Su fe y su determinación consiguieron que su esposo, el rey
Chilperico, y sus hijos, se convirtieran al cristianismo, religión que se
convirtió en el credo oficial de los francos
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Jean Antoine Gros-Public domain |
Durante siglos, desde los primeros siglos
del cristianismo, sus fieles caminaron por tierras hostiles a su fe. Sufrieron
persecuciones y martirios que fortalecieron aún más su fidelidad a las palabras
de Jesús.
En
el largo proceso de consolidación del cristianismo como religión oficial de
reinos e imperios, las mujeres tuvieron un papel muy importante.
Su tradicional cometido de
transmisoras de valores en el seno de su propia familia se trasladó a todo un
pueblo cuando las reinas se convirtieron en principales altavoces de la palabra
de Dios.
Desde santa Elena, aún en
tiempos del Imperio Romano, fueron muchas las emperatrices y reinas que jugaron
un papel determinante en la consolidación del cristianismo.
En el siglo V, la que se iba a
convertir en reina de los francos, pasaría a la historia también como la
principal impulsora del cristianismo en Francia que, gracias a ella, pasó a ser
reconocida como “Hija primogénita de la Iglesia”.
Clotilde nació hacia el año 475
en Lyon, entonces territorio perteneciente al reino de Borgoña. En aquel
tiempo, la Francia actual era un mosaico de reinos surgidos tras la
disgregación del Imperio Romano.
Su padre, el rey Chilperico II
de Burgundia, había sido asesinado por su propio hermano Gundebaldo para
hacerse con el poder.
Su viuda se llevó a sus dos
hijas a vivir a Ginebra donde una de ellas entró en religión. La otra era
Clotilde quien a sus dieciocho años aún no había decidido
su futuro pero tenía clara su fe y dedicaba buena parte de su tiempo a rezar y
a repartir limosnas a las puertas del palacio en el que
vivía.
Hacia el año 492, Clotilde se
casó con el rey franco Clodoveo I. La nueva reina de los francos no tardó en
enseñarle a su marido pagano la doctrina cristiana.
Clotilde
estaba dispuesta a convertir no sólo a su propio marido, se impuso la magna
tarea de convertir a todo su pueblo.
En un principio, Clodoveo se
resistió a romper con una larga tradición y con costumbres ancestrales pero la
tenaz tarea de su esposa y de san Remigio dieron sus frutos. Clodoveo aceptó
que su hijo Clodomiro fuera bautizado.
Pero la prueba de fuego llegó
con la amenazante llegada de las huestes germanas que atacaron el reino franco.
Clodoveo
pidió a Clotilde que rezara a su Dios para que le diera protección y le
prometió que si ganaba en el campo de batalla a los pueblos
germanos, se convertiría él mismo al cristianismo.
Clodoveo salió victorioso de la
batalla de Tolbiac y cumplió su promesa. Junto a Clodoveo, miles de personas se
bautizaron el día de Navidad de 496.
Desde entonces, buena parte de
los francos se fueron convirtiendo al cristianismo que se convirtió en religión
oficial y predominante.
Clotilde pasó el resto de su
vida siendo una reina piadosa volcada en obras de beneficencia. Tal era su comportamiento
que sus
súbditos veían en ella más a una religiosa que a una soberana.
Tras su muerte, en junio de 545, la Iglesia tardó muy poco tiempo en elevarla a
los altares.
Sandra
Ferrer
Fuente:
Aleteia