Cuando
los católicos viven con coherencia su fe en medio del mundo, toda la sociedad
resulta beneficiada
La
Memoria Anual de Actividades se ha convertido en una excelente carta de
presentación de lo que la Iglesia es y hace en la sociedad española.
Más
allá de dar cumplimiento al compromiso de rendir cuentas a quienes marcan la X
católica en la Declaración de la Renta, la Conferencia Episcopal Española (CEE)
ofrece un cuadro cada año más completo sobre la incidencia pública de la
actividad ordinaria de las 70 diócesis que existen en España, las 23.000
parroquias o los 827 monasterios.
Y
si los resultados de la Memoria provocan sorpresa ello se debe seguramente a
que el hecho religioso suele estar infravalorado, a pesar de que más de diez
millones de personas asisten regularmente a Misa o de que un millón de niños y
jóvenes recibe formación cristiana en las parroquias.
La
actividad asistencial de la Iglesia es solo superada en España por dos
comunidades autónomas, mientras que el patrimonio cultural sacro y las
festividades religiosas generan un impacto en la economía equivalente al 2,17 %
del PIB.
Esta
es la Iglesia real. La fotografía, cuando se obtiene la imagen sin ideologías,
resulta muy favorecedora. Lo cual, lejos de llevar a la autocomplacencia, debe
servir para renovar el compromiso de todos los bautizados, como pidió el
secretario general de la CEE, José María Gil Tamayo, en la presentación del
documento.
Por
parte del episcopado, ese esfuerzo es correspondido con un compromiso decidido
de avanzar hacia una mayor transparencia económica. La implantación en todas
las diócesis del nuevo Plan Contable aprobado en noviembre de 2016 por los
obispos supondrá, en este sentido, un nuevo salto cualitativo, que hay que
valorar.
Porque
lo que está en juego es mucho más que la aplicación de una determinada
contabilidad. Se trata de reforzar la convicción de que la Iglesia administra
bienes que no son suyos y que debe poner al servicio del anuncio del Reino.
Cuando
lo hace, cuando los católicos se esfuerzan por vivir con coherencia su fe en
medio del mundo, los resultados –muestra la memoria– son impresionantes. Toda
la sociedad sale beneficiada, comenzando por los últimos: por los pobres, por
los enfermos y los ancianos solos, por los reclusos…
Fuente:
Alfa y Omega
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