Los jóvenes que prefieren actividades que conducen a una gratificación
rápida pero carente de significado son más propensos al malestar psicológico
La sensación de
bienestar en los adolescentes, una potente vacuna contra la depresión, podría
depender de la búsqueda de placer a través de valores tradicionales, como la
familia, la cultura o la moralidad, frente a otras recompensas más inmediatas
pero vacías de contenido y centradas en uno mismo, según un estudio publicado
en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
El trabajo,
liderado por Adriana Galván, experta en el cerebro adolescente de la
Universidad de Los Ángeles (California), sugiere que los adolescentes cuyo
sistema de recompensa cerebral responde más a actividades que favorecen la
autorrealización tienen menor riesgo de experimentar síntomas depresivos a lo
largo de la vida. Por el contrario, los jóvenes que prefieren actividades
que conducen a una gratificación rápida pero carente de significado son más
propensos al malestar psicológico.
Se trata del
viejo dilema de la búsqueda de la felicidad a través del placer inmediato
(hedonismo), potencialmente perjudicial, o a largo plazo y más saludable
(eudaimonia) que planteaba ya Aristóteles en el siglo IV antes de Cristo.
Aunque esta vez revisado por la neurociencia, que parece inclinar la balanza a
favor de los argumentos del filósofo: El bienestar psicológico duradero se
logra a través de las actividades con un significado y un propósito, como la
ayuda a los demás, colaborar con la familia y en el cuidado de los hermanos, la
expresión de la gratitud o la búsqueda de objetivos a largo plazo.
El cerebro de
39 jóvenes con una edad media de 17 años ha aportado las pruebas en un estudio
de imagen cerebral que, según los autores, es el primero en relacionar el
bienestar o el malestar mental con la predilección de los adolescentes por las
recompensas diferidas o inmediatas, respectivamente.
Mayor riesgo en
la adolescencia
Los síntomas
depresivos tienen un máximo precisamente durante la adolescencia, con un pico
hacia los 17-18 años. Esto se debe en parte a que en los quinceañeros el
sistema de recompensa cerebral, encargado de procesar el placer, muestra una
activación mucho mayor que en niños y adultos, y especialmente cuando se asocia
a conductas de riesgo. De ahí que en esta etapa de la vida la búsqueda de
gratificaciones esté exacerbada y el riesgo de caer en hábitos inadecuados sea
más elevado.
Sin embargo,
argumentan los investigadores liderados por Galván, se sabe poco de cómo el
cerebro responde a las diferentes formas de obtener placer en esa etapa de la
vida, a pesar de que tiene importantes implicaciones en su bienestar
psicológico futuro. Por eso se plantearon averiguar cómo la sensibilidad neural
a las recompensas inmediatas o diferidas, ambas asociadas a la misma zona del
cerebro, el estriado ventral, es capaz de predecir en la adolescencia la
aparición de posibles síntomas depresivos en el futuro.
Y vieron que
cuando esta zona del cerebro se activa más frente a actividades que
proporcionan un placer centrado en uno mismo o frente a conductas de riesgo, la
probabilidad de desarrollar síntomas depresivos aumenta con el tiempo. Sin embargo,
cuando los jóvenes experimentan placer en comportamientos con un significado
más altruista o bien orientados a la consecución de objetivos, el riesgo de
malestar psicológico en el futuro se reduce.
Sistema de
recompensa
La explicación
podría estar en que la respuesta del sistema de recompensa, las actividades
puramente hedónicas, centradas en uno mismo, no aporta estrategias para lograr
un bienestar duradero. Ejemplo de estas fuentes de placer serían, la comida,
los videojuegos o las compras, todas ellas capaces de crear adicciones cuando
se recurre a ellas de forma patológica.
Por el
contrario, cuando el placer proviene de actividades con algún fin social o
personal podría estar reflejando una motivación dirigida hacia comportamientos
que incrementan la sensación de autoestima y que no dependen tanto de factores
externos sino intrínsecos a la persona.
Cambiar la
intensidad de la respuesta cerebral de los adolescentes a las distintas fuentes
de placer no es algo fácil, reconocen los autores, ya que puede depender de
factores genéticos. Sin embargo, puesto que esta respuesta del sistema de
recompensa depende del contexto, orientarles hacia actividades provistas de un
significado, que proporcionan una sensación de autocontrol, competencia,
pertenencia al grupo, conexión social y bienestar duradero, les ayuda a
adquirir estrategias que garantizan una mejor salud psicológica y estabilidad
emocional.
Fuente: lafamilia.info