El mundo espiritual es real y en él ocurren verdaderos combates. En algunas
partes de la biblia
se menciona la lucha que existe contra el demonio y la carne, porque mientras
la persona esté más cercana a Dios, será más tentada
Las siguientes
historias seleccionadas por el sitio web ChurchPop.com no buscan generar miedo
sino ser un recordatorio de que Satanás y las tentaciones al pecado son reales,
aunque generalmente no sean visibles.
Antes, dos citas
bíblicas para entender mejor el contexto: “Revístanse con la armadura de Dios,
para que puedan resistir las asechanzas del demonio. Porque nuestra lucha no es
contra los enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y
Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los
espíritus del mal que habitan en el espacio”. (Efesios.6, 11-12)
“Sed sobrios y
estén vigilantes, porque su enemigo, el diablo, ronda como león rugiente
buscando a quién devorar”. (1 Pedro 5.8)
1. San Antonio
el Grande: “El león rugía, deseando atacar”
Este santo
vivió entre los siglos tercero y cuarto. Fue uno de los primeros monjes en
retirarse al desierto para vivir entregado al ayuno y la oración. La Iglesia conoce su historia
gracias a su biógrafo San Atanasio.
Cuando la gente
visitaba a San Antonio en las ruinas donde vivía escuchaba tumulto, muchas
voces y el choque de armas. También veían que durante la noche aparecían
bestias salvajes y que el santo combatía contra ellas mediante la oración.
En una ocasión,
cuando tenía 35 años, San Antonio decidió pasar la noche solo en una tumba
abandonada. Allí un grupo de demonios apareció y lo hirieron. Los arañazos del
demonio le impidieron levantarse del suelo. El ermitaño comentaba que el dolor
causado por esa tortura demoniaca no se comparaba a ninguna herida causada por
el hombre.
Al día
siguiente, un amigo suyo lo encontró y lo llevó al pueblo más cercano para
curarlo. Sin embargo, cuando el santo recuperó el sentido le pidió a su amigo
que lo llevara de vuelta a la tumba. Al dejarlo, San Antonio gritó: “aquí
estoy, yo Antonio. No huiré de tus latigazos, y ningún dolor ni tormento me
separará del amor de Cristo”. San Atanasio relata que los demonios regresaron y
ocurrió lo siguiente:
Resonó un
estruendo, semejante a un terremoto, que sacudió todo el lugar y los demonios
salieron de las cuatro paredes en formas monstruosas de bestias y reptiles. Así
el lugar se llenó de leones, osos, leopardos, toros, serpientes, áspides,
escorpiones y lobos. El león rugía, deseando atacar; el toro se preparaba para
embestir con sus cuernos; la serpiente se arrastraba buscando un punto de
ataque y el lobo gruñía rodeándolo. Todos estos sonidos eran aterradores.
Aunque San
Antonio jadeaba de dolor, enfrentó a los demonios diciendo: “si ustedes
tuviesen algún poder, habría bastado que solo uno de ustedes viniera, pero como
Dios los hizo débiles, ustedes quieren aterrorizarme con su gran número: y la
prueba de su debilidad es que han tomado la forma de bestias brutas”.
“Si son
capaces, y si han recibido un poder en mi contra, atáquenme de una vez. Pero si
no son capaces, ¿porque me perturban en vano? Porque mi fe en Dios es mi
refugio y la muralla que me pone a salvo de ustedes”.
De repente, el
techo se abrió y una luz brillante iluminó la tumba. Los demonios
desaparecieron y los dolores cesaron. Al darse cuenta de que Dios lo había
salvado, Antonio oró: “¿Dónde estabas? ¿Por qué no te apareciste desde el
principio y me libraste de los dolores?”.
A estas
preguntas, Dios respondió: “Antonio, yo estaba allí, pero esperé para verte
pelear. Como has perseverado en la lucha, y no has caído, siempre estaré
dispuesto a socorrerte y haré famoso tu nombre en todas parte”.
Luego de
escuchar las palabras de su Señor, el monje se levantó y oró. Entonces recibió
tanta fuerza que sintió que tenía más poder en su cuerpo que antes.
2. Santo Padre
Pío: “Estos demonios nunca dejan de golpearme”
Fue un
sacerdote italiano que nació a fines del siglo XIX y murió en 1968. Aunque
realizó muchos milagros y recibió los estigmas, el Padre Pío también sufrió
ataques frecuentes del demonio.
Según el P.
Gabriele Amorth, famoso exorcista de la diócesis de Roma, “la gran y constante
lucha en la vida del santo fue contra
los enemigos de Dios y las almas, quienes trataron de capturar su alma”. Desde
su juventud el Padre Pío tuvo visiones celestiales, pero también sufrió ataques
infernales. El P. Amorth explica:
“El diablo se
le aparecía en la forma de un gato negro o como algún otro animal repugnante.
Con estas apariencias intentaba llenarlo de terror. En otras ocasiones, el
demonio tomaba la forma de chicas jóvenes, desnudas y provocativas, que
realizaban danzas obscenas, para atentar contra su castidad. Sin embargo, el
Padre Pío sintió el peligro cuando Satanás trató de engañarlo fingiendo ser su
director espiritual o tomando la forma de Jesús, la Virgen o San Francisco”.
Esta última
táctica, cuando el diablo tomaba la forma de alguien bueno y santo, fue un
problema. Así fue como el Padre Pío se dio cuenta de que las visiones eran
falsas: notó cierta timidez cuando la Virgen y el Señor se le aparecieron,
seguida de una sensación de paz cuando la visión terminó. Además, disfrazado de
una forma sagrada, el diablo le provocó un sentimiento de alegría y atracción,
pero cuando se fue, le dejaba un extraño remordimiento y tristeza.
Satanás también
lo hería físicamente. El sacerdote describió estos dolores en una carta a un
hermano, que era su confidente: “Estos demonios nunca dejan de golpearme,
incluso me hacen caer de la cama. ¡Incluso rasgan mis vestiduras para azotarme!
Pero ya no me asustan porque Jesús me ama y él siempre me levanta y me coloca
de vuelta en mi cama”.
El Padre Pío es
el testimonio de que si la persona está cerca a Dios no hay que temer a los
demonios.
3. Santa Gemma
Galgani: “Sus garras brutales”
Esta santa
italiana fue una mística que tuvo experiencias espirituales maravillosas.
En una carta
dirigida a un sacerdote escribió: “durante dos días, luego de recibir la Santa
Comunión, Jesús me ha dicho: “Hija mía, muy pronto el diablo desatará una guerra
contra ti”. Estas palabras resuenan en mi corazón constantemente. Ore por mí
por favor”.
Ella se dio
cuenta de que la oración era la mejor defensa contra los ataques del demonio.
En venganza, Satanás le infringía fuertes dolores de cabeza para impedir que
duerma. Sin embargo, pese a las fatigas Gemma perseveró en la oración: “Cuantos
esfuerzos hace ese miserable para que yo no ore. Ayer trató de matarme, y
habría tenido éxito si Jesús no hubiese venido a salvarme. Estaba asustada y
mantuve la imagen de Cristo en mi mente”.
Una vez,
mientras la santa escribía una carta, el diablo le arrebató la pluma de las
manos, rasgó el papel y la tiró de la silla, agarrándola de los cabellos con la
violencia de sus “garras brutales”.
Ella describe
otro ataque en uno de sus escritos: “el demonio se presentó ante mí como una
gigante y me decía: ‘Para ti ya no hay esperanza de salvación. ¡Estás en mis
manos!’ Yo le respondí que Dios es misericordioso y, por tanto, no temo nada.
Entonces me golpeó en la cabeza y me dijo: ‘¡Maldita seas!’, y luego
desapareció”.
“Cuando volví a
mi habitación para descansar, lo encontré. De nuevo comenzó a golpearme con una
cuerda anudada, y quiso me gritaba que yo era débil. Le dije que no, y me
golpeó tan fuerte, que caí de cabeza al suelo. En un momento se me vino a la
mente invocar a Jesús. “Padre eterno, en nombre de la preciosísima sangre de
Jesús, ¡líbrame!”.
“No recuerdo
bien qué pasó. La bestia me arrastró de mi cama y golpeó mi cabeza con tal
fuerza que todavía me duele. Perdí el sentido y yací en el suelo hasta que
desperté. ¡Gracias a Dios!”
A pesar de los
ataques, Santa Gemma siempre tuvo fe en Jesús. Incluso utilizaba el humor
contra Satanás. Una vez escribió a un sacerdote: “tenías que verlo, cuando huía
haciendo muecas, ¡te habrías muerto de la risa! ¡Es tan feo!...Pero Jesús me
dijo que no le tenga miedo”.
4. San Juan
María Bautista Vianney: “Lo hace porque yo convierto muchas almas para el buen
Dios”
El Santo Cura de Ars
nació en Francia en el año 1786. Fue un gran predicador, hacía muchas
mortificaciones, fue un hombre de oración y caridad. Tenía increíbles dotes
para la confesión. Por ello, venían personas de todas partes para confesarse
con él y escuchar sus santos consejos. Debido a su fructífera labor pastoral se
le nombró patrón de los sacerdotes. También combatió contra el maligno en
varias ocasiones.
Una vez, su
hermana pasó la noche en su casa, ubicada al lado de la iglesia. Durante la
noche escuchó raspones en la pared. Fue a ver a Juan Vianney, que estaba
confesando, y él le explicó: “Hija mía, no debes temer: es el gruñón. Él no
puede hacerte daño. En cuanto a mí, siempre me atormenta de la manera más
desquiciada posible. A vez me coge de los pies y me arrastra por el cuarto. Lo
hace porque yo convierto muchas almas para el buen Dios”.
El demonio
hacía ruidos durante horas, similares a los cristales, silbidos y relinchos.
Incluso se colocaba bajo la ventana del santo y gritaba: "Vianney,
Vianney, comepapas". Su propósito era no dejar dormir al sacerdote para
que se cansara y no pudiese estar horas en el confesionario, donde salvaba las
almas de sus garras.
En otra
ocasión, mientras el Cura de Ars estaba preparándose para celebrar la misa, un hombre le dijo
que su dormitorio estaba en llamas. ¿Cuál fue su respuesta? “El Gruñón está
furioso. Al no poder atrapar al pájaro le prende fuego a su jaula”. Le dio las
llaves a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que Satanás quería impedir
la misa y no se lo permitió.
Dios premió su
constancia ante las pruebas con un poder extraordinario que le permitía
expulsar demonios de los poseídos.
5. Santa Teresa
de Jesús: “Sus cuernos estaban alrededor del cuello del sacerdote mientras
celebraba misa”
Esta reconocida
doctora de la Iglesia y mística tuvo muchas visiones espirituales. En medio de
sus oraciones y meditaciones, el demonio se le aparecía.
“Una forma
abominable”, escribía, “su boca era horrenda”. “No tenía sombra sino que estaba
cubierto por llamas de fuego”.
También el
demonio le causaba fuertes dolores corporales. En una ocasión la atormentó
durante cinco horas mientras estaba en oración con sus hermanas. La santa
permaneció firme para no asustarlas.
Un día “vio con
los ojos del alma a dos diablos que tenían sus cuernos alrededor del cuello del
sacerdote mientras celebraba misa”.
Incluso para
ella, estas visiones eran extrañas. “Rara vez lo he visto en forma corporal, a
menudo no veo su apariencia física, pero sé que está allí.
¿Cuáles eran
sus armas contra las fuerzas del mal?
La oración, la
humildad y -muy interesante- el agua bendita. Santa Teresa decía que esta
última era un arma eficaz.
Una vez estaba
en un oratorio y el demonio se le apareció al lado izquierdo. Le dijo que por
ahora se había librado de sus manos pero que él la capturaría de nuevo. Ella se
asustó y se santiguó. Sin embargo, Satanás continuó perturbándola y Teresa tomó
un frasco de agua bendita y derramó el agua sobre él. Luego de ese día nunca
más volvió.
Fuente: ACI
Prensa
