A
pesar de que la mayor parte de los estudios intenta dar una imagen positiva, se
observan fenómenos preocupantes, sobre todo en los hijos de donantes
La
oposición al proyecto de algunas parejas del mismo sexo para formar una familia
con la fecundación asistida o con la adopción se basa en principios (que
algunos han interpretados como prejuicios) abstractos. Pero hoy tenemos
argumentos más concretos: desde hace aproximadamente una década, la sociología
(especialmente la anglosajona) ha desarrollado una serie de investigaciones sobre
los efectos que pueden tener sobre un menor el estar criado por una pareja
homosexual.
En
general, los autores de esta investigación han empezado con el proyecto de dar
una imagen positiva a esta experiencia, y este punto de vista “parcial”
se revela en los métodos seguidos, y sobre todo por el hecho de que los que son
cuestionados son casi siempre los padres, los cuales están obviamente
interesados en dar una imagen positiva y tranquilizadora de su
condición, y en particular de la serenidad de los niños.
Por
razones de edad (las experiencias de procreación a través de la ingeniería
genética son relativamente reciente) rara vez los hijos han podido ser
examinados como testigos confiables: en muchas situaciones, de hecho, el camino
está lejos de ser terminado, y por lo tanto no puede ser conceptualizado por
los protagonistas.
Una
revisión crítica de las investigaciones realizada nos la ofrece hoy el trabajo
de Elena Canzi, Omogenitorialità, filiazione e dintorni
(Milano, Vita e Pensiero, 2017, pagine 144, euro 15), que
lleva a cabo un examen preciso y agudo de estos trabajos, denuncia los límites
del método, pero también examina las posibles conclusiones.
Tomados
en conjunto, estos estudios demostrarían que no hay diferencias entre los niños
que viven en familias homosexuales y los otros, enfocándose en dos factores: la
calidad de las relaciones (por lo general según la percepción de los padres) y
la adaptación psicosocial. Mientras que siguen con mucha menos atención los
problemas relacionados con la construcción de la identidad, centrales
especialmente en la adolescencia, así como los problemas legados a su origen,
es decir, la búsqueda del padre ausente.
Otra
limitación que se ha relevado es que se suelen juntar los hijos de parejas
heterosexuales en las que, posteriormente, un componente eligió una relación
homosexual con los hijos proyectados desde el principio por una pareja
homosexual, obviamente, son caracterizados por problemas muy diferentes.
Las
parejas homosexuales con hijos hoy en día son una gran mayoría parejas de
mujeres, por lo tanto se requiere el embarazo de una de las dos, experiencia
que plantea muchos problemas sucesivamente a la llamada “madre social”. De
hecho, escribe Canzi, “si la presencia en la pareja de una madre y un padre da
lugar a formas de vinculación constitutivamente diferentes, que no se prestan a
comparaciones y rinden fácilmente aceptables futuras preferencias, la
presencia de dos padres del mismo sexo, inevitablemente introduce el tema de la
confrontación y la cuestión de cuál de los dos miembros de la pareja sea
preferido por el hijo”.
Incluso
en el caso de la pareja masculina este problema surge con fuerza, pero con
características diferentes: la necesidad de recurrir a la maternidad subrogada,
de hecho, pone a los dos hombres en plano igualitario, aunque, si obviamente,
el gen se transmite únicamente por uno de los dos, y esto crea problema de
todos modos.
Los
hijos nacidos a partir de la compra de espermas revelan sentirse perturbados
por el hecho de que el dinero juega un papel decisivo en su concepción, y se declaran a favor de la adopción.
Sin
lugar a dudas, la pareja parental homosexual logra un comportamiento más
equilibrado en la división del trabajo doméstico, que se inspira en valores
menos convencionales, y también se les atribuyen mejores índices de capacidad
de comunicación y resolución de problemas en comparación a los padres
heterosexuales.
Las
investigaciones, como ya se han relevado, son generalmente desequilibradas en
el lado afectivo y accuditivo, es decir, en las actitudes y comportamientos
maternales, mientras que es de poco interés el investigar la forma en que se
aborda la función paterna.
Otro
punto débil está en la dificultad que a menudo experimentan las familias de
origen para asistir y ayudar a los hijos-hijas a tomar la decisión de
homoparentalidad, lo que hace más difícil la vida de la nueva familia.
Una
pregunta que se han hecho los investigadores es relativa a la orientación
sexual de los hijos: ¿tener padres homosexuales inclina a la elección
homosexual? La respuesta que se puede esperar es que los padres del mismo
sexo demuestren frente al problema mayor anticonformismo, pero no es siempre es
así: comúnmente la heterosexualidad del hijo se lleva a cabo para confirmar la
“normalidad” de la familia.
Sin
embargo, examinando las investigaciones en su totalidad, “parece
encontrarse una tendencia común, es decir una mayor probabilidad de
actitudes y comportamientos homosexuales” especialmente en los hijos de las
parejas de lesbianas.
El
análisis del rendimiento escolar confirma que los hijos de parejas del mismo
sexo – aunque la mayoría tienen niveles altos de rendimiento – también son más
proclives a un mayor uso de alcohol y drogas, y reportan niveles menores de
autonomía y niveles altos de ansiedad.
Y,
paradójicamente, la estabilidad del vínculo familiar, incluso del matrimonio,
que para los hijos de parejas heterosexuales constituye una condición positiva
para el crecimiento, para ellos se convierte en un obstáculo: “Parecería casi
que, para los hijos de parejas homosexuales, vivir en una familia oficialmente
reconocida y estable venga percibida como condición obligada, sin la
posibilidad de nuevos desarrollos”.
Además,
dentro de esta dinámica relacional, esta investigación no pone en evidencia las
dificultades ligadas a la figura paterna “social”, es decir, aquel que no tiene
ninguna conexión biológica con el hijo, se puede verificar una especie de caída
protectora de parte del chico. Y es siempre esta la figura que representa un
problema cuando se va en busca del padre ausente.
Pero la
mayor parte de las investigaciones no exploran los sentimientos que
experimentan los niños hacia el padre ausente, el llamado gameto “donante”, un
problema que afecta también a las parejas heterosexuales que han practicado la
inseminación heteróloga.
Canzi
señala que la literatura científica sobre este tema rara vez utiliza el término
“origen”, prefiriendo la definición de relación genética, por lo cual al
respecto, los hijos vienen definidos como curiosidad, un término mucho menos
completo de significado que no busca en los orígenes.
Por
otra parte, existen muy pocos estudios que evalúan si existen diferencias entre
los hijos con donante conocido o desconocido en términos de bienestar y
desarrollo psicológico. Aunque si es evidente que los niños con donante
desconocido sufren pesadas estigmatizaciones de parte de sus compañeros.
Por
supuesto, el problema de la ausencia de los padres también se plantea en la
adopción, pero aquí el padre adoptivo “no se sustituye sino que se encarga de
aquel dolor de origen y lo repara”, mientras que es diferente el camino de
aquellos que eligen procrear hijos “huérfanos”. ¿Cómo hacer frente a este
problema si los mismos padres son responsables del “vacío de origen”?
La
búsqueda del progenitor donante de parte de los hijos en estos casos, es
difícil y agotadora, porque “está poderosamente en desacuerdo con la elección
de procreación hecha por los padres, especialmente si eligen un donante
anónimo.”
La
relación más difícil es sobre todo, con sus coetáneos, a menudo son objetos de
burlas y bullying, provocando en ellos sentimientos de inferioridad y
anormalidad. Un estigma que provoca diversas estrategias de adaptación, en la
que prevalece aquella de negar el problema, confesando su condición propia sólo
a pocas personas. Por supuesto, la participación en la vida de la comunidad
homosexual, con los correspondientes hijos, pueden ayudar a que esta situación
sea menos pesada.
Sustancialmente,
“los hijos de parejas del mismo sexo reportan un mayor apelo a la asistencia
pública, menor identificación heterosexual, aumento de la frecuencia de las
relaciones homosexuales y menor sensación de seguridad con experiencia en la
familia de origen.”
Por
lo tanto, surge un complejo cuadro del cual se deduce y ciertamente no es
único, sin embargo, de donde se deduce que es muy difícil argumentar que no
exista ninguna diferencia entre los hijos de familias heterosexuales y aquellos
de familias de homosexuales.
Por Lucetta Scaraffia
Fuente: Aleteia