La entera creación está
inscrita en el amor especial de Dios por la creatura humana, que se extiende a
todas las generaciones de madres, padres y de sus hijos
Volver
a partir desde la Palabra de Dios “que ilumina el origen de la vida y su
destino” para enfrentar el desafío contemporáneo “que interpela al humanismo
planetario, en referencia a los recientes desarrollos tecnológicos de las
ciencias de la vida”: fue la invitación del Papa Francisco el jueves a los
participantes en la Asamblea General de los Miembros de la Pontificia Academia
para la Vida, recibidos en audiencia. El tema de la sesión de este año es:
“Acompañar la vida. Nuevas responsabilidades en la era tecnológica”: argumento
actual observó el Papa, y que coloca desafíos antes impensables y urgentes de
enfrentar. El Obispo de Roma invitó a aclarar al respecto, para contrastar el
riesgo de una cultura “centrada obsesivamente sobre la soberanía del hombre”.
La
fe cristiana nos empuja a retomar la iniciativa, rechazando toda concesión a la
nostalgia y al lamentarse. La Iglesia, por lo demás, cuenta con una vasta
tradición de mentes generosas e iluminadas, que han abierto caminos para la
ciencia y la consciencia de su época. El mundo necesita de creyentes que, con
seriedad y alegría, sean creativos y propositivos, humildes y valientes,
resueltamente determinados a recomponer la fractura entre las generaciones.
Esta fractura interrumpe la transmisión de la vida. De la juventud se exaltan
los potenciales: pero ¿quién los guía al cumplimiento de la edad adulta? La
condición adulta es una vida capaz de responsabilidad y amor, ya sea hacia la
generación futura, que hacia aquella pasada. La vida de los padres y de las
madres en edad avanzada se espera sea honrada por aquello que ha dado
generosamente, no que sea descartada por aquello que no tiene más.
Una
teología de la Creación y de la Redención que sepa traducirse en las palabras y
en los gestos del amor para cada vida y por toda la vida, aparece necesaria hoy
más que nunca para acompañar el camino de la Iglesia en el mundo en el que
ahora vivimos, continuó notando el Pontífice, recordando que la Encíclica
Laudato si’ es como un manifiesto de esta reanudación de la mirada de Dios y
del hombre sobre el mundo, partiendo del gran relato de revelación que nos es
ofrecido en los primeros capítulos del Libro del Génesis.
Ahí
se dice que cada uno de nosotros es una creatura querida y amada por Dios, no
solamente un ensamblaje de células bien organizadas y seleccionadas en el
transcurso de la evolución de la vida. La entera creación está inscrita en el
amor especial de Dios por la creatura humana, que se extiende a todas las
generaciones de madres, padres y de sus hijos.
El
Santo Padre acotó que se trata de una “revolución cultural” a la que la
Iglesia está llamada a contribuir, colmando y reconociendo “honestamente los
retrasos y las faltas”. “Las formas de subordinación”, puntualizó el Papa, “que
han marcado tristemente la historia de las mujeres debe ser definitivamente
abandonadas”. Escribir un comienzo nuevo, significa volver a partir de “una
renovada cultura de la identidad y de la diferencia”:
"La
utopía del neutro remueve ya sea la dignidad humana de la constitución
sexualmente diferente, que la cualidad personal de la transmisión generativa de
la vida. La manipulación biológica y psíquica de la diferencia sexual, que la
tecnología biomédica deja entrever como completamente disponible a la elección
de la libertad - ¡mientras no lo es! – arriesga el desmantelar la fuente de
energía que alimenta la alianza del hombre y de la mujer y la hace creativa y
fecunda".
RC
Radio Vaticano