Trata de unos
deseos tan grandes e impetuosos que da Dios al alma de gozarle, que ponen en
peligro de perder la vida, y con el provecho que se queda de esta merced que
hace el Señor.
1. ¿Si habrán
bastado todas estas mercedes que ha hecho el Esposo al alma para que la
palomilla o mariposilla esté satisfecha no penséis que la tengo olvidada) y
haga asiento adonde ha de morir? No, por cierto; antes está muy peor. Aunque
haya muchos años que reciba estos favores, siempre gime y anda llorosa, porque
de cada uno de ellos le queda mayor dolor.
Es la causa, que como va conociendo
más y más las grandezas de su Dios y se ve estar tan ausente y apartada de
gozarle, crece mucho más el deseo; porque también crece el amar mientras más se
le descubre lo que merece ser amado este gran Dios y Señor; y viene en estos
años creciendo poco a poco este deseo de manera que la llega a tan gran pena
como ahora diré.
He dicho años, conformándome con lo que ha pasado por la
persona que he dicho aquí (1), que bien entiendo que a Dios no hay que poner
término, que en un momento puede llegar a un alma a lo más subido que se dice
aquí. Poderoso es Su Majestad para todo lo que quisiere hacer y ganoso de hacer
mucho por nosotros.
2. Pues viene
veces que estas ansias y lágrimas y suspiros y los grandes ímpetus que quedan
dichos (2) que todo esto parece procedido de nuestro amor con gran sentimiento,
mas todo no es nada en comparación de estotro, porque esto parece un fuego que
está humeando y puédese sufrir, aunque con pena), andándose así esta alma,
abrasándose en sí misma, acaece muchas veces por un pensamiento muy ligero, o
por una palabra que oye de que se tarda el morir, venir de otra parte no se
entiende de dónde ni cómo un golpe, o como si viniese una saeta de fuego (3).
No digo que es saeta, mas cualquier cosa que sea, se ve claro que no podía
proceder de nuestro natural. Tampoco es golpe, aunque digo golpe; mas
agudamente hiere. Y no es adonde se sienten acá las penas, a mi parecer, sino
en lo muy hondo e íntimo del alma, adonde este rayo, que de presto pasa, todo
cuanto halla de esta tierra de nuestro natural y lo deja hecho polvos, que por
el tiempo que dura es imposible tener memoria de cosa de nuestro Señor; porque
en un punto ata las potencias de manera que no quedan con ninguna libertad para
cosa, sino para las que le han de hacer acrecentar este dolor.
3. No querría
pareciese encarecimiento, porque verdaderamente voy viendo que quedo corta,
porque no se puede decir. Ello es un arrobamiento de sentidos y potencias para
todo lo que no es, como he dicho, ayudar a sentir esta aflicción. Porque el
entendimiento está muy vivo para entender la razón que hay que sentir de estar
aquel alma ausente de Dios; y ayuda Su Majestad con una tan viva noticia de Sí
en aquel tiempo, de manera que hace crecer la pena en tanto grado, que procede
quien la tiene en dar grandes gritos. Con ser persona sufrida y mostrada a
padecer grandes dolores, no puede hacer entonces más; porque este sentimiento
no es en el cuerpo como queda dicho (4), sino en lo interior del alma. Por esto
sacó esta persona cuán más recios son los sentimientos de ella que los del
cuerpo, y se le representó ser de esta manera los que padecen en purgatorio,
que no les impide no tener cuerpo para dejar de padecer mucho más que todos los
que acá, teniéndole, padecen.
4. Yo vi una
persona así (5), que verdaderamente pensé que se moría, y no era mucha
maravilla, porque, cierto, es gran peligro de muerte. Y así, aunque dure poco,
deja el cuerpo muy descoyuntado, y en aquella sazón los pulsos tienen tan
abiertos como si el alma quisiese ya dar a Dios, que no es menos; porque el
calor natural falta y le abrasa de manera que con otro poquito más hubiera
cumplídole Dios sus deseos. No porque siente poco ni mucho dolor en el cuerpo,
aunque se descoyunta, como he dicho, de manera que queda dos o tres días
después sin poder aún tener fuerza para escribir, y con grandes dolores; y aun
siempre me parece le queda el cuerpo más sin fuerza que de antes. El no
sentirlo debe ser la causa ser tan mayor el sentimiento interior del alma, que
ninguna cosa hace caso del del cuerpo; como si acá tenemos un dolor muy agudo
en una parte: aunque haya otros muchos, se sienten poco; esto yo lo he bien probado.
Acá, ni poco ni mucho, ni creo sentiría si la hiciesen pedazos.
5. Diréisme
que es imperfección; que por qué no se conforma con la voluntad de Dios, pues
le está tan rendida. Hasta aquí podía hacer eso, y con eso pasaba la vida.
Ahora no, porque su razón está de suerte, que no es señora de ella, ni de
pensar sino la razón que tiene para penar, pues está ausente de su bien, que
para qué quiere vida. Siente una soledad extraña, porque criatura de toda la
tierra no la hace compañía, ni creo se la harían los del cielo como no fuese el
que ama, antes todo la atormenta. Mas vese como una persona colgada, que no
asienta en cosa de la tierra, ni al cielo puede subir; abrasada con esta sed, y
no puede llegar al agua; y no sed que puede sufrir, sino ya en tal término que
con ninguna se le quitaría, ni quiere que se le quite, si no es con la que dijo
nuestro Señor a la Samaritana (6), y eso no se lo dan.
6. ¡Oh,
válgame Dios, Señor, cómo apretáis a vuestros amadores! Mas todo es poco para
lo que les dais después. Bien es que lo mucho cueste mucho. Cuánto más que, si
es purificar esta alma para que entre en la séptima morada, como los que han de
entrar en el cielo se limpian en el purgatorio, es tan poco este padecer, como
sería una gota de agua en la mar. Cuánto más que con todo este tormento y
aflicción, que no puede ser mayor, a lo que yo creo, de todas las que hay en la
tierra 7 que esta persona había pasado muchas, así corporales, como
espirituales, mas todo le parece nada en esta comparación), siente el alma que
es de tanto precio esta pena, que entiende muy bien no la podía ella merecer;
sino que no es este sentimiento de manera que la alivia ninguna cosa, mas con
esto la sufre de muy buena gana y sufriría toda su vida, si Dios fuese de ello
servido; aunque no sería morir de una vez, sino estar siempre muriendo, que
verdaderamente no es menos.
7. Pues
consideremos, hermanas, aquellos que están en el infierno, que no están con
esta conformidad, ni con este contento y gusto que pone Dios en el alma, ni
viendo ser ganancioso este padecer, sino que siempre padecen más y más, digo
más y más, cuanto a las penas accidentales) (8). Siendo el tormento del alma
tan más recio que los del cuerpo y los que ellos pasan mayores sin comparación
que éste que aquí hemos dicho, y éstos ver que han de ser para siempre jamás,
¿qué será de estas desventuradas almas? Y ¿qué podemos hacer en vida tan corta,
ni padecer, que sea nada para librarnos de tan terribles y eternales tormentos?
Yo os digo que será imposible dar a entender cuán sentible cosa es el padecer
del alma, y cuán diferente al del cuerpo, si no se pasa por ello; y quiere el
mismo Señor que lo entendamos, para que más conozcamos lo mucho que le debemos
en traernos a estado, que, por su misericordia, tenemos esperanza de que nos ha
de librar y perdonar nuestros pecados.
8. Pues
tornando a lo que tratábamos (10) que dejamos esta alma con mucha pena), en
este rigor es poco lo que le dura; será, cuando más, tres o cuatro horas, a mi
parecer, porque si mucho durase, si no fuese por milagro, sería imposible
sufrirlo la flaqueza natural. Acaecido ha no durar más que un cuarto de hora y
quedar hecha pedazos. Verdad es que esta vez del todo perdió el sentido, según
vino con rigor y estando en conversación, Pascua de Resurrección, el postrer
día, y habiendo estado toda la Pascua con tanta sequedad, que casi no entendía
lo era), de sólo oír una palabra de no acabarse la vida. ¡Pues pensar que se
puede resistir!, no más que si, metida en un fuego, quisiese hacer a la llama
que no tuviese calor para quemarle. No es el sentimiento que se puede pasar en
disimulación, sin que las que están presentes entiendan el gran peligro en que
está, aunque de lo interior no pueden ser testigos; es verdad que le son alguna
compañía, como si fuesen sombras, y así le parecen todas las cosas de la tierra.
9. Y porque
veáis que es posible, si alguna vez os viereis en esto, acudir aquí nuestra
flaqueza y natural, acaece alguna vez que estando el alma como habéis visto,
que se muere por morir cuando aprieta tanto que ya parece que para salir del
cuerpo no le falta casi nada, verdaderamente teme y querría aflojase la pena
por no acabar de morir. Bien se deja entender ser este temor de flaqueza
natural que por otra parte no se quita su deseo ni es posible haber remedio que
se quite esta pena hasta que la quita el mismo Señor, que casi es lo ordinario
con un arrobamiento grande, o con alguna visión, adonde el verdadero Consolador
la consuela y fortalece, para que quiera vivir todo lo que fuere su voluntad.
10. Cosa penosa
es ésta, mas queda el alma con grandísimos efectos y perdido el miedo a los
trabajos que le pueden suceder; porque en comparación del sentimiento tan
penoso que sintió su alma, no le parece son nada. De manera queda aprovechada,
que gustaría padecerle muchas veces. Mas tampoco puede eso en ninguna manera,
ni hay ningún remedio para tornarle a tener hasta que quiere el Señor, como no
le hay para resistirle ni quitarle cuando le viene. Queda con muy mayor
desprecio del mundo que antes, porque ve que cosa de él no le valió en aquel
tormento, y muy más desasida de las criaturas, porque ya ve que sólo el Criador
es el que puede consolar y hartar su alma, y con mayor temor y cuidado de no
ofenderle, porque ve que también puede atormentar como consolar.
11. Dos cosas
me parece a mí que hay en este camino espiritual que son peligro de muerte: la
una ésta, que verdaderamente lo es y no pequeño; la otra, de muy excesivo gozo
y deleite, que es en tan grandísimo extremo, que verdaderamente parece que
desfallece el alma de suerte que no le falta tantito para acabar de salir del
cuerpo: a la verdad, no sería poca dicha la suya.
Aquí veréis,
hermanas, si he tenido razón en decir que es menester ánimo y que tendrá razón
el Señor, cuando le pidiéreis estas cosas, de deciros lo que respondió a los
hijos del Zebedeo: Si podrían beber el cáliz (11). [12] Todas creo, hermanas,
que responderemos que sí, y con mucha razón; porque Su Majestad da esfuerzo a
quien ve que le ha menester, y en todo defiende a estas almas, y responde por
ellas en las persecuciones y murmuraciones, como hacía por la Magdalena (12),
aunque no sea por palabras, por obras; y en fin, en fin, antes que se mueran se
lo paga todo junto, como ahora veréis. Sea por siempre bendito y alábenle todas
las criaturas, amén.
NOTAS MORADAS VI, c. 11
1 Ella misma (cf. c. 10, nn. 2-5).
2 Quedan dichos en el c. 2, n. 1; c. 6, n. 6;
c. 8, n. 4.
3 Véase la correspondencia biográfica en la
Relación 15, que refiere el "éxtasis de Salamanca" (1571), provocado
por una novicia que cantó en recreación: "Véante mis ojos...".
4 En el n. 2.
5 Ella misma: cf. Rel. 5, n. 14; y compárese
esta descripción del éxtasis doloroso con Vida c. 20, nn. 12-13.
6 Juan 4, 7-13.
7 O sea: ...afición, que no puede haberla
mayor entre todas las que hay en la tierra.
8 La declaración entre paréntesis fue añadida
por la Santa al margen del autógrafo.
9 Alude al mismo episodio de la Rel. 15, ya
mencionado en los nn. 2 y 4. Cf. Conceptos c. 7, n. 2.
10 En el c. 4; véase el título y el n. 1; y
c. 1, n. 2.
11 Mt 20, 22; cf. M.
II, n. 8.
12 Lc 7, 44.