La virtud, afirmó, es ''la expresión más auténtica de lo bueno que el
hombre, con la ayuda de Dios, es capaz de realizar”
''En nuestro tiempo, algunas pautas culturales ya no reconocen la huella de
la sabiduría divina en lo creado y tampoco en los seres humanos”, denunció el
Papa Francisco al recibir a los participantes de la Asamblea Plenaria de la
Pontificia Academia por la Vida,
en un discurso donde indicó que “no faltan conocimientos científicos” para
proteger la vida débil, pero necesitan ir de la mano con la virtud y el trato
humano.
“Hoy en día no faltan ni conocimientos científicos ni herramientas técnicas
capaces de apoyar a la vida humana en las situaciones en que se presenta débil.
Pero a veces se echa de menos la humanidad. La buena acción no es la correcta
aplicación de los saberes éticos; presupone un interés real en la persona
frágil. Los médicos y todos los profesionales de la salud no deben descuidar
jamás cómo conyugar ciencia, tecnología y humanidad”, expresó el Papa durante
el encuentro realizado en la Sala Clementina.
En su discurso, Francisco abordó el tema elegido este año por la Pontificia
Academia para la Vida, “Las virtudes en la ética de la vida: mensaje importante
para la cultura contemporánea”. Un tema de interés académico -afirmó- que
recuerda a la cultura contemporánea que el bien que hace una persona no es el
resultado de cálculos o estrategias, ni tampoco el producto de una constitución
genética o de un condicionamiento social, sino el fruto de un corazón bien
dispuesto, de la libre elección, que tiende al bien verdadero.
El Santo Padre recordó que “la Sagrada Escritura de diversas formas nos
dice que las intenciones buenas o malas no entran en el ser humano desde fuera,
sino que brotan de su ‘corazón’... En la Biblia, el corazón no es
solamente el órgano de los afectos sino también el de las facultades
espirituales, de la razón y la voluntad; es la sede de las decisiones, del modo
de pensar y de actuar. La sabiduría de las decisiones, abierta al movimiento
del Espíritu Santo, también implica al corazón''.
Sin embargo, advirtió que ''en nuestro tiempo, algunas pautas culturales ya
no reconocen la huella de la sabiduría divina en lo creado y tampoco en los
seres humanos. La naturaleza humana se reduce así a la mera materia, maleable
según cualquier diseño”.
“¡Nuestra humanidad, sin embargo, es única y preciosa a los ojos de Dios!
Por eso la primera naturaleza que hay que custodiar, para que dé fruto, es
nuestra propia humanidad... que florecerá así en una gran variedad de
virtudes”. Y la virtud, afirmó, es ''la expresión más auténtica de lo bueno que
el hombre, con la ayuda de Dios, es capaz de realizar”.
La virtud, añadió Francisco, “no es sólo un hábito, sino la capacidad
siempre renovada de elegir el bien”, es la expresión más elevada de la libertad
humana, “lo mejor que ofrece el corazón del hombre. Cuando el corazón se aparta
del bien y de la verdad contenida en la Palabra de Dios, corre muchos peligros,
carece de orientación y es probable que llame al mal bien y al bien mal... cae
en el error moral
y se siente oprimido por una creciente angustia existencial”.
En ese sentido, recordó que la advertencia de Cristo: “Todo aquel que
comete pecado es esclavo del pecado”; y que la corrupción del corazón tiene
graves consecuencias para la vida social. “Esta condición –afirmó- no puede
cambiar ni por las teorías, ni por el efecto de las reformas sociales o
políticas. Sólo la obra del Espíritu Santo puede reformar nuestro corazón, si
colaboramos: Dios mismo, de hecho, ha asegurado su gracia eficaz para los que
buscan y los que se convierten ‘de todo corazón’”.
''Hablar de virtud significa afirmar que la elección del bien involucra y
compromete a toda la persona. No es una cuestión ‘cosmética’, un
embellecimiento exterior, que no daría frutos: se trata de desarraigar del
corazón los deseos deshonestos y de buscar el bien con sinceridad”.
“También en el ámbito de la ética de la vida las normas necesarias, que
sancionan el respeto de las personas, no son de por sí suficientes para
realizar plenamente el bien del hombre. Las virtudes de los que trabajan en la
promoción de la vida son la garantía última de que el bien será respetado
realmente”, señaló.
En ese sentido, advirtió que si bien la cultura contemporánea “aún conserva
las premisas para afirmar que el hombre, cualquiera que sean sus condiciones de
vida, es un valor que debe ser protegido”, esta misma cultura es también
“víctima de incertidumbres morales que no le consienten defender la vida de
forma eficaz”.
Por ello pidió a las universidades a formar a los jóvenes para que acojan
la vida humana y la cuiden “de acuerdo con la dignidad que le pertenece, en
todas las circunstancias”. “En cualquier caso que los que se dedican a la
defensa y a la promoción de la vida muestren ante todo su belleza. De hecho,
‘la Iglesia
no crece por proselitismo sino por atracción, por lo que la vida humana se
defiende y promueve eficazmente sólo cuando su belleza se conoce y se muestra”,
afirmó.
Finalmente, reiteró su llamado a no dejar que el pensamiento humano,
incluso cristiano, caiga bajo las nuevas colonizaciones ideológicas “bajo forma
de virtudes, de modernidad, de actitudes nuevas”. “Son colonizaciones; es decir
quitan la libertad y son ideológicas, es decir temen la realidad tal y como
Dios la ha creado”, señaló.
Fuente: ACI Prensa