“Y si en algún momentos estamos tristes, mal, bajoneados, les invito a mirar el rostro de Jesús crucificado. En su mirada, todos podemos encontrar espacio”
“No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que
amo, sí quiero dárselos, sí quiero compartirlo: Jesucristo, la misericordia del
Padre”, dijo papa Francisco este viernes 10 de julio a los
descartados de la sociedad a los victimarios, hoy victimas, último día
de estadía en Bolivia, para luego volar a Paraguay, última etapa de su viaje
internacional en América Latina (5-13 julio).
El conforto espiritual del
Papa venido desde Roma llegó para una representación de 4000 mil almas que viven
hacinadas en el “Centro de Rehabilitación -Palmasola”, cárcel que se encuentra a
las afueras de Santa Cruz, Bolivia, a unos 540 km de La
Paz.
“¿Quién está ante ustedes? ….El que está
ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus
muchos pecados. Y así es como me presento”, así inició su
discurso.
El pontífice se movilizó en un carrito automático sin blindaje
(aquellos usados para el golf) para llegar al patio donde se desarrolló el
encuentro. Luego se bajó para tener un contacto cercano con las personas antes
de subir al palco donde prometió que traía el mensaje de “un amor que
sana, perdona, levanta, cura. Un amor que se acerca y devuelve la
dignidad”, insistió, ante de besar, bendecir y abrazar niños y mujeres
hacinados o nacidos en la cárcel.
En esta ocasión, el papa no se quedó a
almorzar con los reos, como sucedió en Nápoles (Italia), pero insistió en la
libertad espiritual. “Pedro y Pablo, discípulos de Jesús también
estuvieron presos”, recordó. Ellos siguieron en vida con la oración persona y
comunitaria, “algo que nos los dejó caer en la desesperación, en la
oscuridad que puede brotar del sin sentido”.
La cárcel más violenta de
Bolivia estaba en silencio escuchando al pastor vestido de blanco. “Y si
en algún momentos estamos tristes, mal, bajoneados, les invito a mirar el rostro
de Jesús crucificado. En su mirada, todos podemos encontrar espacio”,
dijo recordando la dignidad que no se pierde nunca.
No hubo artificio o
una representación cosmética, como se acostumbra cuando llega el huésped
ilustre. La periferia escogida por el Papa para poner en práctica sus palabras
de ayer durante el Encuentro con los Movimientos Populares dieron fuerza a
mensaje cuando pidió “que nadie sea privado de su dignidad”,
“que nadie sea descartado”. Quizás su discurso más emotivo y
social de lo que va del viaje.
A tal propósito indicó: “Esta certeza nos
moviliza a trabajar por nuestra dignidad. Reclusión no es lo mismo que
exclusión, porque la reclusión forma parte de un proceso de
reinserción en la sociedad”.
La cárcel de Santa Cruz está
dividida en pabellones para hombres, mujeres y jóvenes. Personas encarceladas
por delitos menores y delitos graves. Es una de las cárceles más duras de
América Latina, 4 de cada 5 detenidos esperan aún ser juzgados definitivamente.
En 2013, murieron 34 presos y un niño de dos años en una gresca entre presos por
el control del pabellón PC-3.
“Son muchos los elementos que
juegan en su contra en este lugar –lo sé bien–: el hacinamiento, la lentitud de
la justicia, la falta de terapias ocupacionales y de políticas de
rehabilitación, la violencia, la carencia de estudios universitarios,
lo cual hace necesaria una rápida y eficaz alianza interinstitucional para
encontrar respuestas”, dijo Francisco.
El patio del pabellón masculino
“PS4”, donde se ha realizado el encuentro con el papa, está abierto en el día
para que los 2800 detenidos reciban visita de sus familiares (casi 1500 personas
al día).
En su discurso infundió coraje y esperanza con un
sentido práctico de la situación de los presos: “El sufrimiento y la privación
pueden volver nuestro corazón egoísta y dar lugar a enfrentamie, pero también tenemos la capacidad de convertirlo en ocasión de auténtica
fraternidad”, constató.
El “PS4” es una aldea en la cual conviven las
familias de los reos bajo el mismo techo y entre los muros de la cárcel. Los
presos gestionan algunos espacios junto a sus parientes. 800 niños viven en la
cárcel debido a que no tienen un hogar.
En este contexto, invitó:
“Ayúdense entre ustedes. No tengan miedo a ayudarse entre
ustedes. El demonio busca la pelea, la rivalidad, la división, los
bandos. No le hagan el juego. Luchen por salir adelante”.
Se
trata de “Una Regencia General”, supervisada por el personal de seguridad del
Estado, donde los presos caminan libremente durante el día fuera de sus
celdas.
La ley del dinero rige en este lugar, también allí quien paga
obtiene privilegios, y en cambio, la pobreza es un peso aún mayor.
Por
su parte, monseñor Jesús Juárez Párraga, arzobispo de Sucre, denunció la
situación de los presos bolivianos. “Es un escándalo en Bolivia la retardación
de justicia que hace que el 84% de las personas privadas de libertad no cuenten
con una sentencia ejecutoriada”.
“El hacinamiento que supera el 300%” en
Bolivia, contó el Presidente de Pastoral Social Cáritas Boliviana
y Responsable
Nacional de Pastoral Penitenciaria Católica.
Por último, el papa dijo
antes de despedirse: “por favor les pido que sigan rezando por mí,
porque también yo tengo mis errores y debo hacer penitencia. Muchas gracias”.
Las voces de los desesperados
El
papa escuchó con atención las testimonios de los reclusos en representación de
las 15.000 personas privadas de libertad en 53 cárceles de
Bolivia.
“Desde los 11 años trabajaba por mi familia, a pesar del
hambre”. “Guardaba mi dinero en una bolsa de azúcar”, contó un hombre de 43
años.
“Pido perdón a mis padres, porque les hice sufrir”, dijo el
hombre, cuarto de 14 hermanos. “Por razones de la vida cometí un error”. “Yo en
calidad de cómplice por el delito que cometí no merecía la pena que estoy
pagando, pero la pago con orgullo”, dijo.
“Tenemos sed y ansiedad de que
con la visita del Santo Padre sirva para que se den cuenta que somos personas”,
contó el recluso que entró en 1997 a la cárcel.
En otro testimonio,
Analisa Parada en nombre de “las madres e hijas” que viven en el penitenciario
denunció difícil situación que viven las mujeres en Palmasola, 330 mujeres.
“Mujeres en estado terminal que no deberían estar en la cárcel….la justicia
pisoteada por la justica”.
“Somos pueblo, hijos de Dios”, dijo Parada.
La mujer rompió en lagrimas
pidiendo al papa de rezar y exhortar a las
autoridades bolivianas por un “camino de amnistía para las presas de la tercera
edad, las mujeres lactantes y las enfermas terminales”.
Por su parte,
Andrés de Jesús Céspedes, que ingresó a los 19 años (hoy con 23 años),
sentenciado a 30 años por homicidio, pidió perdón a la sociedad boliviana y a su
familia. “Ya me parece normal que las personas duerman en el
suelo”.
Céspedes denunció la mala calidad del hacinamiento, la comida y
los juicios sin conclusión. Asimismo recordó la masacre de agosto. “Te
suplicamos padre para que intercedas por nosotros ante el gobierno”.
Por
último, el papa recibió de los presos varios regalos: una hamaca, un cuadro del
retrato de Francisco enmarcado en cedro, y un tallado del perfil del papa,
además de un cuadro de la Última Cena tallado. Todos hecho por los
reclusos.
Fuente: Aleteia