Respondiendo a un chico, Bergoglio
contó su elección: «el Espíritu Santo ayuda. Y luego, cada uno da su voto y se
cuentan. El que es elegido tal vez no es el más inteligente»
«El
que es elegido tal vez no es el más inteligente, tal vez no es el más listo,
tal vez no es el más rápido para hacer las cosas, pero es el que Dios quiere
para ese momento de la Iglesia».
Papa Francisco, durante la visita a la
parroquia romana de Santa María Josefa, el pasado domingo 19 de febrero, habló
sobre el Cónclave que lo eligió, y explicó a los chicos que lo interrogaron la
amalgama de factores humanos y de intervención del Espíritu Santo, que, según
la mirada de fe, acompaña la elección papal.
Aquí incluimos el diálogo
completo, teniendo en cuenta las respuestas corales del pequeño público y las
expresiones irónicas del Pontífice.
Alessandro
preguntó: «¿Por qué te convertiste en Papa?». Francisco respondió: «Porque hay
“culpables”. Uno de los culpables es este [dijo indicando al cardenal Agostino
Vallini, Vicario de Roma. Los niños se echaron a reír]. Porque, ¿tú sabes cómo
se hace el Papa? Pues bien, te lo explico yo. ¿Ustedes saben cómo se hace el
Papa?». «¡Nooooo!», respondieron los niños. «¿Se paga para volverse Papa?».
«¡No!». «Pero, si uno paga mucho, mucho, mucho, ¿al final lo hacen Papa?».
«¡No!». «No. ¿Se sortea el Papa?». «¡No!». «No, no se sortea. ¿Y cómo se hace?
¿Quiénes son los que eligen al Papa? Piensen bien: ¿quiénes son?». «Los
cardenales».«Los cardenales. Y don Agostino [Vallini] es un cardenal, es el
Vicario de Roma, y él era uno de esos 115 que estaban reunidos para elegir al
Papa. ¿Entendieron?».
«Y
ellos se reúnen –continuó Francisco–, hablan entre ellos, piensan… “Eh, pero
pensemos en esto, pensemos en esto, y este tiene estas ventajas, este tiene
otras ventajas”, y razonan… Pero, sobre todo (y esto es lo más importante), se
reza. ¿Entendido? Esta gente que está en clausura, es decir que no pueden
hablar con gente de fuera, están como aislados, de la Casa Santa Marta van a la
Capilla Sixtina a elegir al Papa. Hablan entre ellos sobre lo que necesita la
Iglesia hoy, y por esto es mejor una personalidad de este perfil o de ese otro…
todos razonamientos humanos. Y el Señor envía al Espíritu Santo y el Espíritu
Santo ayuda en la elección. Después, cada uno da su voto y se cuentan, los
sufragios, y el que tiene dos terceras partes de los números es elegido
Papa».
«Como
ven –añadió Francisco– es un proceso que se hace con mucha oración. No se paga,
no hay amigos potentes que impulsan, no, no. Entonces, ¿quién hace al Papa? No,
mejor hago la pregunta así: ¿cuál es la persona más importante en ese grupo que
hace al Papa? ¡Piénsenlo bien! ¿Quién es?». «El Papa»; dijo uno de los chicos.
«No, todavía no hay Papa». Otros respondieron: «Dios». «Dios, el Espíritu
Santo, que mediante el voto hace al Papa. Luego, el que es elegido, tal vez no
es el más inteligente, tal vez no es el más listo, tal vez no es el más rápido
para hacer las cosas, pero es el que Dios quiere para ese momento de la
Iglesia. ¿Entendieron?». «¡Sí!», respondieron los chicos.
Después,
Francisco hizo una pregunta a sus interlocutores: «Les hago una pregunta, pero
piénsenlo bien. En la elección, tú hiciste la primera pregunta, Alejando, en la
que me hicieron Papa a mí, éramos 115. Les hago una pregunta: ¿quién era el más
inteligente de estos 115?». «Tú»; respondieron los chicos. «¡No!». Otros
dijeron: «Todos». «No, no, el más, más…». «Dios», respondieron los chicos.
«Dios. Dios es el 116… pero, no se sabe, pero el que es elegido no es
necesariamente el más inteligente. ¿Entendieron? Hay más inteligentes que él,
pero Dios eligió a ese.
Y,
como en todas las cosas de la vida, el tiempo pasa, el Papa debe morir como
todos, o jubilarse, como hizo el gran Papa Benedicto, porque no tenía buena
salud, y llegará otro, que será diferente, será diverso, tal vez será más
inteligente o menos inteligente, no se sabe. Pero llegará otro de la misma
manera: elegido por el grupo de los cardenales bajo la luz del Espíritu Santo.
¿Entendieron? Dime, Alejandro, ¿estás satisfecho con la respuesta? ¿Es verdadera?
¿No me equivoqué? ¿No he dicho una mentira? Gracias».
Entonces,
no es necesariamente el más inteligente o el más preparado, sino el que a ojos
humanos y en el silencio de la oración sus colegas consideran que se adapta
mejor al perfil que se discutió antes de la elección, a las necesidades de la
Iglesia en ese momento, cuya elección (respetando los procedimientos canónicos)
es consagrada por el 116° protagonista, el Espíritu Santo. Teniendo en cuenta
siempre la máxima que se atribuye a San Vincenzo de Lérnis, quien afirmó en el
siglo V: «Dios algunos Papas los da, otros los tolera y otros más los
inflige».
Un
gran obispo de Génova, el cardenal Giuseppe Siri, celebrando en agosto de 1978
una de las misas de sufragio por Pablo VI con las que comenzaba el Cónclave,
tendía a no reducir demasiado el factor humano, recordando a los colegas
purpurados: «Me parece que necesario que me dirija a los venerados hermanos del
sacro colegio y les recuerde que la tarea a la que nos preparamos no sería
decorosamente recibida diciendo: “¡Se ocupa de todo el Espíritu Santo!”. Y
abandonándonos sin trabajo y sin sufrimiento al primer impulso, a la sugestión
irracional».
También
son famosas las palabras de la carta número 24 en el epistolario de San
Bernardo, abad de Claraval, llamado “doctor melifluo”, en la que hablaba de la
virtud necesaria para los que gobiernan. La resumió así, maravillosamente,
Albino Luciani, en un capítulo de su afortunado libro “Ilustrísimos”,
escribiendo justamente a san Bernardo: «Había un Cónclave. Los cardenales se
movían inciertos entre tres candidatos conocidos uno por la santidad, el
segundo por la cultura y el tercero por sentido práctico. Un cardenal acabó con
la indecisión, citando su carta. “Es inútil titubear más, dijo, nuestro caso ya
está contemplado en la Carta 24 del Doctor Melifluo.
Basta
aplicarse y todo saldrá a pedir de boca. ¿El primer candidato es santo? Pues
bien, oret pro nobis, que diga algún Padrenuestro por nosotros pobres
pecadores. ¿El segundo es docto? Pues qué maravilla, doceat nos, que
escriba algún libro de erudición. ¿El tercero es prudente? Iste regat nos,
que este nos gobierne y sea Papa”». «Inclinémonos, pues, ante los que entre
nosotros son sabios y tienen piedad, pero elijamos al que está dotado de prudencia»,
añadió el mismo Luciani durante un discurso en la Universidad Federal de Santa
María, en Brasil, en noviembre de 1975.
Otra
vez san Bernardo, doctor de la Iglesia, dedicó una serie de advertencias a su
alumno Eugenio III, que reinó entre 1145 y 1153, tituladas “Consejos para un
Papa”. Se trata de un librito todavía precioso: «Tú eres Papa, actúas como
siervo: a los apóstoles se les prohíbe el dominio», afirmó Bernardo. «Es tiempo
de podar, el Papa es sucesor de Pedro, no de Constantino». Particularmente
significativas, sobre todo si se aplican a la situación actual, son las
palabras dedicadas a los colaboradores que rodean al Pontífice y al ambiente de
la Curia: «Entre más se digan tus siervos, más querrán el dominio».
ANDREA
TORNIELLI
CIUDAD
DEL VATICANO
Fuente: Vatican Insider