La vida de una madre está llena de innumerables elecciones. Nada fuera de lo común: ¿responder emails, hacer la colada, lavarse el pelo o… sostener al bebé? En realidad, ¿tenemos elección?
¿Debería vaciar el lavavajillas y limpiar la casa o quizás ordenar la pila pendiente de emails? ¿Debería escribir ese artículo que tengo atrasado, pagar las facturas por Internet o simplemente sorber de mi café (¡caliente!) favorito y hojear el montón de revistas que se acumulan cogiendo polvo?
Todas y cada una de las mamás se enfrentan a dilemas similares, normalmente unas cuantas veces al día.
En mi caso personal, el momento en que mi hijo se queda frito podría compararse a un aguacero después de un día de calor sofocante. Y la comparación es más acertada incluso cuando se va a dormir por la noche. Después de todo un día de jugar, dar de comer, pasear, cambiar pañales y leer cuentos, periodo durante el cual el número de tareas pendientes no ha hecho sino crecer, simplemente no sabes con qué ponerte primero.
Como un hámster colocado de anfetas corriendo en una cinta eléctrica, agarras unas cuantas (decenas) de tareas a la vez, confiando que en las próximas 3-4 horas podrás arreglártelas para compensar por todo lo que no has hecho en los últimos días, antes de caer muerta a medianoche sobre tu portátil…
Así es la vida de una madre, en especial si está tratando de ganar un pentatlón (con tacones de 15 centímetros), en otras palabras: criar un bebé y ser activa profesionalmente, te llena la vida de dilemas diarios como los anteriores. A menudo es algo que te lleva a centrarte en las cuestiones más apremiantes, ya que las madres saben perfectamente bien que, después de todo, serán incapaces de sacarlo todo adelante.
No me estoy refiriendo a cosas distantes y elevadas que no conseguirías hacer con un bebé alrededor, como una campaña electoral para presidenta. No me refiero a que dejaras de lado tu carrera o que fueras incapaz de comprar una casa o viajar a París.
Me refiero a cosas mucho más mundanas, como beberte un café caliente y tomar un desayuno decente en la mesa, sentada, en vez comerte el desayuno con una mano mientras preparas la comida del bebé con la otra. Hablo de darte una ducha sin el estrés de que el bebé empiece a llorar.
Hace algún tiempo, Regan Long describió estos problemas cotidianos de una manera conmovedora y convincente. Madre de cuatro, escritora, coach y bloguera, Regan aborda temas como la maternidad y la paternidad y, de entre todas sus fotografías, vídeos y escritos, hay uno que ha conmovido a madres (y a otras personas seguramente) de todo el mundo.
La escritora enumera una larga lista de tareas y cosas que tiene que hacer pero que no consigue completar por estar cuidando de su hija bebé. En la lista repite, como una letanía, un estribillo: “Pero en vez de eso, te sostuve en brazos”.
El texto es tan conmovedor que me gustaría citar algunos fragmentos:
“Me encontraba en el límite de mis fuerzas. Lo único que tenía en mente era poder dedicar un ratito a mí misma. Pero cuando decidiste dormir sobre mi pecho, la elección entre ti y todo el montón de tareas del día fue sencilla: en vez de eso, te sostuve en brazos.
Iba a vaciar el lavavajillas y a llenarlo hasta arriba con la pila de platos sucios en el fregadero. Pero en vez de eso, te sostuve en brazos.
Iba a darme mi ducha de dos minutos y, con suerte, secarme el pelo con el secador, quizás ponerme un poco de maquillaje. Pero en vez de eso, te sostuve en brazos.
Iba a responder a algunos emails del trabajo y devolver algunas llamadas perdidas que debí contestar en las últimas 72 horas. Pero en vez de eso te sostuve en brazos.
Iba a llevarte a la planta de arriba y acostarte en la cama. ¿Quizás habrías estado más cómoda allí? Pero en vez de eso te sostuve en brazos”.
Un poco más adelante Regan explica por qué tomó esta misma decisión.
“Tus piernecitas ya estaban apretujadas en la silla y parece que fuera ayer que los diminutos dedos de tus pies aún descansaban sobre mi estómago.
Tus adorables manos me abrazaban con suma perfección, aunque pronto preferirás estirarte en tu propia camita.
Resulta que mis planes para este momento no me iban a conseguir lo que tengo ahora mismo en mis brazos.
He encontrado mi calma, la paz y la satisfacción aquí mismo, ahora, debido a una simple elección…
En vez de todo lo demás, te sostuve en brazos”.
Todas las madres tienen una gran variedad de deberes, tanto tareas del hogar como obligaciones profesionales. Todos son igual de importantes o urgentes. No obstante, a veces, sobre todo cuando un bebé o un niño entra en la ecuación, como mi propio hijo hoy, y tiene un día peor que el tuyo y el único remedio disponible son los brazos de mamá, en realidad no hay elección. Sólo hay una opción posible y correcta.
Marta Brzezińska-Waleszczyk
Fuente: Este texto fue publicado originalmente en la edición polaca de Aleteia