Si bien la vida
eremítica ha sido abandonada gradualmente en la Iglesia Católica, aún existen
religiosos que aseguran que esta vocación puede ser vivida en pleno siglo XXI,
caracterizado por el avance de la tecnología en las comunicaciones
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Hermano Rex / Crédito: Foto de cortesía |
Es
el caso del Hermano Rex, un eremita de la Hermandad Little Portion de la
Diócesis de Portland, ubicada en el estado de Maine (Estados Unidos), quien
reconoce que esta es una vocación reconocida en la Iglesia y es mucho más que
prácticas y aislamiento ascéticos.
“La
gracia me atrajo a esta forma particular de discipulado. El ejemplo de los
Padres y Madres del Desierto me atrajo a esta vida. También el ejemplo de
muchos de los grandes santos a lo largo de la historia, como Francisco de Asís,
un santo conocido que vivió como eremita por un tiempo antes de ser llamado a
fundar una fraternidad religiosa de Hermanos”, contó el Hermano Rex en una
reciente entrevista concedida a CNA –agencia en inglés del Grupo ACI–.
La
palabra “eremita” proviene del griego “eremos”, que significa desierto o un
lugar aislado. La vocación de un eremita se hizo más popular entre los primeros
cristianos, quienes, inspirados por santos como Elías y Juan el Bautista,
deseaban vivir una vida apartada y, por lo tanto, se retiraron al desierto para
vivir en oración y penitencia.
De
acuerdo al Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica, la definición de
un eremita se encuentra en el numeral 603.
Ҥ1.
Además de los institutos de vida consagrada, la Iglesia reconoce la vida
eremítica o anacorética, en la cual los fieles, con un apartamiento más
estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la
penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo”,
sostiene.
Un día en la vida de un
ermitaño
El
Hermano Rex asegura que uno de los aspectos más alegres de su vida es la
oportunidad que Dios le da “de pasar largas temporadas en el silencio de la
soledad” para “estar en la presencia de Dios y del prójimo a través de la
oración”.
“Un
aspecto alegre de mi vocación es que tengo la bendición de ser parte de las
vidas de otras personas, ya que me invitan a unirme a ellas a lo largo de
su vida a través del ministerio de la oración intercesora”, relató.
El
Hermano Rex cuenta que su día comienza alrededor de las 4:00 a.m. y participa
de la Hora Santa entre 5:00 y 6:00 a.m. Luego asiste a Misa en una parroquia
local a las 7:00 a.m.
Después
de regresar de la Misa, desayuna y dedica el resto de la mañana a la Lectio
Divina, y muy de vez en cuando, atiende a alguna persona que concertó una cita
para dirección espiritual.
“Después
de la oración del mediodía y el almuerzo, la tarde (aproximadamente 1:00 a 5:00
p.m.) consiste en un período de trabajo durante el cual respondo al correo
electrónico y recibo las solicitudes de oración”, explica el hermano.
Más
tarde, a las 5:00 p.m. reza las Vísperas; cena a las 5:30 p.m.; y su oración
por la noche es a las 7:00 p.m. Finalmente, las luces suelen apagarse a las
8:00 p.m.
“Este
horario es lo suficientemente rígido como para proporcionar estabilidad a mi
vocación en el silencio de la soledad, pero lo suficientemente flexible como para
hacer recados, citas con el médico, realizar tareas en la ermita, etc.”, aclara
el Hermano Rex.
Sobre
la vida de otros eremitas que conoce, afirma que rara vez se aventuran fuera de
su ermita.
“Algunos
ermitaños se aventuran un par de días a la semana a algún tipo de trabajo para
proporcionar apoyo financiero. La cantidad de tiempo que un eremita pasa fuera
o encuentra a otras personas está determinado en gran medida por la
interpretación del Canon 603 en diálogo con su ordinario o su representante, y la
regla o plan de vida del eremita”, describe.
Al
final de la entrevista, el Hermano Rex afirmó que “la vida eremítica es un
llamado de Dios e incluye el amor a los demás”, y que se aleja de lo que
algunos pueden considerar “misantropía”, a la que definió como una “respuesta
psicológicamente desadaptada al mundo.”
“Lo
que oro por otros católicos, cristianos no católicos y la sociedad en general
es que ellos, como yo, venimos a experimentar la libertad, la felicidad y el
gozo que provienen de someter la propia voluntad y vida al amoroso señorío de
Jesucristo en cualquier estado de la vida se encuentran a sí mismos”, concluyó.
Fuente:
ACI