Espero vivamente, que la
celebración de la Jornada Mundial de los Pobres del próximo 19 de noviembre nos
ayude en nuestra “vocación a seguir a Jesús pobre”
Con
motivo del cuarto centenario del carisma que dio lugar al origen de la gran
Familia vicenciana, fundada por San Vicente de Paúl, patrono de las obras de
caridad, el Papa Francisco envió un profundo mensaje de aliento y gratitud a
todos los que continúan trabajando en la continuidad de esta misión: dar a
conocer a Cristo anunciando a los pobres la Buena Nueva del amor de Dios
mediante el servicio corporal y espiritual.
Mensaje del Papa a la
Familia vicenciana
Queridos
hermanos y hermanas:
Con
ocasión del 4º centenario del carisma que dio nacimiento a su Familia, me
gustaría unirme a ustedes con unas palabras de agradecimiento y de ánimo y
poner de relieve el valor y la actualidad de san Vicente de Paúl.
San
Vicente estuvo siempre en camino, abierto a la búsqueda de Dios y de sí mismo.
A esta búsqueda constante se añadió la acción de la gracia: como pastor, tuvo
un encuentro fulgurante con Jesús, el Buen Pastor, en la persona de los pobres.
Lo que se comprobó especialmente cuando se conmovió ante la mirada de un hombre
sediento de misericordia y la situación de una familia que carecía de todo lo
necesario. En ese momento, descubrió la mirada de Jesús que le emocionó,
invitándole a vivir, no ya para sí mismo, sino para servirle sin reserva en los
pobres a los que Vicente de Paúl llamaría más tarde “nuestros señores y
nuestros amos” (Correspondencia, conferencias, documentos, Coste XI-3, p. 273).
Su vida se transformó entonces en un servicio constante hasta su último
suspiro. Una Palabra de la Escritura le había dado el sentido de su misión: “El
Señor me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva” (cf. Lc 4, 18).
Con
el deseo ardiente de dar a conocer a Jesús a los pobres, se consagró
intensamente al anuncio, sobre todo por medio de las misiones populares, y
especialmente prestando atención a la formación de los sacerdotes (del clero).
Utilizaba de manera natural un «método sencillo»: hablar, en primer lugar con
su propia vida y después, con una gran sencillez, de forma familiar y directa. El
Espíritu hizo de él un instrumento que suscitó un impulso de generosidad en la
Iglesia. Inspirado por los primeros cristianos que tenían “un solo corazón y
una sola alma” (Hch 4, 32), san Vicente fundó las “Caridades” con el fin de
atender a los más necesitados, viviendo en comunión y poniendo a disposición de
todos sus propios bienes, con alegría, con la certeza de que Jesús y los pobres
son los tesoros más valiosos y que, como a él le gustaba repetir, “cuando tú
vas hacia el pobre, encuentras a Jesús”.
San Vicente de Paul:
"un granito de mostaza"
Este
“granito de mostaza”, sembrado en 1617, hizo germinar la Congregación de la
Misión y la Compañía de las Hijas de la Caridad, se ramificó en otros
Institutos y Asociaciones y se ha convertido en un gran árbol (cf. Mc 4,
31-32): su Familia. Pero todo comenzó con este granito de mostaza: san Vicente
no quiso nunca ser un protagonista o un líder, sino “un granito”. Estaba
convencido de que la humildad, la mansedumbre y la sencillez son condiciones
esenciales para encarnar la ley de la semilla que da vida muriendo (cf. Jn 12,
20-26), esta ley que hace fecunda la vida cristiana, esta ley por la que se
recibe dando, se encuentra perdiendo y se irradia ocultándose. San Vicente
estaba igualmente convencido de que no era posible hacerlo todo él solo, sino
juntos, como Iglesia y Pueblo de Dios. A este respecto, me gusta recordar su
intuición profética de valorar las cualidades excepcionales femeninas que se
manifestaron en la delicadeza espiritual y la sensibilidad humana de santa
Luisa de Marillac.
“Cuanto
hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt
25, 40), dice el Señor. La búsqueda de los más pobres y abandonados” está en el
núcleo central de la Familia vicenciana, con la conciencia profunda de ser
“indignos de rendirles nuestros pequeños servicios” (Correspondencia,
conferencias, documentos, Coste XI-3, p. 273). Deseo que este año de acción de
gracias al Señor y de profundización del carisma sea la ocasión de beber en el
manantial, de refrescarse en la fuente del espíritu de los orígenes. No olviden
que las fuentes de gracia en las que ustedes beben, brotaron de corazones
sólidos y firmes en el amor, “modelos insignes de caridad” (Benedicto XVI,
Carta Encíclica Deus Caritas est, 40). Ustedes aportan el mismo frescor,
solamente levantando la mirada hacia la roca de donde brota. La roca es Jesús
pobre, que pide que se le reconozca en aquel que es pobre, que no tiene voz.
Pues Él está ahí.
Y
ustedes, a su vez, cuando encuentran existencias frágiles, rotas por pasados
difíciles, están llamados a ser rocas. No a parecer duros e inquebrantables, ni
a mostrarse insensibles a los sufrimientos, sino a ser puntos de apoyo, sólidos
frente a los avatares del tiempo, resistentes en las adversidades, porque
ustedes “reparan en la peña de donde fueron tallados, y en la cavidad del pozo
de donde fueron excavados” (cf. Is 51,1). Así, están llamados a ir a las
periferias de la condición humana y a llevar, no sus capacidades, sino el
Espíritu del Señor, “Padre de los pobres”. El los esparce por el mundo,
ampliamente, como a granos que crecen en una tierra árida, como un bálsamo de
consuelo para el que está herido, como un fuego de caridad para calentar tantos
corazones fríos por el abandono y endurecidos por el rechazo.
La caridad al centro de la
misión de la Iglesia
En
verdad, todos nosotros estamos llamados a beber de la roca que es el Señor y a
apagar la sed del mundo con la caridad que viene de él. La caridad está en el
corazón de la Iglesia, es la razón de su acción, el alma de su misión. “La
caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las
responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la
caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley”
(Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate, 2). Es la vía que tenemos
que seguir para que la que Iglesia sea cada vez más madre y maestra de caridad,
con un amor cada vez más intenso y desbordante entre ustedes y para con todos
los hombres (cf, 1 Ts 3, 12). Concordia y comunión en el interior de la
Iglesia, apertura y acogida en el exterior, con el valor de reconocer lo que
puede ser una ventaja a fin de imitar en todo a su Señor y de encontrarse
plenamente a sí mismos, haciendo de la aparente debilidad de la caridad la
única razón de su orgullo (cf. 1 Co 12, 19).
Resuenan
en nosotros las palabras del Concilio, de una gran actualidad: “Cristo Jesús
[...] se hizo pobre, siendo rico. Así también la Iglesia, aunque necesite de
medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria
terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio
ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre a «evangelizar a los pobres… así
también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad
humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su
Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura
servir en ellos a Cristo” (Concilio Ecuménico Vaticano II, Const. Dogm. Lumen
Gentium, 8).
El ejemplo de San Vicente
en nuestras vidas prácticas
San
Vicente realizó esto a lo largo de su vida y nos habla, aún hoy, a cada uno de
nosotros, como Iglesia. Su testimonio nos invita a estar siempre en camino,
dispuestos a dejarnos sorprender por la mirada del Señor y por su Palabra. Nos
pide la pobreza de corazón, una disponibilidad total y una humildad dócil. Nos
impulsa a la comunión fraterna entre nosotros y a la misión valiente en el
mundo. Nos pide liberarnos de lenguajes complicados, de discursos egocéntricos,
centrados en nosotros mismos y de apego a los bienes materiales, que pueden
tranquilizarnos en lo inmediato pero que no nos dan la paz de Dios y a menudo
son incluso un obstáculo para la misión. Nos exhorta a invertir en la
creatividad del amor, con la autenticidad de un “corazón que ve” (cf. Benedicto
XVI, Carta Encíclica Deus Caritas est, 31). De hecho, la caridad no se contenta
con buenas costumbres del pasado, sino que sabe transformar el presente.
Y
esto es aún más necesario hoy día, ante la complejidad cambiante de nuestra
sociedad globalizada donde ciertas formas de limosna y de ayuda, aunque
justificadas por intenciones generosas, corren el riesgo de alimentar formas de
explotación y de desigualdad y de no producir progresos reales y duraderos. Por
esta razón, imaginar la caridad, organizar la cercanía e invertir en la
formación son las enseñanzas actuales que nos vienen de san Vicente. Pero, al
mismo tiempo, su ejemplo nos anima a dar espacio y tiempo a los pobres, a los
numerosos pobres de nuestro tiempo, a los demasiado numerosos pobres de hoy, a
hacer nuestros sus pensamientos y dificultades. El cristianismo sin contacto
con el que sufre, es un cristianismo desencarnado, incapaz de tocar la carne de
Cristo. Encontrar a los pobres, preferir a los pobres, dar la voz a los pobres
con el fin de que su presencia no sea reducida al silencio por la cultura de lo
efímero.
Seguir a Jesús pobre
Espero
vivamente, que la celebración de la Jornada Mundial de los Pobres del próximo
19 de noviembre nos ayude en nuestra “vocación a seguir a Jesús pobre”,
convirtiéndonos “cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo
por los últimos y los más necesitados y reaccionando ante la cultura del
descarte y del derroche” (Mensaje para la primera Jornada Mundial de los Pobres
“No amemos de palabra sino con obras”, 13 de junio de 2017).
Pido
para la Iglesia y para todos ustedes la gracia de encontrar al Señor Jesús en
el hermano hambriento, sediento, extranjero, despojado de su ropa y de su
dignidad, enfermo y prisionero o indeciso, ignorante, obstinado en el pecado,
afligido, grosero, desconfiado y molesto. Y de encontrar en las llagas
gloriosas de Jesús, la fuerza de la caridad, la felicidad del grano que, al
morir, da vida, la fecundidad de la roca de donde brota el agua, la alegría de
salir de sí mismos y de ir por el mundo, sin nostalgia del pasado sino con la
confianza en Dios, creativos frente a los desafíos de hoy y de mañana porque,
como decía san Vicente, “el amor es inventivo hasta el infinito”.
Del
Vaticano, 27 de septiembre de 2017- Memoria de San Vicente de Paúl.
Fuente:
Radio Vaticano