario personal
del arzobispo
Francisco
José Fernández (de 36 años) encontró su vocación en el seno de una hermandad, el
Gran Poder de Tocina, que «tiene un sentido de eclesialidad muy grande». Estuvo
doce años en la junta de gobierno y, cuando lo dejó, se dio cuenta de que le
faltaba algo importante. «Echaba de menos al Señor y empiezo a buscarlo. Voy a
misa cada vez más hasta que acabo yendo todos los días». A los 31 años, después
de ver pasar al Señor por delante tantas veces, recapacitó. «Entré en el
seminario con 31 años, convencido de que había estado corriendo delante de Él
al menos 15 o 16 años. Hasta que uno se cansa y le dice: ‘Aquí estoy y haz
conmigo lo que quieras’».
Francisco
José tiene la peculiaridad respecto a sus compañeros de ser el secretario
personal del arzobispo, Juan José Asenjo. «Por pura gracia, no tengo ningún
mérito especial para ser cura ni para que don Juan José depositara su confianza
en mí», responde.
Serenidad y convicción
José
Luis López (32 años), de la parroquia de Consolación de Osuna, cuenta que
«desde chico tenía la inquietud. Sin saber hablar aún, en el barrio siempre
decía que quería ser ‘cúa’», explica. Con 20 años entró en el seminario, «pero
duré dos meses allí, no podía soportar estar encerrado». Después de estudiar y
trabajar, al cabo de cinco años se dio cuenta de que su camino era ser
sacerdote. «Y sin problemas», afirma.
Antonio
Salvago (31) recibió la llamada del Señor cuando estaba acabando los estudios
en la universidad. «Es un sentimiento que me animaba a hacer algo por los
demás». Ya pertenecía a un movimiento juvenil, Paz y Bien, de las Franciscanas
de los Sagrados Corazones en Marchena. Se dio cuenta que quería dedicar su vida
a eso, haciéndolo al modo de Jesús. «Una nueva vida», indica. Vive «con
serenidad» el compromiso que tiene por delante y sin miedo de cuál será su
destino.
"Hoy cuesta más
tomar decisiones para toda la vida"
Salvador
Diánez, de 38 años, es el mayor del grupo, le saca once años a Iván, pero el
camino termina en el mismo sitio. Piensa que «el Señor sigue llamando igual que
cuando había muchas vocaciones, la diferencia es que ahora nos cuesta mucho más
tomar decisiones que van a marcar toda la vida. Pero esto no sólo ocurre con
nosotros, pasa en todos los ámbitos. Un ejemplo es que hoy en día la gente se
casa menos y más tarde, igual que con las vocaciones».
Salvador
ha estado involucrado en temas sociales. Ha trabajado con inmigrantes, en
barrios humildes de Sevilla y, un verano, viajó a la India. Allí descubrió que
su camino «va por otros derroteros». Pero le costó dar el paso... Cuando
terminó la carrera de Historia del Arte, vio el precipicio. «Voy a hacer un
máster», se dijo. Después, el trabajo volvió a posponer la decisión definitiva.
Hasta
que «por justicia», al final, lo hizo. «El Señor ha estado en mi vida desde
pequeño y sentí que no podía posponerlo más». Como la mayoría de las
vocaciones, se vio marcado por referentes sacerdotales. En su caso fue su tío,
Francisco Navarro, canónigo que fuera de la Catedral de Sevilla que falleció
hace cinco años. «Él fue, es y será mi referente», asegura.
Ser las manos de Cristo
Álvaro
Montilla (34) es de Arahal. En la última revista «Iglesia de Sevilla» que edita
la Archidiócesis, expone que «no estamos solos» en este desafío, porque
«contamos con la ayuda de Dios y de la comunidad». Siempre tuvo claro por qué
le llamó Jesucristo: «Él se entregó por nosotros, pero hoy necesita unas manos
que le hagan venir cada día, que le ayuden a perdonar los pecados, que bauticen
en su nombre. Merece la pena entregarlo todo por los demás».
Por
último, Ariel Figueroa (27), es el único del grupo que no estudió en el
Seminario Metropolitano, sino en el Redemptoris Mater, del Camino
Neocatecumenal. Asegura que fue su abuela quien le transmitió la fe desde niño.
Ante la importante cita que tiene mañana, «sólo podemos repetir aquello que se
dice durante la ordenación: ‘Que el Señor lleve a término lo que ya ha
iniciado’».
Fuente:
ReL
Iván
Martín, Salvador Diánez, Álvaro Montilla, Antonio Salvago, José Luis López,
Ariel Figueroa, Francisco José Fernández y Francisco Javier López