¿Te crees mejor en todo? ¿Te cuesta ser compañero?
¿Te cuesta ver tus defectos pero criticas fácilmente los de los demás?
La palabra “soberbia” designa un vicio
negativo del espíritu, el superior a todos. Para Tomás de Aquino, el
soberbio es el que tiene un
amor desordenado hacia su propio bien por encima de otros bienes superiores.
Es amor desordenado porque, como el soberbio no se conoce como quién es, sino que tiene un conocimiento de sí como de aquél que quiere ser, desea para él lo que no le es adecuado. El santo lo describe como el apetito inmoderado de la propia excelencia que, de paso, rebaja la dignidad ajena.
Es amor desordenado porque, como el soberbio no se conoce como quién es, sino que tiene un conocimiento de sí como de aquél que quiere ser, desea para él lo que no le es adecuado. El santo lo describe como el apetito inmoderado de la propia excelencia que, de paso, rebaja la dignidad ajena.
Otra nota que el de Aquino atribuye a la
soberbia es que
este defecto radica en la voluntad, y, precisamente por eso, el
conocimiento de si mismo está distorsionado. Por el contrario, el humilde
sí que se conoce bien (“donde hay humildad hay sabiduría”, dice la
Escritura). Por eso, para el santo, la soberbia impide la verdadera sabiduría.
En rigor, el fruto
seguro de la soberbia es la ceguera de la mente y la ceguera
del corazón.
Santo Tomás distingue dos tipos de
soberbio: el que se gloría en sus cualidades, y el que se atribuye cosas
que en realidad le sobrepasan. Obviamente el segundo es peor –también más
ciego– que el primero.
La soberbia tiene que ver con la vanagloria, es decir, del amor a la gloria
mundana, porque tiende a ser considerado superior a quien se es, pues así como
el honor social es –según Aristóteles– el premio debido de la virtud, la
soberbia busca ese honor pero sin virtud.
La soberbia se presenta sobre todo en dos
frentes: en el de la ciencia, y en el del poder. En cuanto a la ciencia, es bien conocido
que ésta hincha, pues el que se cree que sabe, todavía no sabe como es debido.
Por lo que al poder respecta, dos son las posibles causas de soberbia: la
altura del status y las obras. No es extraño, pues, que, sobre todo en una
sociedad como la nuestra donde “mandar” y “obedecer” no significan
exclusivamente “servir”, la soberbia se manifieste en el sentirse “señor” del
cargo en vez de “administrador” del mismo.
Seguidamente se intentan rastrear tres
ámbitos de este defecto. Se atiende, en primer lugar, a la soberbia para
consigo mismo; en segundo lugar, para con los demás y, por último, con
referencia a Dios.
Soberbia personal
La actitud soberbia lleva al convencimiento de que sin el propio criterio y
experiencia difícilmente se acierta en un tema o se realiza algo con
corrección. Manifestaciones suyas son la arrogancia y
la jactancia: cuando se siente
pagado de sus propios éxitos por encima de su verdadera valía. El soberbio siempre habla seguro de sí, de
forma rotunda, y no es capaz de admitir que otros le pueden hacer cambiar de
criterio. Nunca reconoce que se ha equivocado.
Soberbia propia es, sobre todo, creer que
el sentido delser personal que se
es coincide con el del yo que
uno se ha forjado con sus títulos y curriculum y con el que barniza su mirada y
actuación. En el fondo, para captar el sinsentido de la soberbia, tal vez
valga la pregunta del libro de laSabiduría:
“¿De qué nos ha servido la soberbia?”, pues si por ella agoniza el propio ser
personal, tras su pérdida ¿qué se podrá ganar?
Soberbia respecto de los demás
Saber que uno es mejor que los demás en
algo no es en sí soberbia (es muy posible que esté fundado en la realidad),
pero hay que sospechar cuando uno es mejor “en todo” y tiende a despreciar las
capacidades de los demás.
Al soberbio se le “ve venir”: anda con el
cuello erguido y tiene miradas altivas, indiferentes o, incluso, aparta la
vista de los demás. El soberbio no favorece la libertad ajena, sino que
tiende a uniformar a los demás según su criterio. La soberbia promueve asimismo
la injuria,
pues tras solidificar una concepción tan fijista como rebajada de demás; tiende
a ponerles etiquetas en base a sus propios juicios.
Asimismo, el orgulloso se inclina
fácilmente a airarse,
incluso por nimiedades, cuando algo contraría su voluntad. Soberbia es también
cometer claras injusticias a
los inferiores sin repararlas ni pedir perdón por ellas. Cuando es él el
agraviado, guarda permanente rencor al
agresor.
Es difícil trabajar con un soberbio, porque
tiende a ver a los demás no como compañeros sino como subordinados; se fija más en los defectos de los demás que en sus virtudes;
intenta controlar en concreto el
trabajo de los demás, siendo el propio inmune a todo control; el aparentar
interés ante la presencia de otros cuando en realidad no se ven sino personas
que molestan a sus propios intereses.
El soberbio es un ingrato cuando
le ayudan; suele negarse a desempeñar tareas “inferiores” y se “excusa” cuando le corrigen. Le gusta preguntar no
para aprender, sino para poner en un brete al otro; objetar no para ayudar, sino para hacer
valer la propia opinión. Suele tender a la precipitación
en las decisiones de gobierno; a la pérdida de tiempo en
asuntos insignificantes; a la desobediencia
a sus superiores, y cuando es él el superior, tiende a extralimitarse mandando
algo fuera de lo debido, y a sentirse “intocable”.
Es orgullo el desprecio (máxime sin justificación
racional) de cualquier otra opinión, parecer, ajeno. Otra muestra es eljuicio temerario sobre
asuntos inciertos y realidades futuras. Y otras, la indignación,
el desdén hacia
el consejo sensato de los demás, etc.
Soberbia respecto de Dios
Una vida engreída, centrada en el yo,
tiende a perder de su horizonte existencial a Dios. En el fondo, si el yo
recaba su propia finitud, tal pretensión favorece el ateísmo.
Para Agustín de Hipona, la soberbia no es más que una perversa imitación de
Dios, al único que se le debe la gloria y el agradecimiento por todo. En
cambio, para Tomás de Aquino, negar a Dios es mayor soberbia que pretender ser
como él. En esa situación no se
pierde, desde luego, la “idea” de Dios, pero el trato “personal” con él se
torna, primero una cosa pesada, y luego desaparece.
El soberbio concibe a Dios, más que
como un Padre, como una achacosa abuela de ojos ciegos para con los delitos del
nieto; es en el fondo, un abusador de la misericordia divina. En suma, soberbia
es hacer la propia voluntad, no la divina.
La aversión a Dios que este defecto provoca
es distinta a la que provocan los demás vicios, pues en aquéllos uno se separa
del ser divino bien por debilidad o bien por cierta ignorancia, mientras que en
éste el rechazo se produce por el hecho de que no se le quiere aceptar, ni a él
ni a sus mandatos. De otro modo: los demás vicios huyen de Dios, pero la
soberbia se enfrenta a él.
Tomás recoge una Glosa medieval en la que se añadía que
si bien este defecto es lo que más pronto aparta de Dios, también es lo que más
tarda en volver a él. Por eso es tan peligrosa.
Adaptación del original publicado por Encuentra.com
Fuente: Aleteia