Discurso del Papa Francisco durante el Encuentro
Ecuménico en el Centro Ecuménico del CMI en Ginebra, con ocasión del 70
Aniversario del Consejo Ecuménico de las Iglesias (World Council of Churches,
WCC)
“Miremos a tantos hermanos y hermanas nuestros que en
diversas partes del mundo, especialmente en Oriente Medio, sufren porque son
cristianos. Estemos cerca de ellos. Y recordemos que nuestro camino ecuménico
está precedido y acompañado por un ecumenismo ya realizado, el ecumenismo de la
sangre, que nos exhorta a seguir adelante”, lo dijo el Papa Francisco durante
el Encuentro Ecuménico en el Centro Ecuménico del CMI en Ginebra, este jueves
21 de junio, con ocasión del 70 Aniversario del Consejo Ecuménico de las Iglesias
(World Council of Churches, WCC).
El Santo Padre, después de haber sostenido durante el
curso de la mañana un encuentro privado con el Presidente de la Confederación
Suiza y haber realizado la Oración Ecuménica en el Centro Ecuménico del Consejo
Mundial de las Iglesias. Por la tarde se dirigió al Centro Ecuménico del CMI,
donde realizó el Encuentro Ecuménico.
70: el criterio
de una caridad sin medida
En su discurso, el Pontífice agradeció por la amable
acogida que recibió en Ginebra y por la invitación para celebrar el 70º
aniversario de la institución del Consejo Ecuménico de las Iglesias. “En la
Biblia, setenta años evocan un período de tiempo cumplido, signo de la
bendición de Dios – señaló el Papa – pero setenta es también un número que hace
aflorar en la mente dos célebres pasajes evangélicos. En el primero, el Señor
nos ha mandado perdonarnos no siete, sino «hasta setenta veces siete» (Mt 18, 22).
El número no se refiere desde luego a un concepto cuantitativo – explicó el
Santo Padre – sino que abre un horizonte cualitativo: no mide la justicia, sino
que inaugura el criterio de una caridad sin medida, capaz de perdonar sin
límites”.
Somos los depositarios de la fe, de la caridad, de la
esperanza de tantos que, con la fuerza inerme del Evangelio, han tenido la
valentía de cambiar la dirección de la historia, precisó el Papa Francisco, esa
historia que nos había llevado a desconfiar los unos de los otros y a
distanciarnos recíprocamente, cediendo a la diabólica espiral de continuas
fragmentaciones. “Gracias al Espíritu Santo, inspirador y guía del ecumenismo –
alentó el Pontífice – la dirección ha cambiado y se ha trazado de manera
indeleble un camino nuevo y antiguo a la vez: el camino de la comunión
reconciliada, hacia la manifestación visible de esa fraternidad que ya une a
los creyentes”.
70: un llamado
a la misión
El número setenta ofrece en el Evangelio un segundo
punto de reflexión, puntualizó el Santo Padre y se refiere a los discípulos que
Jesús envió a la misión durante su ministerio público y cuya memoria se celebra
en el Oriente cristiano. El número de estos discípulos remite a las naciones
conocidas, enumeradas al comienzo de la Escritura (cf. Gn 10).
¿Qué nos sugiere esto? Que la misión está dirigida a
todos los pueblos y que cada discípulo, por ser tal, afirmó el Papa, debe
convertirse en apóstol, en misionero. El Consejo Ecuménico de las Iglesias ha
nacido como un instrumento de aquel movimiento ecuménico suscitado por una
fuerte llamada a la misión: ¿cómo pueden los cristianos evangelizar si están
divididos entre ellos? Esta apremiante pregunta es la que dirige también hoy
nuestro caminar y traduce la oración del Señor a estar unidos «para que el
mundo crea».
Ecumenismo y
misión
Permitidme, señaló el Papa Francisco manifestarles una
preocupación. Esta, dijo, nace de la impresión de que el ecumenismo y la misión
no están tan estrechamente unidos como al principio. Y, sin embargo, el mandato
misionero, que es más que la diakonia y que la promoción del desarrollo humano,
no puede ser olvidado ni vaciado. Se trata de nuestra identidad. El anuncio del
Evangelio hasta el último confín es connatural a nuestro ser cristianos.
Ciertamente, el modo como se realiza la misión cambia según los tiempos y los
lugares y, frente a la tentación ―lamentablemente frecuente―, de imponerse
siguiendo lógicas mundanas, conviene recordar que la Iglesia de Cristo crece
por atracción.
¿En qué consiste esta fuerza de atracción?
Evidentemente, no en nuestras ideas, estrategias o programas. No se cree en
Jesucristo mediante un acuerdo de voluntades y el Pueblo de Dios no es
reductible al rango de una organización no gubernamental. No, la fuerza de
atracción radica en aquel don sublime que conquistó al apóstol Pablo:
«conocerlo a Cristo, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus
padecimientos».
Tenemos
necesidad de un nuevo impulso evangelizador
Estamos llamados a ser un pueblo que vive y comparte
la alegría del Evangelio, que alaba al Señor y sirve a los hermanos, puntualizó
el Papa Francisco, con un espíritu que arde por el deseo de abrir horizontes de
bondad y de belleza insospechados para quien no ha tenido aún la gracia de
conocer verdaderamente a Jesús. Estoy convencido de que, si aumenta la fuerza
misionera, crecerá también la unidad entre nosotros. Así como en los orígenes
el anuncio marcó la primavera de la Iglesia, la evangelización marcará el
florecimiento de una nueva primavera ecuménica.
“He deseado estar presente en las celebraciones de
este aniversario del Consejo también para reafirmar el compromiso de la Iglesia
Católica en la causa ecuménica y para animar la cooperación con las Iglesias
miembros y con los interlocutores ecuménicos”
Caminar
El Papa Francisco comentando los tres términos del
lema elegido para esta Jornada propuso un doble movimiento: de entrada y de
salida. “De entrada, para dirigirnos constantemente hacia el centro, para
reconocernos sarmientos injertados en la única vid que es Jesús (cf. Jn 15, 1-8).
No daremos fruto si no nos ayudamos mutuamente a permanecer unidos a él. De
salida, hacia las múltiples periferias existenciales de hoy, para llevar juntos
la gracia sanadora del Evangelio a la humanidad que sufre. Preguntémonos si
estamos caminando de verdad o solo con palabras, si los hermanos nos importan
de verdad y los encomendamos al Señor o están lejos de nuestros intereses
reales.
Rezar
Refiriéndose al segundo término del lema, el Santo
Padre dijo que, en la oración, como en el camino, no podemos avanzar solos,
porque la gracia de Dios, más que hacerse a medida individual, se difunde armoniosamente
entre los creyentes que se aman. Cuando decimos «Padre nuestro» resuena dentro
de nosotros nuestra filiación, pero también nuestro ser hermanos. La oración es
el oxígeno del ecumenismo. Sin oración la comunión se queda sin oxígeno y no
avanza, porque impedimos al viento del Espíritu empujarla hacia adelante.
Trabajar juntos
En este sentido quisiera subrayar que la Iglesia
Católica reconoce la especial importancia del trabajo que desempeña la Comisión
Fe y Constitución, y desea seguir contribuyendo a través de la participación de
teólogos altamente cualificados. El estudio de Fe y Constitución, para una
visión común de la Iglesia y su trabajo en el discernimiento de las cuestiones
morales y éticas tocan puntos neurálgicos del desafío ecuménico.
Del mismo modo, la presencia activa en la Comisión
para la Misión y la Evangelización; la colaboración con la Oficina para el
Diálogo Interreligioso y la Cooperación, últimamente sobre el importante tema
de la educación y la paz; la preparación conjunta de los textos para la Semana
de oración por la unidad de los cristianos y otras formas de sinergia son
elementos constitutivos de una sólida y auténtica colaboración.
Diakonia
Finalmente, el Papa Francisco señaló que el trabajo
típicamente eclesial tiene un sinónimo bien definido: diakonia. Es el camino
por el que seguimos al Maestro, que «no ha venido a ser servido, sino a servir»
(Mc 10, 45). El servicio variado e intenso de las Iglesias miembros del Consejo
encuentra una expresión emblemática en la Peregrinación de justicia y paz. La
credibilidad del Evangelio se ve afectada por el modo cómo los cristianos
responden al clamor de todos aquellos que, en cualquier rincón de la tierra,
son injustamente víctimas del trágico aumento de una exclusión que, generando
pobreza, fomenta los conflictos.
Renato Martínez – Ciudad del Vaticano
Vatican News