Prosigue lo que en el primero comencé a
tratar, y persuade a las hermanas a que se ocupen siempre en suplicar a Dios
favorezca a los que trabajan por la Iglesia. -Acaba
con una exclamación.
1. Tornando a lo principal (1) para lo
que el Señor nos juntó en esta casa y por lo que yo mucho deseo seamos algo
para que contentemos a Su Majestad, digo que viendo tan grandes males que
fuerzas humanas no bastan a atajar este fuego de estos herejes, con que (2) se
ha pretendido hacer gente para si pudieran a fuerza de armas remediar tan gran
mal y que va tan adelante, hame parecido es menester como cuando los enemigos
en tiempo de guerra han corrido toda la tierra, y viéndose el Señor de ella
apretado se recoge a una ciudad, que hace muy bien fortalecer, y desde allí
acaece algunas veces dar en los contrarios y ser tales los que están en la
ciudad, como es gente escogida, que pueden más ellos a solas que con muchos
soldados, si eran cobardes, pudieron, y muchas veces se gana de esta manera
victoria; al menos, aunque no se gane, no los vencen; porque, como no haya
traidor, si no es por hambre, no los pueden ganar. Acá esta hambre no la puede
haber que baste a que se rindan; a morir sí, mas no a quedar vencidos.
2. Mas ¿para qué he dicho esto? Para
que entendáis, hermanas mías, que lo que hemos de pedir a Dios es que en este
castillito que hay ya de buenos cristianos no se nos vaya ya ninguno con los
contrarios, y a los capitanes de este castillo o ciudad, los haga muy
aventajados en el camino del Señor, que son los predicadores y teólogos; y pues
los más están en las religiones, que vayan muy adelante en su perfección y
llamamiento, que es muy necesario; que ya, como tengo dicho (3), nos ha de
valer el brazo eclesiástico y no el seglar. Y pues para lo uno ni lo otro no
valemos nada para ayudar a nuestro Rey, procuremos ser tales que valgan
nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios, que con tanto trabajo
se han fortalecido con letras y buena vida y trabajado para ayudar ahora al
Señor.
3. Podrá ser digáis que para qué
encarezco tanto esto y digo hemos de ayudar a los que son mejores que nosotras.
Yo os lo diré, porque aún no creo entendéis bien lo mucho que debéis al Señor
en traeros adonde tan quitadas estáis de negocios y ocasiones y tratos: es
grandísima merced ésta; lo que no están los que digo (4), ni es bien que estén,
en estos tiempos menos que en otros; porque han de ser los que esfuercen la
gente flaca y pongan ánimo a los pequeños. ¡Buenos quedarían los soldados sin
capitanes! Han de vivir entre los hombres y tratar con los hombres y estar en
los palacios y aun hacerse algunas veces con ellos en lo exterior. ¿Pensáis,
hijas mías, que es menester poco para tratar con el mundo y vivir en el mundo y
tratar negocios del mundo y hacerse, como he dicho (5), a la conversación del
mundo, y ser en lo interior extraños del mundo y enemigos del mundo y estar
como quien está en destierro y, en fin, no ser hombres sino ángeles?
Porque a no ser esto así, ni merecen
nombre de capitanes, ni permita el Señor salgan de sus celdas, que más daño
harán que provecho. Porque no es ahora tiempo de ver imperfecciones en los que
han de enseñar; [4] y si en lo interior no están fortalecidos en entender lo
mucho que va en tenerlo todo debajo de los pies y estar desasidos de las cosas
que se acaban y asidos a las eternas, por mucho que lo quieran encubrir, han de
dar señal. Pues ¿con quién lo han sino con el mundo? No hayan miedo se lo
perdone, ni que ninguna imperfección dejen de entender. Cosas buenas, muchas se
les pasarán por alto, y aun por ventura no las tendrán por tales; mas mala o imperfecta,
no hayan miedo. Ahora yo me espanto quién los muestra la perfección, no para
guardarla (que) de esto ninguna obligación les parece tienen, harto les parece
hacen si guardan razonablemente los mandamientos), sino para condenar, y a las
veces lo que es virtud les parece regalo.
Así que no penséis es menester poco
favor de Dios para esta gran batalla adonde se meten, sino grandísimo.
5. Para estas dos cosas os pido yo
procuréis ser tales que merezcamos alcanzarlas de Dios: la una, que haya
muchos, de los muy muchos letrados y religiosos que hay, que tengan las partes
que son menester para esto, como he dicho, y a los que no están muy dispuestos,
los disponga el Señor; que más hará uno perfecto que muchos que no lo estén. La
otra, que después de puestos en esta pelea, que -como digo- (6) no es pequeña,
los tenga el Señor de su mano para que puedan librarse de tantos peligros como
hay en el mundo y tapar los oídos, en este peligroso mar, del canto de las
sirenas. Y si en esto podemos algo con Dios, estando encerradas peleamos por
El, y daré yo por muy bien empleados los trabajos que he pasado por hacer este
rincón (7), adonde también pretendí se guardase esta Regla de nuestra Señora y
Emperadora con la perfección que se comenzó.
6. No os parezca inútil ser continua
esta petición, porque hay algunas personas que les parece recia cosa no rezar
mucho por su alma; y ¿qué mejor oración que ésta? Si tenéis pena porque no se
os descontará la pena del purgatorio, también se os quitará por esta oración, y
lo que más faltare, falte. ¿Qué va en que esté yo hasta el día del juicio en el
purgatorio, si por mi oración se salvase sola un alma? ¡Cuánto más el provecho
de muchas y la honra del Señor! De penas que se acaban no hagáis caso de ellas
cuando interviniere algún servicio mayor al que tantas pasó por nosotros.
Siempre os informad lo que es más perfecto (8).
Así que os pido por amor del Señor
pidáis a Su Majestad nos oiga en esto. Yo, aunque miserable, lo pido a Su
Majestad, pues es para gloria suya y bien de su Iglesia, que aquí van mis
deseos.
7. Parece atrevimiento pensar yo he de
ser alguna parte para alcanzar esto. Confío yo, Señor mío, en estas siervas
vuestras que aquí están, que veo y sé no quieren otra cosa ni la pretenden sino
contentaros. Por Vos han dejado lo poco que tenían, y quisieran tener más para
serviros con ello. Pues no sois Vos, Criador mío, desagradecido para que piense
yo dejaréis de hacer lo que os suplican. Ni aborrecisteis, Señor, cuando
andabais en el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha
piedad (9). Cuando os pidiéremos honras no nos oigáis, o rentas, o dineros, o
cosa que sepa a mundo; mas para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no nos habéis
de oír, Padre eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos? No por
nosotras, Señor, que no lo merecemos, sino por la sangre de vuestro Hijo y sus
merecimientos.
8. ¡Oh Padre eterno! mirad que no son
de olvidar tantos azotes e injurias y tan gravísimos tormentos. Pues, Criador
mío, ¿cómo pueden sufrir unas entrañas tan amorosas como las vuestras que lo
que se hizo con tan ardiente amor de vuestro Hijo y por más contentaros a Vos
(que) mandasteis nos amase) sea tenido en tan poco como hoy día tienen esos
herejes el Santísimo Sacramento, que le quitan sus posadas deshaciendo las
iglesias? ¡Si le faltara algo por hacer para contentaros! Mas todo lo hizo
cumplido.
No bastaba, Padre eterno, que no tuvo adonde reclinar la cabeza
mientras vivió (10), y siempre en tantos trabajos, sino que ahora las que tiene
para convidar sus amigos (por) vernos flacos y saber que es menester que los
que han de trabajar se sustenten de tal manjar) se las quiten? ¿Ya no había
pagado bastantísimamente por el pecado de Adán? ¿Siempre que tornamos a pecar
lo ha de pagar este amantísimo Cordero? No lo permitáis, Emperador mío.
Apláquese ya Vuestra Majestad. No miréis a los pecados nuestros, sino a que nos
redimió vuestro sacratísimo Hijo, y a los merecimientos suyos y de su Madre
gloriosa y de tantos santos y mártires como han muerto por Vos.
9. ¡Ay dolor, Señor, y quién se ha
atrevido a hacer esta petición en nombre de todas! ¡Qué mala tercera (11),
hijas mías, para ser oídas, y que echase por vosotras la petición! ¡Si ha de
indignar más a este soberano Juez verme tan atrevida, y con razón y justicia!
Mas mirad, Señor, que ya sois Dios de misericordia; habedla de esta
pecadorcilla, gusanillo que así se os atreve. Mirad, Dios mío, mis deseos y las
lágrimas con que esto os suplico, y olvidad mis obras, por quien Vos sois, y
habed lástima de tantas almas como se pierden, y favoreced vuestra Iglesia. No
permitáis ya más daños en la cristiandad, Señor. Dad ya luz a estas tinieblas.
10. Pídoos yo, hermanas mías, por amor
del Señor, encomendéis a Su Majestad esta pobrecilla y le supliquéis la dé
humildad, como cosa a que tenéis obligación. No os encargo particularmente los
reyes y prelados de la Iglesia, en especial nuestro obispo; (12) veo a las de
ahora tan cuidadosas de ello, que así me parece no es menester más. Vean las
que vinieren que teniendo santo prelado lo serán las súbditas, y como cosa tan
importante la poned siempre delante del Señor. Y cuando vuestras oraciones y
deseos y disciplinas y ayunos no se emplearen por esto que he dicho, pensad que
no hacéis ni cumplís el fin para que aquí os juntó el Señor (13).
NOTAS
1 "Torna" al c. q, n. 2 s: tema misionero
de Francia y los protestantes.
2 Con que: equivale a aunque (en la 1ª redacción
había escrito aunque). Un corrector tachó toda la frase ("con que... gran
mal") en el autógrafo.
3 En el n. 1.
4 Lo que no están (libres de negocios etc.) los que
digo (predicadores y teólogos, cf. n. 2).
5 En este mismo n. 3.
6 En los nn. 2-3. -Al margen anotó el censor de
turno: "cuánto importan letrados perfectos".
7 El monasterio de San José.
8 Omite a continuación un pasaje interesante de la
1ª redacción: "siempre os informad de lo que es más perfecto, pues, como
os rogaré mucho y daré las causas, siempre habéis de tratar con letrados. Ya en
la 1ª redacción enmendó la Santa este pasaje.
9 La Santa omitió aquí un hermoso pasaje tachado en
la 1ª redacción: Ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el
mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad, y
hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres, pues estaba vuestra
sacratísima Madre en cuyos méritos merecemos -y por tener su hábito- lo que
desmerecimos por nuestras culpas. No basta, Señor, que nos tiene el mundo
acorraladas... que no hagamos cosa que valga nada por Vos en público, ni osemos
hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habíais de oír
petición tan justa. No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que
sois juez justo y no como los jueces del mundo, que -como son hijos de Adán y,
en fin, todos varones- no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa. Sí,
que algún día ha de haber, Rey mío, que se conozcan todos. No hablo por mí, que
ya tiene conocida el mundo mi ruindad y yo holgado que sea pública; sino porque
veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes,
aunque sean de mujeres. (Los suspensivos son nuestros e indican un paso ilegible
del autógrafo).
10 Lc 9, 58. -Precede una alusión a Mc 7, 37.
11 Tercera: intercesora, medianera.
12 Don Alvaro de Mendoza (cf. Vida 33, 16). -En el
ms. de Toledo añadió la Santa de propia mano: ... y esta Orden de la Virgen
sacratísima y las demás...
13 En la 1ª redacción concluye así: y no permita el
Señor esto se quite de vuestra memoria jamás, por quien Su Majestad es.
Fuente: Mercaba