Si en ese gesto tan
sencillo como marcar la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta nosotros
ponemos rostros es porque conocemos todo el bien que se hace
Cuando Bernini diseñó la famosa
columnata de la Plaza de San Pedro en Roma quiso expresar a la Iglesia madre
que quiere abrazar a todos sus hijos en la catolicidad, en la universalidad,
hasta en el último rincón. Con el tiempo esa imagen entrañable y maternal de la
Iglesia ha podido quedar injustamente reducida para expresar el poder y la
riqueza que algunos pueden achacarle. Bien es verdad que es una construcción
magnífica, pero no es menos cierto que la Iglesia no es solo sus templos, por muy
grandiosos que sean.
¿Cuántas personas han visto resurgir una dignidad
escondida en la nube de drogas, alcohol, abandonos, maltratos…? Hombres y
mujeres que han encontrado compañía, consuelo, esperanza, ayuda concreta y real
en su situación. Se ve y se valora con mucha claridad lo que se hace con los
drogodependientes, o con los inmigrantes y los refugiados, con las mujeres maltratadas
o con los miles de ancianos en las residencias.
Quizá solo lo último, pero ahí están. No se valora
tanto la presencia de un sacerdote en pueblos pequeños, con pocos habitantes,
de difícil acceso, con personas ya envejecidas por los años y la vida. Es una
presencia y una acción bastante ocultas, pero que son fuente de esperanza. Una
labor social que, de no hacerse, tendría posiblemente soledades que ahora son
evitadas.
No se ve el compromiso de los miles de catequistas
que semanalmente ponen un poquito de su fe en hacer crecer la fe de otros:
niños, adolescentes, jóvenes y adultos. No solo eso, sino que sirve a todos en
la inserción en la sociedad. ¿Cuántas personas han podido salir consoladas
después de una conversación con un sacerdote? ¿Cuántas lágrimas habrán sido
recogidas por los visitadores de la parroquia comprometidos en acompañar
semanalmente a las personas mayores de su zona? ¿Y cuántas sonrisas provocadas?
¿Cuántas depresiones evitadas? La labor de la Iglesia contribuye a una sociedad
mejor. Acciones brillantes que muchos valoran. Por eso, detrás de cada X hay
una historia.
Si en ese gesto tan sencillo como marcar la casilla
de la Iglesia en la Declaración de la Renta nosotros ponemos rostros es porque
conocemos todo el bien que se hace. Los datos que cada año presenta la
Conferencia Episcopal Española en su Memoria de Actividades son
grandes y transparentes, números que hay que saber ver porque nos ofrecen el
rostro de los que ayudan y de los que son ayudados.
En este número del periódico Xtantos vamos a mostrar
algunos ejemplos de la labor de la Iglesia con inmigrantes y refugiados, con
mujeres maltratadas, en el ámbito de la educación, con un centro de reinserción
laboral y con drogodependientes. Pequeños y localizados testimonios de una
labor que, en su inmensidad, estaría aún por descubrir. ¿Y sabes qué hay más
allá? Eso sí que no nos hemos atrevido a decirlo porque también hay que
proteger y salvaguardar la dignidad desde el anónimo que ya no está donde
estuvo.
Detrás están Sebastián, Juana, Flor, Celia, Jorge,
Francisco, Carmen, Carlos, Lucía… En los puntos suspensivos están todas las X
que este año pueden volver a ser marcadas. Un
gesto, una X, una historia.
Fuente: Xtantos