El 15 de febrero de 1944
1150 toneladas de bombas fueron lanzadas sobre la abadía
Con
la iniciativa del Reino Unido y del hiperactivo Winston Churchill, los Aliados
lanzaron a partir de 1943 una operación en Italia cuyo objetivo era aliviar el
frente oriental, donde los soviéticos estaban en dificultades.
La Alianza,
aunque sólida, no era una comunidad donde los intereses coincidían a la
perfección; Italia es para los estadounidenses una operación secundaria, ya que
toda su atención estaba centrada en la preparación del desembarco de Normandía.
Montecassino, abadía
milenaria
El
monasterio fue fundado en el 529 por Benito de Nursia y se convirtió así en el
origen de los benedictinos. Dada su posición estratégica, es un lugar cuyo
control es necesario para los que querían conquistar Roma desde el sur de
Italia.
La
abadía fue saqueada y destruida varias veces, entre las que destaca el caso de
589, cuando ochenta monjes fueron martirizados por los lombardos por negarse a
adorar a una cabeza de cabra y a los dioses germánicos. Fue reconstruida en el
717 por Petronax, lo cual le
valió el título honorífico de segundo fundador de la abadía. Fue saqueada y
destruida por los piratas sarracenos en el siglo IX y reconstruida a mediados
del X. Un seísmo la destruyó casi por completo en el siglo XIV (1349).
Tras
tantas dificultades, la abadía cumplía casi los 600 años de edad, pero 595 años
después de ese terrible terremoto, es el hombre quien vuelve a derrumbar este
magnífico edificio en 1944.
Una conducta alemana irreprochable
Protegida
contra Roma, la zona de Montecassino reviste una gran importancia estratégica.
Los alemanes lo sabían bien, pero decidieron no ocupar la abadía, ya que tenían
buenas relaciones con el abad-obispo monseñor Diamare.
El
3 de septiembre de 1943, los Aliados desembarcaron al sur de Italia y el
teniente coronel Schlegel, de la Wehrmacht, mientras trabajaba con
los mapas de Italia, se dio cuenta de inmediato de que Montecassino sería el
objeto de los combates. Dudando de la moderación de los aliados, se reunió
rápidamente con el abad y terminó por convencerle de que la abadía estaba en
peligro. El abad-obispo, tras comprender por fin la situación, aceptó comenzar
con la evacuación de los tesoros, osamentas y obras de arte.
Un
ejercicio de este calibre precisó de 120 camiones. Schlegel se encontraba en
una situación difícil a todas vistas. Su mando incluso envió investigadores
para comprender por qué Schlegel utilizaba tantos medios de transporte mientras
que, más al sur, los combates se sucedían y, por el lado de la Alianza, una
intensa campaña afirmaba que la división Goering y los alemanes estaban
saqueando Montecassino.
La
realidad es que todos los tesoros fueron enviados a la Santa Sede y que ni uno
solo de los camiones alemanes fue bombardeado, a pesar de las tentativas
aliadas. Schlegel, previsor, había ordenado espaciar los camiones al menos 300
metros para evitar grandes pérdidas.
La palabra de los
actores
Los
temores de Schlegel resultaron exactos: el general de división Francis Tuker
abogó por destruir el monasterio, ya que podría servir de punto fuerte al
enemigo. El 11 de febrero de 1944, el general inglés Harry Kenneth ordenó la
destrucción de la abadía. El 15 de febrero de 1944, aviones 142 B-17, 47 B-25 y
46 B-26 descargaron 1150 toneladas de bombas incendiarias.
Sin
embargo, una mala coordinación con las tropas de tierra concedió suficiente
tiempo a los alemanes como para apoderarse de las ruinas. Habrá que esperar
hasta el 18 de mayo de 1944 para que las tropas polacas logren recuperar el
lugar.
El
general alemán von Senger und Etterlin escribió al respecto: “El bombardeo tuvo
el efecto contrario al esperado. Después pudimos ocupar tranquilamente la
abadía, sobre todo porque las ruinas se prestan mejor a la defensa que los
edificios. Durante la guerra, hay que derribar los edificios que se desean
defender. De este modo, los alemanes obtuvieron un punto de apoyo dominante,
poderoso y que resultó ser muy valioso en todos los combates posteriores”.
El
general americano Clark, por su lado, escribe: “Yo era una de las personas al
cargo y fui yo quien dirigió las operaciones de Cassino. Por entonces afirmé
que no había nada que demostrara que el enemigo utilizaba la abadía con fines
militares. Todavía mantengo mi postura, y ahora tenemos pruebas certeras de que
ningún soldado alemán, a excepción de emisarios, penetró nunca en el interior
del monasterio con otra intención que no fuera atender a los enfermos o visitar
el lugar. […] El bombardeo de la abadía fue no solo una falta psicológica
perjudicial para nuestra propaganda, sino también una falta táctica de las más
graves. Simplemente hizo que nuestra tarea fuera más difícil, más costosa en
hombres y materiales y nos hizo perder el tiempo”.
MICHEL
DE REMONCOURT
Fuente: Aleteia