¿Se trata
de una superstición?
No existe nada
más “católico” que las velas votivas, sobre todo si se encuentran ante imágenes
en un entorno eclesiástico. Siempre que en una película o una serie de televisión
se quiere mostrar a la audiencia que un personaje es católico, con toda
seguridad aparecerá un confesionario o una repisa con estas velas.
La confesión es
un sacramento, por supuesto, pero ¿de dónde viene el uso de las velas? ¿Se
trata de una práctica supersticiosa?
Más bien lo
contrario, de hecho.
“Yo soy la luz
del mundo, el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz
de la vida” (Juan 8, 12).
Durante la
Vigilia Pascual, cuando el diácono o el sacerdote entra en la iglesia oscura
con el cirio pascual, recita “Luz de Cristo”, a lo que los fieles responden
“Demos gracias a Dios”. Este canto nos recuerda cómo Jesús llegó a nuestro
mundo de pecado y muerte para traernos la luz de Dios.
Además de su
empleo en lugares donde los primeros cristianos celebraban la misa, las velas
también iluminaban los sepulcros de los mártires. El padre William Saunders
explica que “existen pruebas de que se encendían velas o lámparas de aceite en
las tumbas de los santos, concretamente de mártires, ya en los años 200, y ante
reliquias e imágenes sagradas a partir de los años 300”.
En este
contexto, “la luz representa nuestras oraciones ofrecidas en la fe que se
convierten en la luz de Dios. Con la luz de la fe, suplicamos a nuestro Señor
por nuestras plegarias o a un santo para que rece con nosotros”. La palabra
“vigilia” proviene del latín vigilia y significa velar o
supervisar.
La vela de la
vigilia permanece encendida durante un periodo de tiempo, ya sean horas o días,
y simboliza el anhelo de la persona de “estar presente ante el Señor en su
oración aunque nos vayamos para continuar con nuestras tareas diarias”. También
recuerda a la persona que el santo siempre está rezando por sus súplicas.
Otra palabra
que se emplea para referirse a este tipo de velas es “votiva” y proviene del
latín votum, que significa promesa, compromiso o simplemente
plegaria. Refuerza la idea de que las velas representan nuestras oraciones ante
Dios.
Como seres
humanos, tenemos cuerpo y alma y, a menudo, nuestras oraciones deben expresarse
de un modo físico y tangible. De esta forma ayudamos a que el alma descanse y
podamos profundizar en nuestra espiritualidad. Parecida al incienso, la luz de
las velas es un recordatorio físico que hace dirigir nuestras almas hacia Dios.
No las encendemos porque creemos que así Dios escuchará mejor nuestras
plegarias, sino porque necesitamos un elemento visual que conecte nuestro
cuerpo y nuestra alma.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia